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El suplente de un prodigio

El matemático Albert Einstein, después de ganar el Premio Nobel en 1921, recibió muchas invitaciones para dar conferencias y un día le dijo a su chofer que ya estaba cansado de repetir siempre lo mismo y éste le contestó:

-He escuchado sus conferencias tantas veces que puedo sustituirle, si me lo permite.

Einstein le tomó la palabra, así que se prepararon y en la siguiente lo suplantó.

Todo está muy bien hasta que alguien hizo una pregunta cuya respuesta no sabía el impostor, sin embargo, repuso:

-Señor, su pregunta es tan sencilla que hasta mi chofer le puede contestar, así que dejaré que lo haga.

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