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Yucatán

La otra cara de la Navidad, donde la pobreza no cambia las cosas

VALLADOLID, Yucatán, 23 de diciembre.- Muchos estamos entusiasmados porque estrenaremos ropa y calzado, porque cobramos aguinaldo, comeremos pavo y otros ricos guisos, parte de la familia que se encuentra distante hará un esfuerzo para reunirse. Música, baile, piñatas y hasta regalos, serán parte de esa noche que han llamado Navidad, donde muchos hogares han puesto su pesebre para esperar la llegada del niño Dios. Ya desde ahora todos se están deseando lo mejor de la vida, no faltan los abrazos y las reconciliaciones y las calles y comercios se ven repletos de gente realizando sus compras la fiesta.

Y, mientras tanto, en algunas casas (si se pueden llamar así), familias que, por circunstancias de la vida, los padres no tienen un trabajo fijo, ganan lo indispensable para subsistir y no pueden hacer gastos extras –no porque no quieran, sino porque no pueden– la Navidad solo la ven pasar de lejos. Los niños solo oyen hablar de Santa Claus y, si lo han visto, nunca ha llegado a visitarlos, quizá porque está lejano y muy malo el camino, o porque no tienen árbol de Navidad y no dejaron su carta en él y así no puede enterarse.

Doña Teresa Hau Noh y su marido, Martiniano –que es ayudante de peón en un rancho–, tienen 5 hijas pequeñas llamadas: Reina, Reyli, Leticia, Virginia y Suemy; una de ellas de 18 años pero con la inocencia de una de 8 debido a una discapacidad. Los padres manifestaron que hacen un enorme sacrificio para sacar adelante a sus hijas, pero que a veces no hay trabajo y eso les complica las cosas. Al preguntarles cómo pasarían la Navidad, Doña Teresa dijo que nunca han festejado esta fecha y que tampoco este año podrían hacer nada.

Esta humilde familia, que nos abrió su gran corazón, vive dentro de la ciudad y, aunque parezca increíble, cerca del centro de la misma.

Se pudo constatar las condiciones tan precarias en que viven y la necesidad que tienen de recibir un poco de lo que a muchos nos sobra o no afectaría nuestra economía. Hacer felices a otros, compartir el pan y cumplir con lo que Dios nos enseñó, pero más que nada, aliviar o hacer olvidar por un momento las penurias y la lucha diaria y constante de una familia como la mencionada.

(Texto y foto: Ariel Sánchez Gómez)

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