Afirma Ariel Avilés Marín
“La crónica existe desde que existe el hombre, las formas testimoniales se han plasmado a lo largo de la historia humana desde los tiempos más remotos”, expuso ayer el profesor Ariel Avilés Marín en su ponencia “Testimonio de vida de la historia humana”, al participar en el IV Seminario Internacional de Periodismo, en el marco del 28 aniversario de los Diarios POR ESTO! y de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY) 2019.
Aseveró que entre la historiografía y la crónica existe una diferencia esencial y está en el origen de su concepción, pues la primera es el producto de la investigación acuciosa, de la obtención de pruebas testimoniales, documentales, objetivas e irrefutables, mientras que la segunda tiene el valor arrollador de su carácter testimonial de los hechos consignados.
Las llamadas pinturas rupestres, ejecutadas en las paredes naturales de roca –resaltó–, son verdaderas narraciones testimoniales, si bien, son pictóricas, son crónicas por ser ese el lenguaje y el código de comunicación de los hombres de esas épocas remotas y primigenias. Las Cuevas de Altamira, en Cantabria, España, son muestra de ello, y datan de una antigüedad de más de treinta y cinco mil seiscientos años.
Más ejemplos
Agregó que los romances del Cid también son crónicas, los humildes y trashumantes juglares, cronistas eran y llevaban de pueblo en pueblo las noticias de los sucesos más trascendentes del mundo de entonces. Su labor de narración e información, llenan toda una época de oro en el género de la crónica.
Observó que las Cartas de Relación, de Hernán Cortés; la Historia General de las Indias, de Francisco López de Gomara; la Historia General de las Cosas de la Nueva España, de Bernardino de Sahagún, son crónicas, pues son narraciones testimoniales, sus autores son testigos a visu e incluso actores de los sucesos narrados.
Avilés Marín indicó qué crónicas se encuentran en las formas más disímbolas e increíbles. Las piedras labradas del antiguo Imperio Egipcio, como la famosa Piedra Rosette, son crónicas de épocas y gestiones de sus reyes y faraones.
Las grandes estelas de piedra de los antiguos mayas, consignan hechos y sucesos históricos y trascendentes para esta cultura, dejan testimonio de hechos de gran importancia, luego entonces, crónicas son también. Lo poco que ha se ha logrado interpretar de los códices mayas, nos dan la noticia de que ellos también son obra de cronistas de esa época.
Subrayó que cultivar la crónica significa un dominio y manejo del lenguaje figurado, de una cultura general profunda que permita salpicar la narración del hecho con citas y símiles que le den amenidad y una forma literaria. El manejo superior del lenguaje es el que ha de permitir al autor transitar de la nota sencilla y correcta, a la crónica sabrosa y con espíritu.
Finalmente señaló que la crónica es un género literario y periodístico al que se llega con el ejercicio del mismo. “Hay que escribir, hay que meter la pata, hay que saber reconocerlo, día a día, nuestro trabajo se irá depurando por el ejercicio mismo de su práctica. Hay que escribir mucho, escribir siempre, no desanimarse por fallar. Hay que recordar que nadie nace sabiendo, y que, echando a perder, se aprende. Crónicas, crónicas, crónicas, ¡hay que llenar muchas planas de crónicas!”.
Presencia diaria
A su vez, Gaspar Gómez Chacón resaltó que la crónica es un género literario que resulta de la recopilación de hechos narrados siguiendo un orden cronológico, en el devenir de los pueblos.
Dijo que tan arraigada está la crónica entre la sociedad, que en los tiempos actuales hace presencia diaria en los medios masivos de comunicación en sus diversas modalidades: deportiva, social, política y otras.
Mencionó nombres de grandes cronistas extranjeros, mexicanos y locales, entre ellos a Ricardo Mimenza Castillo, cuya crónica política del Primer Congreso Feminista de Yucatán, lo consideró el más importante y trascendente en ese campo.
En síntesis –continuó–, podemos afirmar que Yucatán ha sido tierra propicia para los oficiantes de la crónica y que a lo largo de una jornada de 100 años, el conjunto de reseñas, notas críticas, descripciones, observaciones, referencias doctrinarias y transcripciones breves de escritores de los grandes pensadores de aquella época contenidas en ese libro de Mimenza Castillo, son la expresión más depurada y más completa, de lo que ha sido la crónica entre nosotros.
(Rafael Mis Cobá)