—Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Esta oración debe de estar a diario en nuestros labios, en nuestro corazón, pidiendo por cualquier persona que nos hubiera ofendido; oremos por ellos, como Cristo nos enseñó, dijo el Arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, en la misa que ofició ayer en la Santa Iglesia Catedral después de presidir la peregrinación del Domingo de Ramos.
—Estamos iniciando nuestra Semana Santa con la celebración del Domingo de Ramos y Domingo de la Pasión; los que estuvimos en la bendición de ramos en Santa Lucía escucharon el Evangelio de la entrada de Jesús a Jerusalén y juntos, aquí, todos hemos escuchado la narración completa de la Pasión del Señor, según San Lucas. Este Evangelio tiene, entre otros mensajes, la misericordia. Quisiera destacar la misericordia que se deja ver en la Pasión del Señor. Toda la Pasión es un gran acto de misericordia porque el Señor padece por nuestros pecados, pero hay algunos detalles particulares que no aparecen en los otros Evangelios.
Curar al enemigo
Primero, en el Huerto de los Olivos, un discípulo corta la oreja a uno de los criados del sumo sacerdote; Jesús le ordena que guarde la espada, pero también cura al criado que estaba herido y deja su oreja totalmente normal (misericordia con el que ha sido herido, misericordia también con todo aquel grupo, porque les daba la oportunidad de convertirse. Ellos no se convirtieron y siguieron adelante con el propósito que llevaban); misericordia de Jesús con el hombre herido que es su enemigo, una gran enseñanza también para nosotros que estamos llamados a sanar las heridas de nuestros enemigos en cuanto sea posible, heridas que también pueden ser morales o espirituales.
Un segundo momento especial es cuando Pedro acababa de negar a Jesús tres veces, tal como Jesús se lo había anunciado y Jesús pasa y mira a Simón Pedro. ¿Qué había en aquella mirada? Hermanos, al sentirnos pecadores bajo la mirada de Jesús, viene un sincero arrepentimiento. Pedro salió y lloró amargamente; mirada de misericordia, porque aquella mirada inspiró a Pedro para sentir confianza en el Señor; hay llantos y lágrimas que nos hacen bien, que nos purifican, que nos hacen crecer como seres humanos y como personas, como buenos cristianos. La mirada misericordiosa de Jesús, pongámonos bajo esa mirada.
“No lloren por mí”
Tercer signo de misericordia: Jesús va cargando con la cruz, va casi muriendo y, sin embargo, a pesar de tantos dolores que lleva, se fija en las mujeres que están llorando por él. “Hijas de Jerusalén, no lloren por mí, lloren por ustedes y por sus hijos”.
Jesús, aún sumido en tanto dolor, tiene la capacidad de levantar la mirada para atender el dolor de aquellas mujeres y tratar de remediarlo.
-¿Quieres salir de tus penas, quieres salir de tus dolores y preocupaciones? Mira a los demás, consuela a los demás y serás consolado; gran lección del Maestro; cuántos de nosotros nos encerramos en nuestro dolor y no queremos ver otra cosa más que nuestro dolor.
Jesús nos enseña a mirar el dolor de los demás, no importa cómo estemos nosotros. Tenemos otro acto de misericordia grande: Jesús, una vez clavado en la cruz, ora al Padre pidiendo que perdone a aquellos que lo están sacrificando: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Los crucificados ordinariamente se la pasaban blasfemando e insultando a todos los que estaban en la multitud y Jesús ora por ellos, nos enseña también a orar por aquellos que nos han ofendido, por aquellos que nos han hecho daño, no saben lo que hacen, realmente no hay un ser humano que sepa, que sea consciente del dolor y del daño que está haciendo, todo cree que lo hace por bien, aunque sea en forma equivocada, no saben lo que hacen. ¡Cómo se iban a imaginar que estaban asesinando al Hijo de Dios!
El ladrón bueno
Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
Esa oración debe de estar a diario en nuestros labios, en nuestro corazón, pidiendo por cualquier persona que nos hubiera ofendido; oremos por ellos, como Cristo nos enseñó y, finalmente, el perdón al ladrón arrepentido.
Aquellos dos ladrones representaban a la multitud, unos estaban ahí condenando a Jesús, gozando de su pasión y muerte, otros estaban sufriendo con María, con Juan y con las santas mujeres, sufriendo la Pasión de Cristo. Así también los ladrones, uno se une a la multitud para ofender a Cristo, otro le pide perdón y le pide que interceda por él. “Acuérdate de mí cuando estés en tu reino”. Cualquiera hubiera creído en Jesús, viéndolo hacer milagros, pero este hombre cree en Jesús cuando lo ve destrozado, derrotado, a punto de morir, reconoce la inocencia de Jesús y reconoce su capacidad para llevarlo a su reino.
Así es que ahí tenemos esa gran lección: estos dos bandidos representan también a la humanidad actual y de todos los tiempos, unos que condenan a Jesús, que condenan al que sufre, que son indiferentes ante el dolor de los migrantes, de los pobres, de los presos y hasta los condenan y los juzgan: “seguramente se lo merece” y otros, como el ladrón arrepentido, pidiendo perdón ante el dolor de los demás y pidiendo la oportunidad de llegar al Reino de Dios.
Ojalá que todos los aquí presentes, al morir, podamos escuchar de Jesús estas palabras: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Doctrina protestante al menos de muchas iglesias, que dicen: los muertos están muertos y ¡ya!, ahí están, no hay nada para ellos ni cielo ni purgatorio ni infierno.
Pero cómo no va a ver cielo, cómo no va a ver inicio de gloria, cuando Jesús le dice a este hombre: hoy estarás conmigo en el paraíso; no le dice: cuando yo regrese, no le dice: cuando resuciten todos; le dice, hoy estarás conmigo en el paraíso y ahí está él, María y los apóstoles y miles de hermanos nuestros, los santos que interceden por nosotros. Que el Señor nos diga lo mismo: hoy estarás conmigo en el paraíso. Que así sea.
(Víctor Lara Martínez)