Martín Moreno
A propósito del estupendo y recomendable documental 1994, dirigido por el periodista Diego Osorno y que nos aporta nuevos enfoques –las entrevistas con Carlos Salinas de Gortari y el Subcomandante Marcos no tienen desperdicio–, para entender mejor lo que fue aquel annus horribilis que, se quiera o no reconocer, sigue marcando el rumbo de nuestros días, escribo sobre algunos pasajes que como reportero me tocó vivir y que de alguna u otra forma, en diversas circunstancias y con distintos personajes, configuran, sin duda, un mosaico informativo revelador e interesante:
CAMACHO Y SU OBSESIÓN: 11 de marzo de 1994. Doce días antes del crimen de Luis Donaldo Colosio.
Torpedeada la campaña de Colosio desde Chiapas, bajo la complacencia de Los Pinos; trepado Manuel Camacho Solís, comisionado para la Paz, sobre el candidato priísta, negándose a reconocer la candidatura presidencial del sonorense. Enrarecido y turbio, el clima político del país.
Instantes después de que Camacho diera un mensaje que nada aclaraba y todo confundía, no lo pensé mucho: me brinqué a la brava el espacio que separaba las escaleras eléctricas del hotel Presidente, me planté frente a Camacho Solís y le pregunté, rostro con rostro:
–¿Cómo priísta, reconoce o no al candidato Colosio?
Camacho desvió la mirada. Contuvo la respiración. Apretó los labios, apenas una línea tensada. Nada contestó.
Descendíamos sobre la escalerilla eléctrica ante la mirada impávida de su equipo. Le repetí la pregunta, clara, sin dudas. Aliento con aliento. Camacho jamás me respondió.
¿Por qué su silencio? Porque aún aspiraba a que Colosio fuera relevado y él, Camacho Solís, el amigo de juventud universitaria de Salinas, fuera nombrado candidato emergente del PRI. A pesar de la descomposición política. A pesar de la guerrilla. A pesar de que el país se hundía.
En Lomas Taurinas, aniquilaron físicamente a Colosio.
Políticamente, Salinas y Camacho ya lo habían matado.
SALINAS Y COYOACÁN: Eran las últimas horas del gobierno de Carlos Salinas de Gortari. El abismo financiero a la vista, la debacle que se avecinaba.
–¿Cómo quiere ser recordado? ¿A qué aspira como ex Presidente?-, le pregunté al mandatario que se iba.
Salinas entrecerró los ojos, apenas una rendija breve, gesto característico en él cuando cavilaba una respuesta. Soltó de forma pausada:
–Quiero caminar por las calles de Coyoacán y que la gente me salude y me reconozca…
Coyoacán, el barrio de la familia Salinas de Gortari. La casa enclavada en la calle de Dulce Olivia. Las añoranzas del todavía poderoso Presidente.
Hoy por hoy, a 25 años de aquel anhelo, Carlos Salinas no puede cumplir su sueño de andar por las calles coyoacanenses y ser reconocido por la gente. Aún más: es aborrecido, despreciado.
1994 mató a Colosio.
1994 mató a Salinas.
PALMA Y LA TRAICIÓN DE SALINAS: “Ni modo, Palma…¡ganamos!”, le dijo Luis Donaldo Colosio a su asesor y amigo Samuel Palma, aquella mañana del domingo 28 de noviembre de 1993 cuando, minutos antes, el PRI lo había ungido como precandidato presidencial.
Poco más de un mes después, en Chiapas, el EZLN se levantó en armas. Tras el destape de Colosio, Camacho Solís se desquició emocionalmente por no ser candidato presidencial. Salinas le había fallado. Los que llegaron fueron días de tensión política. De reclamos de Camacho a Salinas: “No te pregunto por qué no fui yo, sino por qué fue Luis Donaldo”. De la decepción a la furia, y de la furia a la ruindad, Camacho se convirtió en un factor que intentó, siempre, descarrilar la campaña colosista.
Según Palma, el Presidente Salinas se reunió con Colosio para informarle que iba a hacer “algunos nombramientos” para enfrentar al EZLN, pero en ningún momento le notificó que Camacho sería el nuevo Comisionado para la Paz en Chiapas.
Según Salinas, sí le avisó a Colosio que Camacho sería nombrado comisionado. Son versiones distintas. ¿A quién creerle: a Palma o a Salinas? Palma, hoy, vive tranquilo. Salinas aún no encuentra la reivindicación histórica que, según él, le deben los mexicanos.
DISCURSO DEL 6 DE MARZO: Lo que Colosio leyó en el Monumento a la Revolución, fue una bofetada al México del primer mundo que proclamaba Salinas. En la praxis política, fue una bofetada al propio Salinas.
No se podía hablar de un país triunfador cuando el propio candidato del partido en el gobierno hablaba de un México agraviado, con hambre y sed de justicia; con un presidencialismo (ejercido por Salinas) que era necesario reformar y sujetar “a los límites constitucionales”.
El discurso de Colosio provocó la furia de Salinas en Los Pinos, aunque hoy lo quiera matizar. En unos minutos, en unos cuantos párrafos, bajo una oratoria contundente, Luis Donaldo había hecho pedazos al país que tanto presumía Salinas en el extranjero. Lo presentaba como un México injusto. Lo derrumbó.
¿Conoció Salinas, con anticipación, el discurso de Colosio de aquel 6 de marzo? De acuerdo a Salinas en el documental 1994, sí se lo hicieron llegar una noche antes a Los Pinos. Empero, la versión al respecto del propio Colosio, es diferente.
En su libro Estos años, Julio Scherer le pregunta sobre ello a Luis Donaldo:
–¿Conoció el Presidente tu discurso antes de que lo pronunciaras?
–Espero que me comprenda.
–¿Conoció tu discurso?
–No.
SALINAS Y DONALDO: Cuando se le pregunta directo a Carlos Salinas de Gortari sobre el asesinato de Colosio, evade, esquiva. Tal vez es el subconsciente. Tal vez alguna culpa atorada.
–¿Usted mandó matar a Colosio? –le soltó el periodista Jorge Ramos.
–Luis Donaldo Colosio era mi amigo…
–Vuelvo a la pregunta: ¿Usted no tuvo nada que ver con el asesinato de Colosio?
–Yo fui de los que más perdieron…
Salinas no responde directamente a estas preguntas. Le queman. Lo aturden. La palabra “no” se le atora. Nada más no le sale.
La pregunta, en todo caso, no es quién mató a Colosio.
El punto, es: ¿quién lo mandó matar?
*****
¿Qué hubiera sido de México si Colosio llega a la Presidencia? Jamás lo sabremos.
Tal vez el destino de Salinas hubiera sido diferente. Mejor. O peor. Nunca lo sabremos.
Sin embargo, lo que sí sabemos es que ese 1994 provocó una cadena de acontecimientos que hoy todavía siguen pesando. Como cuando se avienta una piedra en medio de un lago y se generan ondas ecocéntricas a su alrededor.
Ejemplo: el EZLN amenaza ahora al gobierno de Andrés Manuel López Obrador –a quien siempre ha considerado parte del sistema priísta: “podrán cambiar el capataz, los mayordomos y caporales, pero el finquero sigue siendo el mismo”, advirtió Marcos sobre AMLO–, con impedir la construcción del Tren Maya, uno de los proyectos más ambicionados del tabasqueño.
1994 no se olvida.
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(SIN EMBARGO.MX)