Ana María Ancona Teigell “Erradicar la pobreza no es un acto de caridad, es un acto de justicia”.
Gabriel García Márquez
México es uno de los países más desiguales del mundo. Aunque han sido muchos los intentos que se han hecho para acabar con la extrema pobreza que sufren millones de mexicanos, en todos los sexenios pasados, los resultados no han sido buenos y cada vez aumenta más la pobreza extrema en nuestro país.
El problema fundamental radica en que no se ha reducido la brecha que existe entre ricos y pobres, por la concentración en un grupo minoritario de la riqueza y una mala distribución del ingreso. También tiene que ver con patrones culturales arraigados en las personas y comunidades. Es un círculo vicioso en el que los pobres producen pobres.
Hay que atacar las causas y no los efectos, acabar con el paternalismo de los gobiernos hacia este sector y, como se dice: enseñarlos a pescar y no darles el pescado.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) especifica que la pobreza extrema en México no es un problema de recursos, sino de la mala implementación de los programas destinados a combatirla, los que no permite avanzar en este sector, en el que hay 53.4 millones de mexicanos.
Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), existen hoy en día seis mil 751 programas y acciones de desarrollo social en todo el país, a los que se les destinan 875.5 mil millones de pesos para atender las necesidades de los más pobres, considerado por la CEPAL, cuatro veces más de lo necesario para erradicar la pobreza en una gran parte de la población mexicana. Ya que los programas no se aplican de manera adecuada, los recursos se utilizan más y las autoridades de los tres niveles de gobierno, no tienen una coordinación efectiva. Otro problema es la duplicidad de los esfuerzos, lo que indica una mala coordinación, desvío de fondos, etc.
Según la UNICEF, el 51.1% de niños y adolescentes en México vive en la pobreza.
La Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), puntualiza que otro sector vulnerable que hay que tomar en cuenta es el de las personas de la tercera edad. Ya que considera que para el 2050 las personas mayores de 65 años que viven en la pobreza se triplicarán por los bajos niveles de ahorro para el retiro, problemas de salud y desempleo, pues estudios realizados han comprobado que la tasa de natalidad ha bajado, por lo que ya hay más población adulta que niños y jóvenes y aproximadamente 2.5 millones de mexicanos mayores de 65 años tienen una pensión de aproximadamente 600 pesos mensuales, que no cubren sus gastos básicos: salud, alimentos, medicinas, recreación, luz, agua, etc., y la mayoría no tienen casa propia.
Según datos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), México ocupa el segundo lugar en la tasa de pobreza de sus 34 países. Y la expectativa de vida ha pasado de 66 a 76 años, por lo que requerirá depender más de la pensión.
Según los estudios de Derechos Humanos (CNDH) y Pobreza, los esfuerzos de las autoridades para combatirla han sido insuficientes. De los 2,528 programas implementados por los gobiernos estatales, 2,400 (95%), incumplen con los requisitos de institucionalidad, y el 80% carece de condiciones para resolver los objetivos que conllevaron su implementación.
Ante este grave panorama tan desalentador, en el que todos estamos involucrados como sociedad y ciudadanos, hay que apoyar y ayudar a que en México dejen de existir tantas personas pobres y en extrema pobreza. Antes que nada que todos tengan acceso a la educación; mejorar los servicios básicos; la esperanza y calidad de vida; generar fuentes de empleo y salarios dignos que le permitan cubrir todas sus necesidades básicas; promover el uso responsable de los recursos naturales; vigilar para que todo esto se cumpla y que los gobiernos se comprometan a terminar con esta desigualdad social que deja extremadamente vulnerable a este sector del país.