Yucatán

Víctor Salas

Mérida parece de dos caras, bipolar o de doble personalidad. En mi artículo del día 21 de junio, señalé a una ciudad amable, grandiosa, llena de muchas bondades, la mayoría de ellas desconocida por muchos sectores de nuestra sociedad.

Yuxtapuesta a esta realidad, existe otra a la que hemos llegado de golpe y porrazo, sin pasar por etapas que hicieran madurar al ente social en todo lo relativo al confort contemporáneo.

El vehículo motorizado era un producto limitado a parte de la vida de la gente con poder adquisitivo. De pronto, con los planes a crédito, la venta de vehículos de medio uso y las facilidades de pago se ha masificado el volumen vehicular en la ciudad y con esto último las irreflexiones ciudadanas, en el sentido de que nadie muestra capacidad para pensar en el prójimo, en el otro o en el que viene atrás.

El coche ha ahondado el sentido de la propiedad privada del meridano, quien siente que la propiedad de un coche, aumenta o extiende su propiedad territorial. O sea, el territorio por donde se mueva mi vehículo es mi propiedad y no de todos, como es la realidad.

Habría que manejar por toda la ciudad para comprobar la magnitud de la actitud irreflexiva del dueño de un coche. Andar por diferentes rumbos citadinos es comprobar el grado del uso y abuso del espacio urbano perteneciente a todos, hay personas que se estacionan en la mera esquina, impidiendo la visión del tráfico. Ya se ha vuelto costumbre usar hasta el chaflán de las aceras como estacionamiento.

Pero hay que reflexionar acerca de que un alto porcentaje de dueños vehiculares adquieren este medio de transporte solamente para ir a la escuela o al trabajo, lo cual significa que un coche particular queda en un mismo sitio por lo menos las seis horas de escuela universitaria o el mismo tiempo de labores de oficina.

Lo que se vive en la calle al día de hoy es lo inexplicable. No queda más remedio que preguntarse ¿por qué hace eso? O sea, el capricho es la nota predominante en el conductor meridano.

¿Cómo es posible que en las grandes escuelas, como el Teresiano, la Modelo, el Roger’s, el Mérida y otras ubicadas en zonas de alta densidad vehicular, hayan logrado organizarse y recoger a sus hijos de manera respetuosa y organizada, de modo tal que todos los conductores pueden seguir sus rutas sin otra complicación que el cuidado con los muchachos al subir a sus vehículos?

Todos los trabajadores han convertido a Mérida en un enorme estacionamiento, quitando fluidez al tráfico en general.

Lo grave es que nadie entra en razón, cada quién agarra su pedazo de escarpa, de asfalto y lo convierte en su propiedad. La reacción de la otra parte de la sociedad, la de los dueños de los predios que se usan para estacionamiento, ha comenzado a surgir. Estos últimos ya ponen piedras, bidones, bloques o anuncios donde piden no estacionar en el frente de esa casa. Cuando cada propietario domiciliario haga uso de ese derecho veremos qué pasa.