Pilar Faller Menéndez
“Ojo por ojo y el mundoacabará ciego.” Mahatma Gandhi
Hablar de la violencia, es hablar del pan nuestro de cada día, otra de las injusticias que se viven no sólo en México, sino en el resto del mundo, que está permeada en todos los estratos: crimen organizado y desorganizado, violencia clandestina, pública y privada. Dejando a su paso crímenes sin resolver y a los culpables cobardes que se protegen bajo amparos, y que han logrado sortear el castigo por los crímenes cometidos. Esto provoca rabia e impotencia y hasta un sentimiento de desesperanza, cuando vemos en la prensa cómo en el mundo se siguen repitiendo conductas que alguna vez repudiaron, pero que su corta memoria les impide recordar.
Los casos relacionados con el abuso, el maltrato, desapariciones, extorsiones, robos, secuestros y una lista interminables de sucesos, se han convertido en uno de los principales contenidos de los medios de comunicación que nos presentan lo que está ocurriendo en nuestra sociedad y en el mundo. Pareciera ser que estamos rodeados de violencia en casi todos los contextos ya sea culturales, sociales, familiares, políticos, religiosos o de pareja, pareciera que se encuentra en todas partes.
La violencia genera miedo, es definitivamente una de las lacras con las que se enfrenta la sociedad actual, así como una de las más agresivas de la historia de la humanidad que ha fracasado en el control de la misma, ya que pareciera ser un acto cotidiano del llamado ser humano “civilizado” que ha retrocedido y merece ser recordado como un mundo manchado por la sangre y la violencia.
Irónicamente, los especialistas afirman que los enfermos mentales son quienes tienen mejor controlados sus impulsos violentos, y que menos del 10% de la violencia actual se relaciona con alguna enfermedad psiquiátrica, y que son los individuos sin trastornos psicológicos los que contribuyen más a producir sociedades violentas. Valdría la pena validar esta última afirmación, porque nadie que se precie de ser una persona civilizada y en su sano juicio podría alentar las masacres y asesinatos y sobre todo el odio que se vive hoy en día.
Si bien el siglo XX ha sido en la historia el más violento que ha vivido la humanidad, parece ser que el siglo actual en el que vivimos, al que le restan muchos años para concluir, ha continuado con esta pauta, en la cual la globalización ha contribuido a que los mismos problemas se extiendan por todos los países.
Pareciera que estamos emulando la película “Los juegos del hambre”, en el cual el vencedor para poder ganarse la vida, debía matar a todos sus adversarios. La ambición por dominar este planeta o mantener los cotos de poder del crimen organizado, nos ha llevado a utilizar las armas para la destrucción de los propios seres humanos, motivo por el cual también ha aumentado el número de enfrentamientos bélicos en diversos lugares del mundo.
Quien culpe al cine o a la televisión, teatro o novelas de contribuir a esta tendencia global para incrementar esta hostilidad, en la que el arte moderno no queda excluido de presentar un contenido con los instintos más sádicos del ser humano, debería echar un vistazo a lo que ocurre en el resto del mundo y darse cuente de que es una realidad que actualmente estamos viviendo.
Sin embargo, David Huertas, profesor de Psiquiatría de la Universidad española de Alcalá de Henares, comenta que la agresividad es un comportamiento que va a la alza tanto en los video juegos, y en los medios de comunicación puede constatarse las noticias de la violencia con asesinatos, violencia doméstica, maltrato en las escuelas y la saña con la que actúa el crimen organizado que ha ido expandiéndose en nuestro país, que ha llegado a otros países en el continente americano.
Otros estudios han demostrado que el ser humano es agresivo por naturaleza. La realidad que vivimos es la falla de la sociedad actual para poder controlar estos comportamientos agresivos innecesarios y patológicos que parecen definir a las sociedades modernas.
Si a esto le llamamos modernidad nos encontramos muy lejos de estar evolucionando y convirtiéndonos en seres más civilizados, y nos encontramos con un grave dilema sobre cómo detener esta violencia que cada día gana terreno en nuestras vidas, porque bien sabemos que la violencia genera más violencia. Leer y ver las fotografías de muertes de inocentes que generan tanto miedo y dolor parece ser el común denominador en nuestros días y nos presenta el presagio de que seguirá siendo parte de nuestras vidas, a menos de que alguien o algo generen un antídoto para la paz.