Yucatán

La confirmación es el sacramento de anuncio de envío y con la imposición de las manos y la unción del Espíritu Santo les decimos: vayan e impregnen el evangelio a toda la realidad, dijo ayer el Arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, a un grupo de muchachos y muchachas en la misa de confirmación que ofició ayer por la tarde en la capilla del Seminario Menor.

El prelado explicó que hay algunos que piensan que los buenos cristianos, los cristianos comprometidos, son los que están en algún grupo de iglesia, como los catequistas, los ministros, “pero el verdadero trabajo y visión del laico, está en su familia, en la escuela, en su trabajo, en alguna asociación que se dedica hacer el bien o la justicia, la paz.

Por eso, los laicos están llamados a impregnar el mundo con el evangelio; así que, muchachos y muchachas, no se trata de que anden predicando a Cristo donde quieran, se trata de su forma de vivir, de sus criterios de vida, que se note que son pueblos cristianos y ustedes sepan interiormente que “esto lo hago por Cristo, esto lo hago porque soy cristiano y por eso pienso así y por eso hago estas cosas y no necesito decirlo, Dios lo sabe y los demás que lo descubran, si lo pueden descubrir. Buen testimonio del hombre cristiano y así todos somos misioneros, como se dijo en la primera lectura.

Quiera el Señor llamar a alguno de los muchachos aquí presentes para ser sacerdotes; puede ser, ojalá, porque los necesitamos, o quiera llamar a alguna de las muchachas que se confirman para ser religiosas; puede ser, también las necesitamos o para que sean catequistas; puede ser, pero a todos el Señor los quiere santos y a todos la iglesia los envía para que vayan, donde vayan, lleven la luz de Cristo con su forma de pensar, de hablar y de actuar”.

Monseñor Rodríguez Vega explicó que en la segunda lectura “San Juan, en el Apocalipsis, nos va describiendo las visiones que contempla en su éxtasis y dice que ve a la nueva Jerusalén que desciende engalanada como una novia que viene a encontrarse con su esposo, que es Cristo, que quiere hacer una alianza matrimonial con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, representados por la Jerusalén celestial. Morada en la que todos los hombres y mujeres que traten de hacer el bien, ahí cabemos; es la morada de Dios con nosotros y con esa vida todo será eterno y no habrá llanto y todo llanto tendrá consuelo.

Vamos a hacer las cosas nuevas, dice el Señor; así es que, muchachos y muchachas, nada de lo que hay aquí los va a satisfacer tanto y hacer tan felices, como lo que los espera junto al Señor.

En el evangelio se habla se la aparición de Jesús a los apóstoles en la última cena, donde Jesús les da el mandamiento nuevo: ya existía el mandamiento del amor al prójimo, pero Cristo dice a todos, no nada más a los judíos, como pensábamos y ahora un mandamiento nuevo, que solamente se entiende después de la muerte y resurrección de Cristo: “Ámense unos a otros como yo los he amado”. Así es que mientras tengamos vida, todavía podemos amarnos como Cristo; ahora está muy de moda, sobre todo entre los jóvenes, el usar el adverbio “demasiado” y dicen: “Te amo demasiado”: eso no existe; no puede ser; nadie ama demasiado; en todo caso, puede haber amores enfermizos, que no van bien; ama siempre con el modelo de Cristo y si amamos como Cristo nos amó, nunca será suficiente; ¿amas mucho? no lo creas; sólo Dios ama por encima de nuestro amor; nosotros siempre podemos dar más y más y más, hasta hacer lo que Cristo hizo; mientras no lo intentemos así, todavía nos queda mucho por hacer; así es que nadie diga o presuma que ama mucho y poco a poco podemos ir dando más amor, fruto del amor de Dios y el mandamiento nuevo de Cristo: Como yo los he amado.

Que el Espíritu Santo los enseñe a amar así y cumplir con la misión que les corresponda y los ayude a vivir esperando llegar a la Jerusalén celestial”, concluyó.

(Víctor Lara Martínez)