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Yucatán

La mujer no escucha ni ve y sentada en su hamaca espera a su esposo a que regrese del campo, en San Enrique

SAN ENRIQUE, Tizimín, Yuc., 16 de diciembre.- Sentada en una hamaca pregunta “¿quién es?”, cuando escucha que alguien llega a la puerta de su casa de Fondem. Es una viejecita que trata de incorporarse pero no puede, por su avanzada edad.

El comisario de la comunidad de La Sierra, José Trinidad Lugo Pacheco, acompañado del que esto escribe, le pregunta por la autoridad de ese pueblo, San Enrique, pero la mujer grita desesperada: “No hay nadie que me saque de aquí, yo no puedo salir porque no veo nada, no me dejó comida”.

Entonces, con la intención de ver qué sucede, por qué la ancianita pide ayuda, José Trinidad grita en el pueblo que parece puro monte, no hay más casas, al fondo sólo se observa una construcción de lo que parece ser la oficina del comisario, sin embargo, nadie respondió al llamado, pero algo andaba mal.

Adentro de la vivienda se observaba un panorama desolador, el baño se observa tapado con ropa, a un costado una mesa blanca con más ropa, a un lado de la entrada al cuarto del Fondem unos costales con maíz, y alrededor todo en desorden, mientras que en el patio existe una palapa que se está cayendo, parece abandonada y que en un tiempo fue utilizada como cocina. Sin embargo, de pronto aparece un perro ladrando como queriendo defender a su dueña, pero retrocede con miedo y finalmente sólo observa.

“Quiero irme, no he comido, no tengo agua”, gritaba la ancianita que al preguntarle su nombre dijo llamarse Anastacia Arjona y tener 85 años de edad.

Esta humilde mujer que con dificultad escucha lo que le preguntan, dijo: “Estoy solita en manos de Dios, no puedo salir, me tienen encerrada, hace mucho tiempo que busco a una persona que me quite de aquí, tengo cinco hijos que viven en Tizimín pero no me visitan, aquí me quedo solita”.

Afuera de la vivienda no hay más gente, habitantes, ni casas, esta mujer y su esposo, don Vicente Escamilla Balam son los únicos habitantes, es un pueblo abandonado prácticamente.

Consternado por lo que acababa de ver, don José Trinidad decide que hay que reportar a la policía que tiene su base en su comunidad; sin embargo, al salir de San Enrique, un camino feo, lleno de maleza, se observa a un hombre trabajando en lo que parece ser un pequeño rancho y al preguntarle sobre el asunto reconoce que estos viejecitos son sus papás y que él se llama José Gabriel Escamilla Arjona.

“Mi mamá se encuentra así porque no hay nadie que la atienda, por ratos se le va el sentido, ya no ve, es por la edad que ya tiene; platicaba con mi papá y me dice que ya está cansado también y casi ya no puede trabajar el campo, tiene 84 años.

“Mis hermanas María Asunción, Margarita y Julia, y mis hermanos Andrés y Reynaldo no se acercan a verla porque ya están casadas; ellas viven en Tizimín, y ellos, (los hermanos), uno fue agente de la Policía Municipal, pero lo corrieron por tomar mucho y ahora vende ‘Bon Ice’ en la calle, pero todos los días se emborracha; el otro es ayudante de albañil, a Margarita le cortaron un pie y está en silla de ruedas y las otras pues no quieren”, dijo Gabriel.

“Yo soy vaquero, en el pueblo no hay nadie, mi mamá se queda solita, hablé con mi hermana María Asunción y me dijo que ella no puede venir porque su marido fue operado y lo tiene que atender, Margarita no puede porque no tiene un pie y está en silla de ruedas. Aquí en San Enrique los únicos habitantes son mis papás y los comisarios municipal y ejidal, no hay más habitantes, no hay apoyos, dicen que ya no aparece San Enrique en el mapa de los ejidos, yo no sé por qué no llegan los apoyos”, señaló este hombre al POR ESTO!

También sobre el tema, el comisario de La Sierra, sumamente consternado por esta experiencia, cuenta su sentir y le pide a Gabriel que inmediatamente se haga cargo de su mamá.

“Ya vimos a una viejecita abandonada en una situación deplorable, sin que nadie esté al pendiente de ella, no tiene comida ni mucho menos agua, algo terrible, la realidad da pena, y me pregunto dónde estamos nosotros como sociedad y como autoridades, es parte que nos corresponde como autoridades y aunque no es mi jurisdicción tenemos que hacer algo si otros no lo hacen, estamos en pleno siglo XX y tenemos que ver que esto se acabe, a veces los mismos hijos abandonamos a nuestros papás porque nos estorban”, dijo José Trinidad Lugo Pacheco.

Reconoce don Trino que San Enrique prácticamente es un pueblo abandonado.

“Dónde están los programas de apoyo que muchas veces escuchamos que dicen por medio de la radio, de los periódicos, de la televisión, que salió tanto para salud, para hospitales, para educación y ¿dónde está?, ¿dónde acaba todo esto? Entonces, quiere decir que las cosas no las estamos haciendo bien como autoridades, queremos que de ahora en adelante las cosas se hagan, no perfectas, pero vamos a mejorarlas, porque esta señora decía que no había comido en dos o tres días y lo constatamos porque no se veía rastro de comida, estuvimos viendo alrededor y no hay rastro tampoco de agua, ni de ayer ni de hoy.

“¿Cómo es posible que un ser humano esté en esas condiciones?, no pudimos ver al marido pero dicen que ya tiene la misma edad, porque nos dicen que está trabajando en su parcela; son dos personas ya cansadas y nosotros como sociedad tenemos que hacer algo, la única casa de Fondem que vimos en San Enrique es donde está la señora, no se ve que haya apoyos en la comunidad, duele ver que esté abandonada esta gente”, indicó el entrevistado.

“Hay otra cosa que quiero recalcar. Cuando estaban las lluvias vino un señor al que mandó el Presidente de Tizimín para avisar de que se limpiará el camino y el pobladito porque iba a visitar a San Enrique, pero nunca llegó el Alcalde; después volvió a venir el mismo señor y preguntó por el comisario, pero no estaba, entonces pidió que le firmáramos un papel de invitación y yo le pregunté de qué, pero el Presidente nunca llegó”, concluyó diciendo este vaquero.

Cabe señalar, que de la misma manera denunciaron a un sujeto de nombre Jorge Rolando Martín, sobrino del comisario quien vive en Cancún y va a este pueblo de vez en cuando, de querer vender terrenos a diez mil pesos a gente humilde que sólo trata de ubicarse en un lugar donde pueda vivir con sus hijos, criar sus gallinas y trabajar la tierra, pero ante la imposibilidad de pagar esa cantidad, mejor se retiraron.

(Texto y fotos José Luis Díaz Pérez)

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