José Antonio Cutz Medina
Asesinatos, robos, alcohol y drogas caracteriza el desarrollo desigual del municipio.
El ser humano vive ocupado, la brega por la subsistencia lo mantiene así, actúa conforme a sus necesidades o aspiraciones, ocupaciones cotidianas que tal vez no le permite observar algunos hechos sociales graves.
Es viernes, la vida común, comercial y turística de la tierra del gavilán blanco amaneció cimbrada por la sospecha del artero asesinato de un conocido abastecedor de carne que se suma a otros crímenes que la comunidad vallisoletana no olvida ni supera. Los problemas sociales que aquejan este municipio van en aumento.
Eran aproximadamente las 9 de la mañana cuando crucé por el pintoresco barrio de Bacalar, observé con extrañeza movimiento de patrullas, ambulancias y Semefo. La calle estaba acordonada, uno más, le dije a mi esposa. Al día siguiente, tanto medios escritos como digitales confirmaron la muerte de un integrante de conocida familia de la Sultana de Oriente. El hecho viene a recrudecer la manifiesta inseguridad que se respira en la noble y solidaria ciudad que décadas atrás se distinguía por ser un municipio que transpiraba paz y armonía social.
Por supuesto que extrañamos el Valladolid campirano y familiar, tal como el maestro Sergio Godoy lo describió magistralmente en sus redes sociales, sus palabras denotaban dolor y rabia, el poeta Javier Sicilia lo dijo de otra manera al ser informado del asesinato de uno de sus hijos, expresó con profundo dolor: “Estamos hasta la madre”. Me parece que el nihilismo está haciendo su aparición en el paraje social vallisoletano, los discursos y las buenas intenciones se encuentran en duda, éstas sucumben ante las múltiples realidades que cientos de familias observamos.
De ser ciertas las indagatorias que indican el brutal asesinato del conocido abastecedor de carne, ampliamente conocido y que gozó de gran estima y afecto en la comunidad, pone en entredicho el sistema de seguridad pública del municipio. Se observa una estrategia desigual, no es nada nuevo, a los sectores pudientes se les cuida más, los turistas están bien protegidos las 24 horas del día, los comercios del centro gozan de presencia policiaca, claro que es una necesidad, la seguridad es indispensable en lugares en desarrollo económico, aquí cabe preguntar ¿por qué se aplica un sistema de seguridad desigual?, ¿qué tipo de seguridad se brinda a las familias vallisoletanas comunes que vivimos en los barrios y comisarías del municipio?
Tal parece que la seguridad también es de estratos sociales. Por un sector se observan agentes y patrullas listos para intervenir, por el otro sector se observan calles en penumbras, ausencia de agentes en los barrios vulnerables, ausencia de programas que motivan la armonía social, casetas abandonadas ¿alguien podría explicar esta realidad? La seguridad es selectiva y clasista.
Valladolid ha crecido de manera desmesurada en los últimos años, pero, recalco, es un desarrollo desigual e inequitativo y los hechos lo demuestran. Hoy la heroica Saci’ si bien es cierto que se encuentra en una locura de crecimiento comercial, también es cierto que no prevé sus implicaciones. Cada día que amanece hay un negocio nuevo en el centro y sus alrededores, poco a poco las familias se retiran para vivir en condominios protegidos, a diferencia de la clase obrera que vive en las periferias o fraccionamientos lejanos que piden a gritos la presencia de programas de seguridad. Invito a darse una vuelta por la carretera antigua a la comisaría de Yalcón para corroborar o ir por los caminos que conduce hacia los rieles del tren.
El tejido social vallisoletano está hoy desgarrado, porque tal parece que hay un planteamiento en seguridad pública que presenta omisiones sociales. Quién no recuerda a mi amigo Gaudencio, el molinero asesinado algunos meses atrás, o al maestro de primaria acaecido en situaciones similares, hoy están quedando en el olvido, el caso lamentable de un amigo carnicero generacional me motiva a escribir estas líneas, Luis Mena.
Hoy, la ciudadanía vallisoletana está esperando una explicación de este sistema de seguridad marcadamente inequitativo. Todavía es un orgullo decir que la región Oriente se distingue por tener la riqueza cultural del pueblo maya, razón de ser del turismo y del despunte económico en la zona. Sin embargo, la esencia de la vida vallisoletana se encuentra en riesgo de perderse.
La espiral de violencia que genera este tipo de desarrollo nos ha alcanzado, la pobreza en aumento, la falta de oportunidades educativas, el desempleo, la desatención a las generaciones humildes y tejido social endeble ocasiona estos hechos lamentables. Es un dolor que hiere y hace sentir rabia e impotencia. La planeación estratégica (si es que la hay) nos está quedando a deber. Se requiere la creación de la policía científica local y de campo permanente, Valladolid lo amerita. Tenemos que repensar y restaurar la paz y la seguridad municipal, aún creemos que es posible. Esperamos acciones inmediatas.