Yucatán

La educación como bandera

Lorenzo Salas González

A diferencia del sexenio anterior, en el que la simulación llegó a extremos inconcebibles y en el que la corrupción se enseñoreó en todos los ámbitoes educativos, esta vez el Presidente Andrés Manuel López Obrador ha tomado con toda seriedad y cautela el Nuevo Plan Educativo y los cambios se están dando a la vista de todos, pues el Congreso de la Unión está transmitiendo todos los días las aportaciones y propuestas de los docentes, especialistas, directivos, padres de familia y hasta de niños y adolescentes, lo que es un acierto.

Los que hemos estado siguiendo hasta la madrugada las transmisiones del Canal del Congreso, nos vamos haciendo una idea del nivel de calidad de los participantes, de donde obtenemos convergencias y divergencias o nos enteramos de los anturales errores de quienes ansiosamente desean hacerse notar y que creen que están descubriendo el agua tibia o asoman sus feos rostroas los errores garrafales, como quien afirmó que Platón nació en el año de 1872. Tal vez la Doctora en Pedagogía que afirmó vairas veces semejante barbaridad haya estudiado en una de las universidades a las que Felipe Caldcerón les canceló la cátedra en Filosofía con el pererino argumento de que las ciencias del pensamiento eran inservibles, que era mucho mejor estudiar economía... como si una y otra fueran excluyentes. Bueno, en el neoliberalismo tal vez.

Algunas de las intervenciones más interesantes fueron las de quienes analizaron la “reforma educativa” anterior y propusieron los cambios aue consideraron más pertinentes y acertados, como pore ejemplo eliminar todo sesgo que llevara al neoliberalismo depredador y este Plan se ajustara estrictamente a lo pedagógicp, lo educativo, lo didáctico. Y mejor: alejar en lo posible la política partidista, que fue lo que destruyó la educación mexicana durante décadas.

Varias ponencias se basaron en una exigencia: que se incluya en planes y programas la educación para sordos, la que actualmente está hecha a un lado injusta e indebidamente. Por nuestra parte, incluiría al Braille como un necesario lenguaje comunicativo y que se reflexionara acerca de poner en manos de un docente que no sabe ni le interesa tal forma de comunicación. Además, habría que pensar bien en la estrategia de colocar en una misma aula a quienes padecen de alguna discapacidad (motriz, auditiva, visual,) y que no tengan al frente a un docente que descocozca cómo manejar tales aprendizajes. La educación es de todos, por todos, para todos.