Ariel Avilés Marín ¡Vámonos al cine! Era una expresión que, dicha por mi padre, constituía un motivo de fiesta en la casa. Para entender la profundidad de esta expresión, es necesario entender las circunstancias de vida de una Mérida que fue, que fue hace más de cincuenta años.
Para entender estas circunstancias tenemos que ubicar que, en aquel entonces, no existían los medios de comunicación masiva, no había redes sociales, no existía aún el internet, ni siquiera había llegado a nosotros la televisión. Los aparatos de radio transmisión eran el centro de reunión de las familias. Para nosotros, preadolescentes en aquel tiempo, la una treinta de la tarde, era una hora sagrada, nadie estaba dispuesto a perderse al capítulo del día de “Luis Dragón, el Conquistador del Espacio”, una radio novela que, para nosotros, era como para el público de hoy, “La Guerra de las Galaxias”; así pues, el cine, era el atractivo de tono mayor para todos los integrantes de cualquier familia.
En la Mérida de fines de los 50’s y principio de los 60’s, existía una amplia variedad de salas de cine que ofrecían las más diversas programaciones al público que a ellas se volcaba. Para dar referencia de las salas de cine de esa época, dividiremos las salas de Mérida en dos clases: Las salas del centro de la ciudad y las salas de los antiguos barrios y colonias.
En el centro de la ciudad, a la vez, se podría hablar de dos categorías de salas: Las que proyectaban películas nacionales y las que se especializaban en películas extranjeras, primordialmente de las producidas en Hollywood. Las salas que proyectaban las producciones del cine nacional lo fueron los hoy desaparecidos Cine Aladino, el Cine Principal y nuestro coliseo de la cultura en la actualidad, el Peón Contreras.
El Cine Aladino, que estaba en la calle 60 con la 65, tuvo una inauguración que fue todo un acontecimiento, a la ceremonia concurrió el gran actor yucateco Arturo de Córdoba; su arquitectura modernista incluyó por primera vez en un cine la existencia de una cafetería, como hoy es común en todas las salas; en su vestíbulo tenía un gran mural, obra del gran artista plástico Ermilo Torre Gamboa. El Cine Principal, que antes había sido un importante teatro, ocupaba el local de lo que hoy es el Teatro Daniel Ayala. El Peón Contreras, en su etapa como sala de cine, sufrió muy graves deterioros, además que, en los niveles superiores, al amparo de la obscuridad de la función, se cometía una variedad muy amplia de actos reñidos con la moral.
La sala más lujosa de la ciudad era el Cine Mérida, hoy Teatro Armando Manzanero, una verdadera joya arquitectónica del Art Decó. Era muy común que la gente accediera a la sala mucho antes de que iniciara la función con el objeto de ver, como todo un espectáculo, que se levantara el gran telón de terciopelo rojo. Le seguía en categoría el Cine Cantarell, en la calle 60 con 59, hoy convertido en un negocio comercial de electrodomésticos. Estas dos salas rivalizaban en presentar estrenos muy esperados, que se anunciaban como funciones Avant Premiere.
Deambulando por el centro de esa Mérida de entonces, se llegaba al Cine Apolo, que estaba en la calle 60, casi llegando a Santa Lucía, hoy convertido en un estacionamiento público para automóviles; el Apolo se convirtió luego en el Olimpia Vistarama, antes de desaparecer. En la calle 62 con 57, estuvo ubicado el Cine Colonial, que también antes había sido teatro. Esta sala, en el mes de junio de cada año, proyectaba una semana de películas antiguas bajo el nombre de “La Semana del Recuerdo”, donde tuvimos la oportunidad de conocer las actuaciones de estrellas como Janet Mac Donald, Nelson Edy, Greta Garbo, Norma Shirer, Tyrone Power, Lana Turner o Clark Gable. Después de demolido el Colonial, se edificó una especie de cajón de concreto en el que funcionó brevemente el Cinema Premier y también fue demolido y convertido en un estacionamiento de varios pisos. Al llegar a la Plaza Grande, después de los portales de la Casa del Alguacil, donde se alberga la Sorbetería Colón, en un edificio que conserva la fachada de un viejo caserón colonial, se hallaba el Cine Novedades, si bien la fachada era colonial, el interior de la sala era totalmente Art Decó y su cielo raso tenía luna y estrellitas.
A la vuelta de la Plaza Grande, sobre la calle 63, estaba el Cine Yucatán, que también fue un exitoso teatro en el que con frecuencia se presentaba la Compañía de Operetas y Zarzuelas Fornés-Medel, de la cubana Rosita Fornés. El fuego hizo presa del viejo galerón y hoy es un centro comercial; por cierto, ahí vi el estreno de la primera versión de King Kong. Caminando de nuevo por la calle 60, al llegar al Parque Hidalgo, nos topamos con el Teatro Fantasio, que por un largo período funcionó exitosamente como cine; este memorable teatro está en peligro pues sus propietarios están interesados en cambiar el giro del local y demolerlo, gracias a que lo ha tomado en alquiler Carlos Espejel lo está defendiendo. La historia del Fantasio como teatro, es de la mayor importancia en la cultura local, pero esto es tema como para otra plática. Muy cerca de ahí, en la calle 58, donde funcionó muchos años el antiguo Hotel Itzá, funcionó brevemente el Cine Internacional. Por último, en el cruce de las calles 59 y 68, también un breve tiempo, funcionó el conocido como Cinema 59. Con esta sala terminamos con los cines del centro de la ciudad.
