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Yucatán

Niños y jóvenes indígenas sueñan con ser profesionistas

MAXCANU, Yucatán, 23 de febrero.- En la Casa del Niño Indígena, cerca de cien niños y jóvenes, hombres y mujeres, sueñan con ser profesionistas pero el problema es la marginación y la pobreza en la que viven en sus pueblos, en donde no cuentan con transporte público en su mayoría.

Sin embargo, han encontrado una alternativa que los mantiene felices pues en este lugar les brindan hospedaje y alimentación sin costo alguno, además de que les enseñan algunos oficios como el urdir hamacas, panadería y manejo de la planta purificadora de agua, de donde obtienen algunos ingresos para que se apoyen en material que requieren en sus escuelas.

En esta institución les brindan toda la atención para que cursen la primaria, secundaria, preparatoria y hasta una universidad, y en donde se pude sentir la gran familia que conforman estos muchachitos, niños y niñas, que afirman que: “Vale la pena estar lejos de nuestras familias toda la semana y sólo el fin ir a visitarlos, pero al final vendrá la recompensa cuando terminemos los estudios”.

Ellos no sólo son de comunidades de Yucatán, también vienen de otras entidades como Campeche, y por igual, sin distinción reciben la ayuda que les brinda un equipo profesional de trabajo que se encuentra al pendiente de que se respeten las normas y disciplinas entre estos estudiantes indígenas.

En este sentido, Junior Ronaldo Cumí Canul dijo que es muy complicado pagar todos los días transporte porque, los padres dedicados al campo o a otros empleos temporales no cuentan con el recurso para ello, ya que viven al día.

“Aquí tenemos lo necesario para estudiar, nos dan la alimentación y un lugar para dormir, no podemos ir y venir diariamente a nuestras casas y la escuela porque no tenemos dinero para pagar transporte y en esta casa es una gran ayuda, hay muchos proyectos, la panadería, el urdir de las hamacas y la planta de agua purificadora, nos ayudamos entre sí, somos como hermanos, somos una familia que queremos salir adelante, aprendemos un oficio y aparte nos dan una cantidad de dinero para ayudarnos en nuestros estudios, compramos material que se requiere, yo estoy en el plantel Halachó y otros van a otras escuelas diferentes, pero todos aquí en Maxcanú, a mí me gustaría ser nutriólogo, me estoy basando en higiene y salud que es lo básico, me gusta mucho y sé que son muchos años de estudio, pero cuando uno se tiene fe todo se puede, vale la pena el esfuerzo y valorar lo que los padres hacen por nosotros, tengo una hermanita y un hermano, quiero ser un ejemplo para ellos, que sigan mis pasos y que sean alguien en la vida y que juntos ayudemos a nuestros papás”.

Diana Natalia Keb Cauich, originaria del municipio de Halachó, vive circunstancias similares de pobreza pero con muchas ganas de salir adelante, de demostrar que sí se pueden lograr los objetivos cuando se lo proponen.

“Quiero seguir mi educación estando aquí y aprovechar las oportunidades; al estar dentro de esta Casa aprendo panadería y el urdido de las hamacas, en donde nos fomentan la cultura pero además podemos ayudarnos si queremos seguir estudiando, ahorita estoy en la especialidad de Ecoturismo en el Cecytey y creo que voy a irme a turismo en la Universidad Autónoma de Yucatán, (UADY), una vez que termine mis estudios quiero regresar aquí y animar a los niños a que sigan estudiando, que sigan sus metas, que salgan adelante y que sean alguien en la vida”, dijo.

Esta jovencita indígena de Halachó dirigió un mensaje a los que a temprana edad desafortunadamente han torcido sus vidas inclinándose hacia la drogadicción y el alcoholismo.

“Quiero decirles a todos que piensen muy bien, que el mundo es muy pequeño, tarde o temprano se van a arrepentir, probablemente no ahora pero cuando ellos quieran seguir adelante van a arrepentirse por no cumplir sus sueños y sus metas, a veces es mejor mirar hacia atrás y ver las cosas que hace uno y, si han cometido errores, no importa, pueden seguir adelante”, acotó.

A su vez, María del Mar Narváez Cruz, instructora y promotora cultural, es la encargada de enseñar a niños y jóvenes al oficio de urdir hamacas en esta Casa del Niño Indígena.

