Cristóbal León Campos
Las aves siempre advierten la llegada del invierno y preparan el vuelo a tierras más cálidas, así como ellas, los seres humanos deberíamos saber preparar las alas y comprender los momentos de reiniciar el camino, retomar algunas metas o tomar la siguiente vereda en el sendero largo de la existencia. ¿Cuántas segundas oportunidades hemos dejado pasar? ¿Cuántas más tendremos frente a nosotros? El reto es grande, comenzar de nuevo asusta, pero al dar los primeros pasos vamos sintiendo la fuerza interior que la libertad proporciona, el aliento espiritual que concede el sabernos capaces de seguir sin temores y reconstruir nuestras vidas en otros sitios, con otra gente, disfrutando de nosotros mismos o haciendo lo que siempre hemos querido.
Reconocer que el reloj de la vida indica la hora de comenzar de nuevo, de partir, es un proceso muy íntimo, particular de cada uno, a veces es una agonía y otras tantas basta un simple carpetazo, el fin no debe entenderse como lo último, como la muerte en vida, debe mirarse como una segunda oportunidad, como la posibilidad de renacer y comenzar de nuevo, en ocasiones desde cero, en otras tantas sólo es un punto medio que nos permite re-direccionar los pasos y retomar impulso para poder conquistar los sueños. Marcharse no es fácil, dejar atrás lo que alguna vez se pensó eterno, ponerle las tres últimas letras a un ideal, proyecto o relación, nunca será sencillo, pero es necesario cuando simplemente ya no sentimos más satisfacción, irse no es fracaso, no nos hace mejores o peores, únicamente nos hace más humanos.
Suele decirse que “no hay mal que dure cien años ni hay quien lo aguante”, una verdad a medias, nos enseñan a soportar, a aguantar, a resistir hasta el último instante (que dicho de paso nadie sabe cuál es ese último instante), ¿qué tanto debemos esperar? ¿Cuál es el momento justo para reiniciar?, esas son preguntas que únicamente pueden contestarse individualmente, cada quien sabe su realidad, pero tampoco se puede uno justificar eternamente. La decisión es de cada quien, hay quienes prefieren quedarse, esperando un milagro o rezándole a la utopía para que las cosas cambien, mas nada cambia si no hacemos algo para que cambie, impávidos esperamos lo imposible, mientras lo posible se nos va de las manos. Rebelarnos es libertad, permanecer donde no queremos es torturarnos, poner fin a una relación laboral que no satisface, a una relación cuya pasión se extinguió hace tanto que ni idea tenemos de cuándo ocurrió, a un grupo de amigos cuyos intereses ya no compartimos, a los estudios que no llenan nuestro deseo de saber o crear, a tantas cosas que mantenemos en nuestras vidas por rutina, miedo o indecisión, pero que hace mucho dejaron de hacernos felices. En la libertad radica la felicidad, no hay esclavo verdaderamente alegre ni cadena irrompible.
Hay quienes nada aspiran a cambiar, se sienten realizados y disfrutan de su entorno tal como es ahora, realidades diversas, juzgar no es la solución, comprender es difícil si no hemos estado en los zapatos del otro. La diversidad permite el avance, para avanzar hay que dar lugar a esa diversidad, hay que reconocernos plurales y, ahí, radica lo grande del ser humano, reiniciar no es más que aceptar nuestras propias necesidades y salir a satisfacerlas, no se trata del individualismo o egoísmo, se trata de que todos tenemos el derecho a la felicidad. Soñar en direcciones opuestas a nuestra situación actual y dejar atrás lo conocido es difícil pero también necesario si queremos alcanzar los sueños, solemos tener tanto miedo a fallar que a veces nos hemos rendido antes de intentarlo, el dolor asusta, vivimos con ese dolor, solamente que hemos encontrado la forma de hacerlo rutinario, pero socava nuestros anhelos y alegrías.
Deshacer los nudos que atan es posible cuando dejamos de ver en ellos una obligación sin salida. Romper esquemas y crear nuevas expectativas en todo sentido, pensar en nuevas relaciones laborales y personales, en nuevas realidades sociales, pensar en que el género no sea más esclavo del prejuicio, actuar para que los gobiernos sean realmente democráticos o mejor aún que ya no exista más gobierno alguno, ponernos en acción para conquistar los sueños, darle al amor su lugar en la felicidad, son bases iniciales para que cada uno pueda comenzar de nuevo. Nadie cosecha futuro sin sembrar presente.
*Integrante del Colectivo Disyuntivas