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Pilar Faller Menéndez

La amenaza es el arma

del amenazado.

Leonardo da Vinci

Todas las mañanas podemos leer en las noticias a un mandatario que profiere amenazas a países, al Congreso de su país, y a cualquier persona que se oponga a sus ideas. Todavía no ha surgido quien le ponga el cascabel al gato, y de tanto amenazar, se están convirtiendo las amenazas como parte de un discurso que no pasará de allá.

Sin embargo, la amenaza constituye una falta o un delito que muchas veces no es castigado, a pesar de prometer un mal futuro y que tiene como objetivo amedrentar y causar miedo y ansiedad en una persona o país y lograr así que alguna acción requerida se realice aún en contra de su voluntad.

La amenaza sugiere un peligro inminente que surge de un hecho o acontecimiento que no ha sucedido aún, pero que de realizarse pone a una o a varias personas en peligro. La persona que a menudo profiere amenazas generalmente no suele cumplirlas, ya que quien realmente va a actuar, no suele advertirlo antes. Es alguien que se ha dado cuenta de que el miedo constituye una herramienta para sacar partido y afectar a aquellos que son débiles o que se encuentran en una posición de desventaja, motivo por el cual comete este abuso.

Es sin duda alguna un maltrato psicológico que genera miedo, ansiedad o estado de alerta para poder tener un plan de contingencia de concretarse el hecho del cual fue amenazado. Es un tipo de violencia que en muchas ocasiones están penadas por la ley, pero cuando se trata de amenazas entre países queda una laguna ya que no existe forma de impedirlas.

En lo particular y cotidiano, en nuestra sociedad la convivencia se ha vuelto algo complejo de lo cual se derivan en muchas ocasiones problemas y conflictos ya sea entre vecinos, o entre la misma familia que vive en una misma casa, en las que muchas veces existe un miembro que suele amenazar para infundir este miedo para poder mantener un control psicológico entre los demás.

Desde luego las amenazas no deben tomarse a la ligera, porque éstas pueden ser reales y muy peligrosas, ya que pueden surgir de un evento natural como un huracán, o proferidas por algún grupo extremista sobre un ataque terrorista que crea en las personas un estado psicológico colectivo de miedo y ansiedad ante la posibilidad de que dicha amenaza se concrete.

Ultimamente estamos sufriendo amenazas condicionales con los secuestros reales o simulados en los que se exige dinero para salvaguardar la vida de quien se encuentra en cautiverio, que genera una psicosis y muchas veces una impotencia de no saber si cumpliendo con los requisitos exigidos, encontraremos con vida al plagiado.

Pudiera decirse que una amenaza es como una ruleta rusa, ya que no sabemos concretamente si la bala realmente se disparará, o al apretar el gatillo el tambor del revólver estará vacío. Las advertencias siempre deben de ser tomadas en cuenta y nunca deben de ser desestimadas ya que no sabemos cuáles se llevarán a cabo y cuáles solamente tienen la intención de infundir miedo.

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