Yucatán

El profesor y el 'elefante blanco”

Edgar A. Santiago Pacheco

En la tarde del 25 de julio de 1978 llovía a cántaros en la ciudad de Mérida, un aguacero iniciado alrededor de las cuatro golpeaba techos y calles del centro, el alcalde de la ciudad por esas fechas era Federico Granja Ricalde.

El edificio que hoy conocemos como el Palacio de la Música y antes ocupó el Congreso del Estado, en el año de 1978 era punto de referencia de Mérida, un dañado edificio de 7 pisos, vacío, a medio construir, conocido por la ciudadanía como el “elefante blanco”, ocupaba el ángulo Norte de las calles 59 por 58, su dueño un empresario regiomontano, Policarpo Elizondo.

El transitaba lentamente por la calle 59, su vehículo recién lo había recogido del taller mecánico, bajo el aguacero el semáforo marcó el alto, vehículos adelante, vehículos atrás, segundos después un estruendo y el profesor Pedro Pinzón Sánchez, quedó bajo los escombros de una cornisa del edificio que había cedido ante los embates del agua. Cuatro vehículos más quedaron dañados y otros dos heridos fueron reportados.

La construcción del edificio cuyo volado había cobrado una vida, inició a mediados de los años cincuenta, según la voz popular sería la sede de una compañía de seguros, algunos años después, principiando la década siguiente, la construcción se detuvo cuando el edificio había alcanzado los diez pisos. En 1967 se le eliminaron tres pisos, “previniendo un accidente”, la acción no fue suficiente.

Un accidente, o, el resultado de la irresponsabilidad del dueño del edificio y la negligencia municipal en la aplicación de la normatividad, esa fue la discusión por esos días en la ciudad, pues después del derrumbe, las responsabilidades se evadían con discursos y argucias legales.

El fallecimiento de un reconocido profesor de matemáticas, agudo crítico del sistema, militante de izquierda, cabeza de numerosa familia, pues había procreado siete hijos con la maestra Olga Yolanda Sosa Chacón, caló hondo. Su trayectoria había sido notable pues a sus cuarenta años, había sido líder estudiantil, escribió diversos textos para la enseñanza de las matemáticas y fue autor del escudo de la Escuela Normal Superior, e incluso fugaz miembro de la administración municipal de Peto. Pero sobre todo se destacaba en la lucha sindical contra el sistema político educativo. De allá que entendemos la intención de un compañero de lucha de dejar por escrito su trayectoria de vida. El resultado, un valioso libro.

Hay libros, como éste, que no vieron la luz bajo el sello editorial de una reconocida casa de impresión, ni tampoco al amparo de una institución de prestigio, que surgen al calor de un hecho traumático, que son producto de un momento y no de una planeación, tal es el origen de un texto, que encontré olvidado en una venta de “libros fríos” es decir de segunda mano. Me refiero al libro de 138 páginas Semblanza de un compañero Pedro Pinzón: maestro y revolucionario, salido de la pluma del profesor Jaime E. Vázquez Barceló, publicación fuera de mercado cercana al año de 1980, impreso en Mérida, sin mayores datos de edición.

En él, además del reconocimiento de los aportes de un destacado profesor enfrentado al sistema, podemos encontrar el pulso de la lucha magisterial de los setentas, la participación en ese entonces de jóvenes maestros en las luchas políticas del momento, nombres como Roger Aguilar, Fernando Aguilar, Roger Carrillo, Sergio Villanueva, Juan Alberto Bermejo Suaste, María Consuelo Gómez Manzano, Reyna Rivas Figueroa, Yara Silvia Paz, Lorenzo Salas, entre muchos otros desfilan por sus páginas.

El texto, como ejemplo de un libro escrito en un presente combativo, tiene numerosos datos aprovechables, perfiles ideológicos difíciles de obtener en otros contextos, reproduce documentos de lucha y reseña acciones concretas casi imposibles de rescatar por otros medios.

En cuanto al tema de las responsabilidades del derrumbe, aun cuando reseña los esfuerzos de la viuda por obtener una indemnización justa, queda inconcluso en este aspecto, pues hasta octubre del año de 1979 no se había fallado al respecto, quedando en evidencia, ante la documentación expuesta, una autoridad omisa, poco interesada en la justicia y comprometida con el gran capital.

En 1980 el “elefante blanco” dejó de barritar, pues el predio se adquirió por el gobierno del estado, se demolió parcialmente y se construyó la sede del Congreso del Estado, hoy también demolida.