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Yucatán

'Acompletar”: barbarismo por completar

Roldán Peniche Barrera

Yucatán Insólito

Este feo barbarismo se ha venido usando en la península yucateca por años y años, así no lo recoja Ramos y Duarte en su diccionario del siglo XIX, como Rodríguez Cimé en el suyo de voces juveniles.

Con todo, sí lo hace el Dr. Güémez Pineda en el Diccionario del Español Yucateco de su autoría:

acompletar v. tr. Variante que alterna con completar. Volver completa una cosa, agregar lo que le falta.

No creo haber escuchado “acompletar” en otras Entidades del país, mismo que recorrí extensamente hace ya varios años, pero es posible que en el norte de la República lo empleen en algunas regiones en su habla coloquial.

Es imperativo aclarar que esa variante se la hemos escuchado en la península lo mismo al campesino henequenero que al cochero, al policía de la esquina, al basurero, que a algunos licenciados y doctores. Seguramente lo escucharon de niños a sus padres y ellos lo repiten como la cosa más natural, a pesar de lo feo que suena.

Ejemplo:

En la tienda:

-Buenas, don Sera.

-Buenas, Pito. ¿Te escapaste de tu patrón el Dr. Peniche?

-Nomás unos minutos pa’echarme un sanuich. Traigo hambre.

-¿Te lo sirvo como siempre? ¿Con todo?

-Con todo su corazón, porque me despepito…

Prepara el sándwich el dueño del negocio y se lo sirve a Pito:

-¡Oiga, don Sera! Se quedó usté corto.

-¿Por qué? ¿Qué quieres decir, satahol?

-Que es muy poco el picante. “Acomplétemelo con otro jalapeño…”.

El reclamo

Por Jorge Parra Zapata

Nuevamente, en la más reciente obra del escritor José Perulles López titulada “El Reclamo” nos permite echarle un vistazo a la forma tradicional de enamoramiento que se daba con frecuencia en algunas poblaciones de las que conforman el Estado de Yucatán, costumbres éstas que actualmente están en vías de extinción por la poderosa influencia de los medios de comunicación y, más que nada, por nuestra tendencia a imitar la forma de vida en pareja de los vecinos de una nación situada al norte de nuestro país. Pues bien, Perulles López, como narrador omnisciente de su obra, mueve a sus personajes para poder demostrarnos cómo era la costumbre de enamorar en la mayoría de las poblaciones del Estado y aprovecha la obra para hacer un análisis de la rigidez con la que los padres de familia imponían ciertas formas de conducta en el hogar, las cuales impedían a las jovencitas practicar el enamoramiento y ante el temor de recibir severos castigos al ser descubiertas que tenían algún pretendiente, preferían ocultarlo y verse a escondidas con el enamorado, el cual aprovechaba las fiestas del poblado o de las poblaciones circunvecinas para robarse a la novia, lo que consecuentemente originaba un disgusto familiar de dimensiones inimaginables, donde el padre gruñón echaba toda la culpa a su esposa por no haber cumplido cabalmente con el esmerado cuidado que siempre debe tener una madre con su hija, sobre todo en la etapa de la adolescencia que es cuando surge en ellas el deseo normal y natural de hacer amistad con el sexo opuesto.

En esta obra el autor nos deja ver que la falta de comunicación entre padres autoritarios e hijos es la causa principal de que ellos tomen decisiones equivocadas en lo referente a la formación de un hogar sólidamente constituido y es aquí, donde los padres de familia juegan un papel importantísimo, que muchas veces por celos o ignorancia, impiden el cumplimiento cabal de las fases del enamoramiento, el noviazgo y el matrimonio con bases bien cimentadas.

En la actualidad esas costumbres de fugarse con el novio están en vías de extinción, en virtud de que las jovencitas de ahora toman decisiones más audaces, ya que ahora los jóvenes prácticamente no se deciden a comprometerse con la pesada carga del matrimonio, más bien viven en pareja y ante sus padres es muy común la siguiente expresión: me voy a vivir con fulanito de tal, nos vamos a dar una oportunidad para ver si congeniamos como pareja y si no logramos empatía, sencillamente terminamos nuestra relación y aquí no ha pasado nada.

Un abrazo al maestro

Jorge Parra Zapata

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