La inolvidable Anna Pavlova, dos meses antes de su muerte, concedió una entrevista al bailarín Serge Lifar quien le preguntó:
-¿Cuándo bailamos juntos? ¿Es que ya no piensas bailar más? Es tanta mi pasión que cuando te veo bailar, más de una vez he pensado matarte para evitar que la imagen se borre de mi alma.
Entonces me dio un beso ardiente y correspondí con un beso en la pierna del cisne moribundo, luego me gritó:
-¡Vete ahora, necesito estar sola!
No la volví a ver; ella murió, poco después, de pulmonía, en La Haya.
