Roger Aguilar Cachón
El día de la Virgen de Guadalupe
Del cielo bajó, del cielo bajó
la Guadalupana…
Los días marcados como importantes en el calendario litúrgico católico son muchos y en cada uno de ellos, las personas que tienen determinada advocación por tal o cual santo dedican ese día con oraciones y otras manifestaciones de fe. Hoy, como ya hace 479 años, los mexicanos y las mexicanas celebran también, las apariciones de la Virgen del Tepeyac, de la Virgen Morena, de la Emperatriz de América, de la Virgen de Guadalupe. En estos días dedicados a la Virgen Morena –11 y 12 de diciembre– los mexicanos y las mexicanas, en general, y los yucatecos y yucatecas en particular, hacen caso omiso a sus preocupaciones del día, a la carestía de la vida y a otros problemas, para dedicarse estos días a celebrar a la madre de nosotros, a nuestra Virgen de Guadalupe, quien desde el cielo nos cuida y nos bendice.
Es una fiesta de alto rating, aglutinante, popular, por eso se puede ven en nuestra ciudad, a cualquier hora, días antes de este festejo, a numerosas peregrinaciones que vienen de diversos puntos de nuestro Estado trayendo la imagen de la Virgen de Guadalupe. Esta efigie, impresa en cualquier material, representa para los mexicanos y mexicanas un símbolo de nacionalidad, en este caso es una imagen que traspasa fronteras, podemos entonces hablar de un simbolismo religioso guadalupano. Una imagen que por más de cuatrocientos años –479 para ser más exactos– ha mantenida unida nuestra fe y ésta ha llegado a tener tanta importancia que el mismo Papa Juan Pablo II (q.e.p.d.) cada vez que llegaba a nuestro país se postraba ante su imagen.
Las manifestaciones de fe que se pueden concretizar los días 11 y 12 de este mes, de manera muy específica en la ciudad de México –lugar de su santuario mayor– de diversas maneras, además de procesiones y misas, en la ya famosa serenata guadalupana donde los artistas del momento y del ayer, llegan hasta los pies del cuadro de la Virgen de Guadalupe, en su Basílica, a cantarle y rendirle tributo. No debemos dudar que las lágrimas que se le escapan a algunos de los artistas son verdaderas y llenas de fe y en otros casos, mejor ni hablar. A estas serenatas, que se transmiten de manera directa y como dicen los comentaristas “totalmente en vivo” en los principales canales de televisión abierta y en cadena nacional, nos permiten ver la magnitud de la gente que llega a todas horas a manifestar su amor y devoción a la Virgen del Tepeyac, o va a pedir o dar gracias por un favor recibido.
La historia de las apariciones de la Virgen de Guadalupe al indígena Juan Diego está llena de fantasía y de romanticismo por los encargados de crearla, para poder imponer y cimentar entre los idólatras la religión católica. La historia cuenta que antes de la llegada de los españoles a suelo mexicano, los indígenas veneraban a una diosa denominada Nican Mopohua, misma que tendría cambios a la llegada de los frailes que vinieron con los conquistadores para imponer a la fuerza la religión católica, es decir, que la imagen indígena experimentará un sincretismo que hasta hoy se mantiene.
Las apariciones de la Virgen de Guadalupe ocurren entre los días comprendidos del 9 al 12 de diciembre y tiene como punto de encuentro el llamado cerro del Tepeyac. El protagonista terreno, es el hoy santo Juan Diego, de quien nos dice la historia que vivía con su tío Juan Bernardino en la comunidad de Cuautitlán, algunos historiadores mencionan que el protagonista era oriundo de Tultepec.
La historia comienza al despertar del día 9 de diciembre, cuando los rayos del sol comenzaban a irradiar y a calentar un poco, el indígena Juan Diego se apresuraba a dirigir sus pasos a Tlatelolco a recibir instrucción religiosa. Al pasar Juan Diego por las faldas del cerro del Tepeyac, le llamó la atención el escuchar un canto fuerte y sonoro de pájaros, lo raro es que no era común que en el campo hubiese pájaros, por la época invernal. Al ir en busca del lugar de origen de los trinos, Juan Diego se detuvo por completo al sentir en su vista el impacto del resplandor, así como por la sorpresa de lo que sus ojos veían. Una persona emergió en medio de la luz y le dijo; “Juanito, Juan Dieguito, el más pequeño de mis hijos. ¿A dónde vas?” Y Juan Diego, con problemas para articular palabras, logró decir “Señora y niña mía, tengo que llegar a tu casa en México Tlaltelolco a seguir las cosas divinas que nos dan y enseñan los sacerdotes delegados de Nuestro Señor”. La Virgen le explicó el motivo de su aparición y le pidió que acuda al Obispo de México, Fray Juan de Zumárraga, a decirle que la señora del Cielo le pide construyan una capilla en el cerro del Tepeyac. Una vez recibido el mensaje, Juan Diego continuó su camino y al terminar sus actividades. Pidió ver al Obispo, quien no le creyó ninguna palabra y le dijo que cuando vuelva a ver a la Virgen le pida una prueba de su existencia.