“Yo vengo de Campeche, soy promotora cultural, les enseño a los niños y jóvenes la historia de la hamaca, cómo elaborarlas, las orillas o el cuerpo de la hamaca y cómo venderlas, los estudiantes están a punto de terminar 16 hamacas que trabajaron durante seis meses de este proceso, poco a poco, a mi me deja una satisfacción muy personal el ver que aprenden un oficio para si en un futuro no tienen una carrera, lo vean como una fuente de trabajo y que sea de ayuda para ellos y sus familias, es mejor que salgan con la noción de una profesión para que no anden en las calles en vez de que se dediquen al alcoholismo o la drogadicción, que tengan un motivo de distraerse en casa y hasta pueden abrirse camino en la vida y poner su propio negocio”, señaló para POR ESTO! la joven profesionista.

Así mismo, agregó que son estudiantes de muchas comunidades indígenas, por lo que es importante que la sociedad los viste y compren los productos que se elaboran aquí para de esa manera ayudar a que sigan estudiando.

Por su parte, Manuel Zi Cantún dijo que él acude a comprar agua a esta Casa del Niño Indígena porque sabe que son chicos que están estudiando y que de esa manera contribuye con ellos con lo que paga para el agua, para que se apoyen para sus materiales de sus estudios.

“Yo vivo aquí cerca de esta Casa del Niño Indígena, yo vengo a comprar aquí el agua porque está más barata que en otros lados y a la vez ayudamos a los jóvenes a que sigan estudiando; ellos vienen acá, aquí duermen, aquí comen y yo creo que podemos poner un poco de nuestra parte para que ellos sigan y cumplan sus sueños, que no anden en las calles en malas andadas, yo quiero decirle a todos en Maxcanú que vengan a comprar aquí su agua, sus hamacas y que ayuden, que hagan una buena obra”, subrayó.

Finalmente, María Leticia Cueva Ojeda, quien es la Jefa de Casa, porque ya no existe la figura de directora, y coordina con su equipo de trabajo todas las actividades de este lugar, formativo, cultural y digital, mencionó: “Aquí atendemos a 93 niños y jóvenes que estudian primaria, secundaria, bachiller y universidad; ellos vienen de diferentes comunidades como Halachó, Cepeda, Santa María Acú, San Fernando, Chunchamil, Cucholoch, Dzitbalché, Dzidzibachi, San Rafael, Sacabchén, San Felipe, Citincabchén, Hunucmá, Santa Cruz Pueblo, Becal, Santo Domingo, Maxcanú, entre muchas partes más, aquí se les da alimentación y albergue, el Gobierno Federal a través del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) apoya con becas de mil pesos mensuales a los que tienen buenas calificaciones en el Cobay o bachiller”.

La entrevistada por el POR ESTO! dijo que el cantante Miguel Bosé donó lo necesario para los talleres del urdido de hamacas, la planta de agua purificada, la panadería y la sala de computación con 15 computadoras con internet, es la gran ventaja.

“Aquí conservamos la cultura a través del urdido de las hamacas, si un día un chico no termina una carrera al menos sepa un oficio, ahorita tenemos 17 principiantes que están aprendiendo el urdido, qué es un bastidor, cómo se arma, cómo empezar una hamaca, qué tipos de urdido, desde ahora y hasta junio ellos tienen que tener un avance, toman una hora diaria porque tienen tareas y también apoyamos a la economía de las familias dando a seis pesos el botellón de agua, la gente viene a comprarla aquí y la idea es que los jóvenes aprendan”, abundó.

Todo el dinero que se recauda es para en el caso de las hamacas comprar más hilo y enseñar a más estudiantes, al igual que en la panadería y los otros talleres, así continúan con los proyectos y no se quedan parados.

“Hace como dos años tuvimos un diplomado, fueron doce muchachos y varios de ellos estudiaron gastronomía y ahora trabajan en hoteles de Mérida, por eso nos da gusto que el trabajo que se hace rinde frutos, muchos regresan el 10 de mayo, el día del maestro o simplemente cuando están de vacaciones, hay caras que a veces no te acuerdas de ellas pero da mucho gusto verlos que son buenas personas, a mi me pasó una vez en Mérida, de pronto alguien me agarró del hombro, yo estaba de espaldas y me dio miedo, entonces me dice, “ya te asusté, no te acuerdas de mí, soy tu alumno de Cepeda, acabo de regresar de Playa del Carmen, la vi y la quise saludar”; te da gusto, vale la pena el trabajo que hacemos, aquí han salido maestros, licenciados, de muchas profesiones, es cierto que no todos continúan pero la gran mayoría sí encuentran un buen trabajo, aquí se les da el apoyo hasta que terminan la carrera universitaria”, concluyó la Jefa de Casa, quien amablemente recibió al POR ESTO!

(Texto y fotos: José Luis Díaz Pérez)

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