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Yucatán

Y de repente nos dimos cuenta de la importancia de los árboles…

Pilar Faller Menéndez

Las llamadas de la naturaleza son frecuentemente desoídas por el hombre, que no responde hasta ver y sentir las consecuencias del trato imprudente y avorazado que le ha dado al planeta que hoy nos pasa una cuenta que probablemente no podamos pagar, porque como dice el refrán: “Tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe”.

De niños los árboles eran mágicos e imprescindibles, ya que a través de ellos podíamos escalar tan alto como sus ramas nos permitían, y ver el panorama desde otro ángulo, mientras disfrutábamos de sus frutos y nos sentíamos gigantes por haber conquistado las alturas. Fueron parte de la niñez de muchos, y hoy son parte de la niñez de pocos.

Recuerdo el paso de los huracanes Gilberto e Isidoro; salir a la calle causaba un sentimiento de desamparo, ya que era un cementerio de árboles que habían caído y dejaban una imagen desolada de nuestra ciudad. Fueron grandes las pérdidas forestales, (sin restarle importancia a las que sufrió mucha gente al quedarse sin vivienda, o haber perdido su cosecha).

Conforme ha ido avanzando el desarrollo de nuestra ciudad, en todos los puntos cardinales, se ha vuelto un lujo el poder contar en una vivienda con un árbol, ya que éstos requieren cuando menos doce metros cuadrados, y los espacios actuales que ofertan son tan reducidos que hay quien los ha definido como “cajones empotrados” en donde el aire no circula, ya que cada centímetro de espacio es parte de la construcción.

Las áreas verdes que nos rodeaban han sucumbido ante la conquista de los llamados “vivienderos”, que han depredado la sombra amable que nos brindaban los árboles, volviendo la ciudad en una plancha de concreto que despide un calor calcinante y nos impide encontrar un lugar para resguardarnos del Sol implacable.

Tuvimos que llegar a los extremos, para recordar la importancia de aquellos árboles de nuestra niñez. En estos momentos reina la psicosis por plantar un árbol en cada casa. Yo me pregunto: ¿en qué espacio? Los jardines actuales son diminutos, las aceras prácticamente ocupan el espacio de los garajes entre casa y casa, y los camellones de las nuevas avenidas son tan estrechos que ninguna raíz en esos espacios podrá sostener el peso de un árbol que pueda brindar sombra…

El cántaro se rompió y parece muy difícil poderlo pegar. La tecnología ha logrado desarrollar un parche que funciona como termostato para el cuerpo, tristemente a eso hemos llegado porque ¿quién se atreve a salir a las dos o tres de la tarde de su casa a menos de que sea extremadamente necesario? A esas horas la ciudad parece un pueblo desierto, y solamente quienes poseen un automóvil con aire acondicionado se enfrentan al astro rey sin problema alguno.

Aquellos paisajes en los que se veía a la gente sentada en las puertas de sus casas disfrutando de un atardecer mientras platicaban, han desaparecido, parte de esto puede deberse a que las costumbres han cambiado, o porque las temperaturas y la falta de espacio para hacerlo nos lo impiden. ¡Qué nostalgia se siente al ver nuestra ciudad así!

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