Al día siguiente, domingo 10, una vez que había participado en las celebraciones religiosas, previamente ya había visto de nueva cuenta a la Virgen, Juan Diego solicitó ver de nueva cuenta al Obispo Zumárraga, quien lleno de incredulidad, empezó a sospechar sobre lo que decía Juan Diego. El día 11, en que debía ver de nuevo a la Virgen, Juan Diego no pudo asistir ni a recibir la enseñanza a México, ni a ver de nueva cuenta al Obispo Zumárraga. La cancelación se debió a que su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo y Juan Diego no quería dejarlo solo en su casa. No fue a México.
El día 12 de diciembre, Juan Diego tomó la determinación de dejar a su tío solo y para no tardarse, también pensó en que tendría que rodear el cerro para no toparse con la Virgen y de esta manera no tardara tanto en regresar con su tío a su pueblo. Su misión era entrevistarse de nueva cuenta con el Obispo Zumárraga. Al tratar de rodear el cerro para no encontrarse con la Señora del Cielo no le da resultado a Juan Diego, ya que de nuevo se le apareció y al verlo de nuevo le preguntó el motivo de no haber ido al cerro a verla el día anterior. Juan Diego le dijo que su tío había estado enfermo y no quería dejarlo solo. Al escuchar esto, la Señora del Cielo le dijo que su tío desde ese momento ya estaba completamente sano y repuesto, y que ya no debía preocuparse más por él. Posteriormente, la Virgen dijo a Juan Diego que subiera un poco más al cerro, donde se habían visto por primera vez, y en el lugar que le indicara recogiera algunas flores que allí estaban para que se las llevara al Obispo Zumárraga como prueba. Esto le pareció muy raro a Juan Diego, ya que en esas fechas era imposible que florecieran. Pero siguiendo las indicaciones de la Virgen, Juan Diego subió hacia el lugar del primer encuentro y ante sus ojos estaban las flores más bellas que hubiera visto, eran rosas de Castilla. Con sumo cuidado las puso en su tilma y se dirigió a la ciudad llevando esta prueba de la existencia de la Señora del Cielo al Obispo Fray Juan de Zumárraga.
Al llegar todo presuroso a la ciudad de México, se dirigió al lugar donde estaba el Obispo Zumárraga, quien en ese momento se encontraba reunido con otras autoridades eclesiásticas y dijo a la persona que resguarda la puerta que necesita hablar con el Obispo, ya que traía consigo la prueba que él le había pedido para comprobar la existencia de la Señora del Cielo. Tenía las manos apretando su tilma. Le concedieron el permiso y al tener frente de él al Obispo, éste le preguntó sobre la prueba que le había pedido para comprobar la existencia de la Señora del Cielo, a lo que Juan Diego respondió de manera afirmativa y al desatar un extremo de la tilma, donde él había puesto las rosas de Castilla y otras flores, ocurrió el milagro.
El Obispo Zumárraga y las demás autoridades eclesiásticas que estaban en el recinto, cayeron de rodillas ante la tilma de Juan Diego, quien con asombro vio esta escena, a la par que cayeron de su ropa una cantidad de flores que con su aroma impregnaron el recinto. La figura de la Virgen se había plasmado en su tilma, y todas las personas lloraban y rezaban de la emoción. Fue la primera vez que se rindió culto a la Virgen de Guadalupe.
Desde ese momento hasta nuestros días, han pasado muchos años y la imagen de la Virgen de Guadalupe ocupa un lugar privilegiado en la religión y fe de los católicos mexicanos. Es tanta la fe de los que profesan la religión católica y su amor a la Virgen de Guadalupe, que desde hace algunos años tiene un santuario edificado para que sus fervientes vayan y le rindan el culto que ella merece. Durante todo el año, la Basílica de Guadalupe es visitada por propios y extraños, pero en estas fechas, la calzada, la explanada y la misma Basílica se llenan de personas que vienen unas a conocer la tilma donde está su imagen, otras más para pedirle favor o bien para darle las gracias por el favor recibido.
En nuestra ciudad, además de celebrarse las misas en la iglesia dedicada a la Virgen de Guadalupe, en el suburbio de San Cristóbal, es común que en los talleres que se encuentran en toda la ciudad se oficie misas, a las que trabajadores y sus familias acuden con la fe y el amor que nosotros, los yucatecos y yucatecas, sentimos por nuestra Madre del Cielo, por nuestra Emperatriz de América, por la Morenita del Tepeyac, por la Virgen de Guadalupe.
Es una tradición que ha perdurado la modernidad y sigue estando presente entre los mexicanos. Así que los que vayan a la plaza por estos días, deben de tener paciencia por el tráfico intenso que hay en sus alrededores. Así que será preferible, si es necesario ir por lugares cercanos al Santuario Guadalupano, acudir en camión, se ahorrarán mucho tiempo y paciencia.