Conrado Roche Reyes
El famoso e influyente empresario y promotor llegó a aquella lejana población del interior del estado. No era la primera que la visitaba, ya lo había hecho en otras anteriormente y por el mismo motivo, y con éxito en su encomienda. Por tanto, el presidente municipal de este lugar lo recibió con grandes muestras de afecto, dado el impulso que nuestro personaje imprimiría a esta comunidad. La idea del promotor era, según él, descentralizar el concurso de Señorita Yucatán. Al explicar sus planes al alcalde, el principal motivo de su brillante idea era que siempre concursaban en el estatal nada más chicas de la Ciudad de Mérida, excepto una o dos excepciones. No era justo. Lo que él pretendía era que una muchacha del interior entrara al concurso estatal de Miss Yucatán para sacudirse del yugo meridano. “Seguro ganamos, señor presidente municipal -decía- ya tengo inscritas a ocho chicas más de otras tantas comunidades y la final la haremos precisamente en Mérida, en un bofetón con guante blanco a los centralistas meridanos.”
El “Ingeniero”, porque además de empresario era profesionista, convenció al último de los alcaldes de una lista que previamente había hecho para el concurso comunitario. De tal evento, saldría la chica que competiría en el de Señorita Yucatán y en el certamen nacional de Miss México.
Las nueve inscritas con el “ingeniero”, eran realmente hermosas. Flores del henequenal -aunque sin henequenales-, guapísimas todas, ya sabían las reglas del certamen que se efectuaría tres semanas después. Por supuesto previo pago de una cuota de inscripción y un depósito de “recuperación”. Evidentemente ellas cubrirían sus gastos.
El magno evento se realizaría en la amplia terraza del “ingeniero”, una vieja casona en las afueras de la ciudad de Mérida. Constaría como en todo concurso de esta índole que se precie, de tres etapas: traje de noche, traje regional y traje de baño.
Como no hay plazo que no se cumpla, la noche esperada fueron arribando a la casona las concursantes en carros de diferentes clases. Algunos nuevos, algunos destartalados y algunas en taxi.
El público, lo constituían las familias de las concursantes y la del “ingeniero”. Antes del concurso, éste les tomó sus medidas a cada una de ellas en ropa interior. Deslumbre de hermosura, pura linda hermosa flor del Mayab.
La hora llegó, con pequeño micrófono de grabadora portátil -no se había inventado aún el cassette- , una a una fueron pasando por la “pasarela en las diversas fases del concurso.
“Muy buenas noches querido público, mi nombre es Teresita Espadas y represento al municipio de Kinchil, mi mayor aspiración….bla, bla, bla….” Aplausos.
“Buenas noches, me llamo Candy Yadira Cutz y represento a la hermosa población de Tixcacal Guardia…etc., etc.…”
“Muy buenas noches señoras y señores, soy Flor López Canché y vengo de Tibolón. El maltrato a los animales...etc., etc., etc.…”
Después de las diversas fases del certamen, todas fueron presentadas por el “ingeniero”, de riguroso “flus” y recibían las porras y aplausos de sus respectivas parentelas. Entonces, el jurado, (dos hermanas y un cuñado del “ingeniero”) dieron su veredicto –que el “ingeniero” ya les había “soplado”, es decir, escogió a la que más le gustó, una frondosa morena.
Entonces este sujeto, con todas las formalidades del caso, salta a escena, toma teatralmente el micrófono. Las concursantes tomadas de la mano. Expectantes. Y dice “Señores y señoras… -he hizo una pausa como es lo normal para estos casos- and the winner is…. ¡Miss Dzonot Carretero! Y no es vacilada, así lo dijo, en inglés. Misma que estalló en lágrimas, como es la costumbre en estos casos, rodeada de sus compañeras. Cada papá de las chicas llevó su respectiva botella de licor y festejaban la fiesta de la belleza de sus hijas mientras en un cuarto de la casona, “el ingeniero” contaba el dinero obtenido en su concurso y tomaba las de Villadiego, salió por peteneras y esas niñas y sus papás jamás volvieron a saber de él, ni de ningún concurso de belleza.