Yucatán

Acompañemos en la Pasión a los que sufren

Hoy aclamamos al Señor y vamos a padecer con él, escuchando la Pasión de Jesús en la Santa Iglesia Catedral, pero también acompañando la Pasión de los que hoy sufren, de los enfermos, de los pobres, de los presos, de cualquier hermano o hermana en los que reconocemos la presencia viva de Nuestro Señor Jesucristo, dijo ayer el Arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, en la iglesia de Santa Lucía, antes de presidir la procesión del Domingo de Ramos.

En su mensaje a los feligreses, el Arzobispo dijo que a diferencia de los políticos y artistas, que hoy son considerados ídolos o divas, los que aclaman a Jesús son gente de fe; no se regalan camisetas, no hay regalos materiales, sino gente de fe que viene con la esperanza de lo que ciertamente vamos a recibir los creyentes, gente sencilla, de todas las clases sociales; hoy nos reunimos como aquella multitud de Jerusalén que siguió a Jesús, porque su fama había llegado al máximo.

La fama de Jesús se había extendido a muchas partes y la gente creía en él, y fue a Jerusalén porque era un sitio donde se reunían judíos e israelitas de muchos lugares, pero también simpatizantes del judaísmo que llegaban a la fiesta, pero todos estaban esperando encontrarse a Jesús, al que ya lo habían visto en las fiestas de años anteriores y su fama había corrido y acrecentado en los últimos tres años y recientemente un milagro extraordinario, que fue la resucitación de Lázaro, hombre muy conocido y reconocido en aquel tiempo; por eso la gente estaba lista para arroparlo, para recibirlo.

Advertencia

¡Cuidado con hacer ídolos a políticos y artistas!

Explicó que quizá una multitud aclama a un político o a un candidato porque pertenece a su partido y están convencidos del programa que ellos tienen o quizá para obtener algún puesto al lado de aquel hombre o mujer, o a lo mejor van porque les regalan algunas playeras, comida o con la esperanza de que les cumplan alguna promesa; así son las multitudes que aclaman a un candidato.

Mientras que los que aclaman a un artista son sus “fans” que los siguen, lo conocen y hasta lo han convertido en un ídolo. ¡Cuidado!, porque ídolo significa o es el signo de un Dios, así es eso: sería divinizar a un ser humano que muchas veces es una persona con una conducta o comportamiento que no es para nada ejemplar, mucho menos para los jóvenes y los pequeños (Ahí está el caso de Michael Jackson).

También hay algunas artistas a las que se les llama “divas”, porque tienen comportamiento de divas, que significa diosa. ¡Cómo es posible que un ser humano sea considerado con la categoría de Dios! Y es que una de dos: o adoramos a Dios y lo aclamamos, o adoramos a cualquiera y lo aclamamos.

Quienes hoy aclaman a Jesús es gente de fe, que viene con la esperanza de estar en el Reino de los Cielos; aquí no se regalan camisetas, no hay regalos materiales, sino gente de fe, que viene con la esperanza de lo que ciertamente vamos a recibir los creyentes, el paraíso, gente sencilla, de todas las clases sociales; hoy nos reunimos como aquella multitud de Jerusalén.

Cuidado: no es la misma

Algunos, concluyó, dicen que cómo es posible que la misma multitud que aclamó a Jesús en su entrada a Jerusalén, después lo condenara a muerte. Eso no es cierto, no es la misma multitud.

La culpa muy grande de la muerte de Jesús la tienen, ciertamente, las personas que iban mezcladas con los discípulos, sus creyentes, con María, Juan, las santas mujeres, personas sencillas y buenas que lloraban por la Pasión de Jesús. Fue otra turba, muy distinta, que seguramente eran personas que ni sabían de qué se trataba, otros, porque sus autoridades les decían, así que hubo gente que aclamó al Señor y después padeció con él toda su Pasión, su sufrimiento, su cruz y su muerte. Hoy, nosotros también aclamamos al Señor y vamos a padecer con él, escuchando la Pasión del Señor en la Santa Iglesia Catedral, pero también acompañando la Pasión de los que hoy sufren, los enfermos, de los pobres, de los presos, de cualquier hermano o hermana, en los que reconocemos la presencia viva de Nuestro Señor Jesucristo. Que así sea.

(Víctor Lara Martínez)