Los antiguos barrios de Mérida tenían cada uno su cine. El antiguo y populoso barrio de Santa Ana tuvo por muchos años, al costado del parque, sobre la calle 60, al inolvidable Cine Encanto, sala a la que concurríamos siendo niños, mis primos y yo, a ver hasta tres películas de Tarzán, de las de Johnny Weissmüller, o veinte rollos de caricaturas de Tom y Jerry; luego, ya estudiante de secundaria de la Modelo, con varios amigos, nos escapábamos de la clase de deportes de Don Juan N. Cuevas, para ir al Encanto a ver antiguas películas mexicanas, donde nos tocó ver los primeros desnudos del cine nacional, hechos por Amanda del Llano.
El barrio de la Mejorada tuvo el Cine Alcázar sobre la calle 57, hoy lamentablemente convertido en estacionamiento como otros. De profunda entraña para mí fue el Cine San Juan, al que con muchísima frecuencia asistía con todos mis hermanos, ya que vivíamos a tan sólo dos cuadras de él; muchas veces, íbamos al parque a patinar y al quitarnos, entrábamos al San Juan, hasta con los patines y hasta patinábamos en los pasillos. El barrio de Santiago, era un barrio afortunado, fue el único que tuvo dos salas de cine: El Rex, que antes fue el Teatro Apolo y que, afortunadamente hasta hoy existe en la calle 57, y el Rialto, que estaba en la calle 72 y hoy es un súper mercado. Bien podríamos decir que Santiago tuvo tres salas de cine, si contamos también el Cinema 59 que estaba a una esquina del parque.
En los años 1947 y 1948 se construyó la Colonia Miguel Alemán bajo el diseño y dirección del ingeniero austriaco Juan Riess; muy pronto esta colonia contó con su propio cine, el inolvidable Cine Maya, del popular “Huach Almeida”, estaba situado en la avenida 26 entre las calles 21 y 19 y era de arquitectura neomayista; muchos años funcionó con gran éxito y también fue usado como teatro; en 1992, un incendio lo consumió por completo. El Sur de Mérida contó también con una sala de cine, estaba en la Colonia Delio Moreno, en la calle 95 entre 62 y 64, era el Cine Pedro Infante que, luego fue Infantilandia y hoy alberga un supermercado.
El antiguo barrio de San Cristóbal tuvo un salón con un concepto diferente, el Salón Esmeralda, que funcionaba como sala de cine y también como salón de baile, por ese motivo sus butacas eran removibles; eran unas largas filas de butacas de madera que, cuando había bailes en el salón, se colocaban alrededor de la pista de baile y en el proscenio, delante de la pantalla, se situaba la orquesta. En la década de los 70’s, en el Reparto Dolores Patrón, sobre la avenida Reforma, se inauguró el Cine Colón, sala que ha tenido diversas etapas y usos, Héctor Herrera “Cholo” lo convirtió en teatro por un tiempo, ha permanecido cerrado por temporadas y hoy está funcionando con regularidad.
Existieron también un par de salas de cine totalmente peculiares. El Cine Petén Itzá, que se encontraba sobre la Avenida de los Itzaes entre 47 y 45, era de madera y no tenía techo, por lo que la luz de la Luna alumbraba las funciones nocturnas; esta sala proyectaba películas antiguas que no se veían en otras salas, por lo que gozó de mucha popularidad, actualmente su local alberga a la Óptica Tolosa. El otro era el Cine Itzá, que estaba por el rumbo de la Colonia Miraflores, era una casa particular cuya terraza posterior se había adaptado como sala de proyecciones, estaba situado en la calle 65, muy cercano a la Plaza Oriente. Congregaba a la gente del rumbo y también gozó de gran popularidad.
Por último, haremos referencia de cines de épocas muy anteriores; de hecho, la primera proyección de cine en la ciudad de Mérida, se efectuó en el desaparecido y llorado Circo Teatro Yucateco, siempre en el barrio de Santiago, puede decirse que Santiago y el cine han estado ligados indisolublemente.
Mi madre me hablaba de un antiguo cine en la calle 60 entre 73 y 75, el Cine Hidalgo, del cual sólo conocí la vieja y enorme pantalla que estaba situada al fondo de los patios de dos casas contiguas, la de la familia López Pacheco y la de la familia Mendoza Abad. Por su parte, mi padre me contó de la existencia del Salón Paté, situado en Santa Ana, en el cruce de las calles 60 y 47, que funcionó en forma semejante al Salón Esmeralda de San Cristóbal, con sillas de plegar que se retiraban para dar bailes y se ordenaban en filas para las proyecciones de cine, el lugar se llamó posteriormente Cine Montejo y el local lo ocupan hoy oficinas del ISSSTEY.
El ir al cine, tenía entonces una connotación familiar que al día de hoy, resulta muy difícil comprender. Era uno de los pocos pasatiempos de los que se podía disfrutar en la Mérida de hace más de media centuria. De tal manera que, decir ¡Vámonos al cine! Era un grito de fiesta y alegría.
*Texto presentado en el marco de la FILEY para la actividad del mismo nombre.