La conversión verdadera y auténtica es clave para seguir viviendo la Cuaresma, para mirar la grandeza de Dios, mirar nuestra pequeñez, pero Dios que mira nuestra pequeñez con ojos de misericordia nos da su gracia para que crezcamos a la altura de su hijo Jesucristo; que ese sea nuestro propósito, dijo el Obispo Auxiliar Monseñor Pedro Mena Díaz, en la misa de confirmaciones que ofició ayer por la mañana en la Iglesia Catedral.
Recibieron la confirmación María Guadalupe Vázquez, Fátima de Jesús Zepeda Paredes y Omar Fenicio Basulto Germán, entre otros.
El prelado añadió:
—Hermanos, este Domingo Cuarto de Cuaresma tiene un nombre el latín que significa “gozo y alegría”. Y aunque estamos en este tiempo penitencial, la Iglesia quiere subrayar que estamos cerca de la gran celebración de nuestra fe y por eso tiene este detalle que nos recuerda que debemos seguir viviendo nuestra Cuaresma con nuestra oración, con nuestra penitencia, con nuestro ayuno, con nuestros sacrificios, porque vale la pena lo que vamos a celebrar cuando termine la Cuaresma, la Muerte y la Resurrección de Cristo.
Por eso la oración de este domingo dice que sigamos viviendo ese tiempo de Cuaresma con fe viva, y nosotros cuando contemplamos la palabra del Señor encontramos razones para tener la fe viva, para alegrarse por lo que vamos a celebrar, porque el mismo evangelio nos habla de que hubo una fiesta. ¿Qué es lo que nos ha venido a contar hoy Jesucristo en el evangelio?
¡Qué parábola tan maravillosa nos ha presentado para motivarnos, para alegrar nuestro corazón! Nos habla pues de dos hijos y pudiéramos decir en nuestro lenguaje cotidiano -la oveja negra y la oveja blanca-; así muchas veces nos hemos referido cuando hay varios hijos y se dice que hay uno que es la oveja negra y los otros dicen que son blancos o al menos grises, pero siempre celebramos ese contraste.
Yo puedo decir, que hoy la parábola nos dice que la oveja negra se convirtió en blanca y la blanca en negra, porque a la oveja negra, el hermano menor, cuando el padre les ha repartido la herencia, la oveja negra, el hermanito, el que se pensaba que no tenía mucha capacidad de razonar y se dejaba llevar por sus impulsos, como sucede hoy en día, la sensación, las emociones, son las que van dictando el vivir de cada día, vivimos en un mundo hiper-sensibilizado y te va teniendo como resultado, lo que le pasó a la oveja negra, a este hermanito de la parábola, despilfarrando hasta llegar a compararse con el animal, que en el tiempo de Jesús era maldito, el cerdo, porque se dejó llevar por sus emociones y hasta perderlo todo.
En cambio la oveja blanca estaba en la casa cuidando de los bienes, no despilfarraba el dinero, lo estaba cuidando; ¿Qué es lo que nos cuenta la parábola? Como que hubo un cambio, el cambio vino por lo que nosotros hemos respondido del salmo: haz la prueba y verás qué bueno es el Señor.
El cambio vino y la oveja negra que había despilfarrado todo, se puso a pensar la calidad de padre que tenía y que nos presenta ese padre bondadoso: en casa de mi padre todos son tratados bien, hasta los sirvientes; pudo reflexionar, no perdió esa capacidad de descubrir la bondad de su padre, y pensando en su padre, que era bueno, tomó una decisión, no sé acobardó, fue a afrontar su vergüenza y regresó a la casa del padre, ¡Me levantaré e iré a mi padre, le diré con la cara avergonzado: padre, he pecado contra el cielo y contra ti, no merezco ser hijo tuyo!, y además asumió su penitencia diciendo: trátame como a uno de tus sirvientes, no como tu hijo; es hacer penitencia, si tú me aceptas de nuevo en tu casa.
La oveja negra se levantó fue a casa de su padre, dio la cara, reconoció su pecado y aunque sabía que su padre era bueno, no se imaginó todo lo extraordinariamente bueno que era su padre, no se imagino que iba a ser, ni siquiera le dejó que diga su penitencia, porque estaba perdido, lo hemos encontrado, estaba muerto y vino la fiesta; así es como la oveja negra se convirtió en oveja blanca, pero la oveja blanca que estaba junto al padre, estaba cuidando los bienes, en su corazón se había alegrado de que su hermanito se haya ido, porque se iba a quedar con todo, solo pensada: “mi padre es un viejito ya pronto se va a morir y me voy a quedar con todo”; vale la pena sacrificarse porque me voy a quedar con todo; la oveja blanca, el hermano mayor, no conocía la bondad de su padre, no conocía la misericordia de su padre, estaba con él pero no lo conocía: por eso es el reclamo: “siempre he estado contigo y ni siquiera me has dado un cabrito para que yo haga una fiesta con mis amigos”. ¿Hasta dónde llega su egoísmo que al llegar su hermanito era de su propia sangre, pero dice: ese hijo tuyo ya no es mi hermano, ese hijo tuyo? Así se convirtió en la oveja negra.
Sigamos preparando nuestro corazón, nuestra vida para presentarnos el Viernes Santo con el corazón marchito, con el corazón adolorido y aceptar que hemos pecado, al no reconocer el sacrificio de tu hijo por el mío, pero quiero estar contigo, quiero tener una nueva vida contigo; reflexionemos si estamos dejando pasar la cuaresma con los mismos sentimientos con que hemos vivido, con mi cerrazón conmigo mismo, por no querer perdonar al que me ha hecho daño o no tender la mano al que lo necesita, dejando y mirando pasar los días y cuando termine la Semana Santa, decir, ahora voy a poder comer pollo, hasta los viernes, como si lo practicáramos todo tiempo y así podemos pensar que somos ovejas blancas con normalidad cuando en realidad somos siempre ovejas negras.
La clave es buscar regresar al padre, la clave es volver a mirar la sagrada escritura y pensar quién es este Dios maravilloso que me ha creado, quién es este Dios maravilloso que ha enviado a su hijo para redimirme, quién es este Dios que mira mi pecado, pero mira también mi capacidad de regresar a Él y me da su gracia para confesarme y con el alimento de la carestía volver a Él.
Por eso, la clave para seguir viviendo de la cuaresma es la conversión, la verdadera y auténtica conversión, para poder mirar la grandeza de Dios y mirar nuestra pequeñez, pero Dios que mira nuestra pequeñez con ojos de misericordia, nos da su gracia para que crezcamos a la altura de su hijo Jesucristo. Que este sea nuestro propósito en esta Cuaresma, concluyó.
(Víctor Lara Martínez)