Yucatán

Si este mundo fuera más justo…

“Si la justicia existe, tiene que ser para todos; nadie puede quedar excluido, de lo contrario ya no sería justicia.”Paul Auster

Si la vida fuese una cuestión de actitud, la vida sería más fácil para muchos y mucha gente probablemente estaría satisfecha en el lugar que ocupa hoy. En estos tiempos no basta solamente con querer y luchar para alcanzar aquello que deseamos, es necesario luchar por una justicia que muchas veces nunca llegue, probablemente porque el mundo está viciado o la frase de “querer es poder” ya no sea suficiente.

Dicen que el poder más grande que tiene el ser humano es la mente, y en cierta forma es una gran verdad, pero si la mente pudiera lograr todo aquello que soñamos, entonces todos querrían pensar y soñar con una vida y un mundo mejor. A veces es desgarrante estar frente a los problemas y saber que hay que mantener callados los pensamientos para que éstos no se desborden y la verdad no fluya y se diga a unos oídos que no escuchan, a otras mentes que están dormidas a unos ojos que están cerrados y no perciben actitudes ni esfuerzos embebidos en sus propios mundos, como si no fuéramos todos parte del mismo.

La vida fluye así para muchos, como si fuera un río interminable que nunca va a desembocar en el mar de la realidad donde las cosas son diferentes, donde es necesario mostrar de qué está llena la cabeza, (si es que adentro se encuentra algo), donde la vanidad no tiene cabida, y los aplausos son inaudibles y todos somos iguales, con las mismas oportunidades, vulnerables como todos, como si hubiéramos sido reseteados y nos encontráramos con las mismas oportunidades como todos los demás.

Un mundo así tan fantasioso borraría cualquier etiqueta o estigma que tenemos de las personas, y nos encontraríamos en igualdad de circunstancias para luchar por nuestro lugar en la vida, y éste nos sería concedido, porque no existirían imposibles, en un mundo justo donde los pobres pudieran gozar de los mismos derechos y oportunidades que los más afortunados, donde las jerarquías no se dieran por el lugar que se ocupa en un puesto o por la cantidad de riqueza acumulada, sino por los valores y las acciones que se han realizado a lo largo de la vida que han ayudado a crear un mundo mejor.

Solamente quizá sea un deseo o un sueño que la mente crea para defenderse de tanta desigualdad y ambición, pero sobre todo de la vanidad que nos rodea y nos impide ser más de lo que queremos, no importando el esfuerzo que pongamos en ello o las capacidades que poseamos para ser más de lo que nos ven, para no ser débiles y cambiar nuestra dignidad por las necesidades que muchos tenemos y que a duras penas logramos satisfacer.

Vivir dignamente no nos da de comer, pero no nos carcome la mente ni permite que traicionemos lo que realmente somos, nos salva muchas veces de la frustración de no poder demostrar nuestra valía, de la que nadie está interesado, porque en el mundo de los “importantes” no hay tiempo para detenerse en lo que consideran una nimiedad o asunto de poca importancia.

La preparación en estos casos sirve de poco, son pocos los que quieren conocer nuestras facultades y aprovechar nuestro potencial que nuestra mente sabe que tenemos, que no son producto de nuestra imaginación, que están sustentadas con hechos que ya han sido olvidados o muchas veces desestimados, lo que muchas veces nos produce frustración pero no olvido de quiénes somos y de lo que somos capaces de hacer.

En este caso hay que agradecerle a la mente que nos haga fuertes y no nos deje olvidarlo, que los pocos logros que nos sean reconocidos sean un motor que nos ayude a no claudicar y mantenernos de pie fieles a lo que somos y a nuestros ideales, en ese aspecto, hay que reconocerle su valía para no desmoronarnos en un mundo tan lleno de injusticias que a muchos nos es difícil comprender y sobre todo aceptar.

La lucha por no claudicar es difícil, la idea de cambiar las cosas no debe cesar, llegará un momento en el que podamos encontrar una trinchera en la que podamos erradicar ese pensamiento tan superficial que parece envolver nuestro entorno, donde los aplausos se escuchen por las obras buenas, por haber logrado hacer algo por la gente vulnerable, por haber reconocido que nadie es dueño absoluto de la verdad, y que algún día este mundo será más justo.