Yucatán

Objetos y hábitos de la vieja Mérida (II)

Roldán Peniche Barrera

Yucatán Insólito

El grato comedor

Todos querían acudir al comedor, por lo menos a conversar y a fumar. Claro, era más ostentoso que la misma sala con su gran mesa cubierta de un mantel bordado por la propia dueña de la casa. Había mesas para cuatro o para seis personas y también todo era de madera y las asentaderas de petatillo. No faltaban las escupideras, que los fámulos/as lavarían más tarde.

Rodeando a la mesa y a sus sillas, veíamos los muebles donde los propietarios mantenían bajo 7 llaves en grandes vitrinas y un aparador, los lujos de los banquetes. Tanto la una como el otro tenían puertas de cristal que nos permitían contemplar a gusto la vajilla de Bohemia (no todas lo eran, por supuesto) los cubiertos de plata o imitación de plata, figurillas de tinte europeo que los tíos o los abuelos de los anfitriones habían adquirido en alguno de sus viajes a la Europa y se los habían obsequiado como regalo de bodas o de cualquier aniversario, so pretexto para una buena tragadera. Había otro mueble que llamaban “trinchador” (lamentablemente eliminado de los diccionarios modernos) que para nosotros era el mismo aparador.

El lavamanos en el comedor

Hoy el lavamanos se encuentra en el baño de visitas o en cualquier otro baño. Pero en los 30 y los 40 (y en algunos años más) estaba más a la mano, en el propio comedor, sin importar lo feo de su presencia. Después de levarse las manos, a un lado, clavado en la pared, estaba montado sobre un colgadero un paño, por lo general, limpio y exclusivamente para secarse las manos. Era común colgar también un cuadro de La Ultima Cena (la de Da Vinci, naturalmente) en una de las paredes de la pieza. Regularmente el comedor daba al patio o a un jardín de la casa y como muchos hogares no contaban todavía con baño de visitas, se dirigían con cierto disimulo al patio o al jardín a regar las flores. Las damas usaban el baño casero.

(Proseguiremos mañana)