Pilar Faller Menéndez
“En el mundo hay más ídolos
que realidades”.
Friedrich Nietzsche
Tristemente, la cultura y la educación no son concebidas por muchos como armas poderosas e importantes que levanten pasión en nuestro país y en el mundo entero. Desgraciadamente lo que nos apasiona son aquellos ídolos de barro que vamos creando ya sean futbolistas, artistas y una lista muy larga de lo que hoy consideramos como líder, al cual conocemos o tenemos como referencia de manera superficial, sin conocer mucho sobre la vida de éstos.
Es por esto que muchos caen ante la incredulidad de muchos, dejando un vacío igual al que tenía el supuesto ídolo, y en el caso de Naasón Joaquín García, el líder de “La luz del mundo” deja en ridículo y refleja la ignorancia de quienes le rindieron homenaje apenas el mes pasado en el recinto cultural más importante de nuestro país, el Palacio de Bellas Artes, homenaje al cual acudieron funcionarios y políticos que probablemente se estén lamentando haber asistido al acto.
Cuando un ídolo carece de valores deja ver muchos defectos en algún momento de su vida en donde pueden aflorar sus debilidades que pueden ser delitos, o su prepotencia, soberbia, falta de humildad y arrogancia, llegando a aflorar cosas más turbias como fue el caso de Naasón Joaquín García, al que hoy se le acusa de pederastia, abuso sexual y otros delitos graves.
Cuesta trabajo entender los méritos que actualmente debe cumplir una persona para ser admirada, pareciera que el éxito es un componente primordial para esto, por lo cual son capaces de atraer a las masas a través de su popularidad en películas, deportes, o discursos y ver después cómo se derrumban ante acusaciones como abuso sexual en el caso de varios actores que hoy están enfrentando las demandas que se les han interpuesto.
¿En qué está fallando nuestra admiración hacia las personas? Probablemente obviamos la pregunta que deberíamos hacernos sobre la razón por la cual admiramos a alguien, ya que tal vez provenga de una pasión por lo excitante y emocionante que llevamos en nuestra genética de sentir admiración por los “ganadores”.
Si reflexionáramos un poco sobre lo que realmente es admirable, podríamos cambiar nuestro paradigma y empezar a admirar a personajes históricos que han dejado huella por sus acciones hacia el bien común, también empezaríamos a admirar a personas cercanas y dejar de “idolatrar” y admirar a personas solamente por algunos hechos conocidos, sin profundizar en su personalidad para saber si sus actos son realmente un ejemplo para nosotros.
La admiración proviene de patrones similares. Como se mencionó anteriormente, admiramos a las personas que tienen “éxito”, para lo cual deberíamos definir si el éxito proviene de sus logros materiales por acumular riqueza, o si es proviene de valores cualitativos. Las personas que admiran las cualidades son aquellas que suelen tener un sentido más emocional de la vida.
Sin el afán de educar moralmente a nadie y dejando a todos en libertad de elegir, estas sugerencias son solamente para no sentir desilusión hacia las personas que admiramos, por lo que otra propuesta sería que la persona admirada sea un ejemplo a seguir, con base en sus cualidades humanas que suelen coincidir con emociones positivas como la generosidad, la honestidad, aquella que antepone a sus intereses el beneficio de los demás, y nos inspiran a parecernos a ellas.
Admiramos a quien tiene la capacidad de cambiar las cosas en situaciones de mejora, aquellos que son innovadores y transforman el mundo, llevándonos a dimensiones inimaginables a través de la tecnología, como fue el caso de Steve Jobs, quien fue un genio de la informática, cuyas ideas innovadoras dieron como resultado la tecnología que disfrutamos hoy en día.
Existe el otro lado de la admiración, y es hacia personas cercanas, a las cuales hemos conocido en algún momento en un entorno personal o social, como profesores, padres, amigos, y aquellas personas que realizan actos de altruismo y ponen su grano de arena para mejorar el mundo, sin el deseo de despertar admiración sino por vocación.
Estos ídolos no son de barro, podrán tener defectos, pero conservan sus valores humanitarios. Debemos dejar de perseguir a las masas y reflexionar más en lo que consideramos importante en nuestras vidas, así como las personas que pueden lograr un cambio como lo han hecho tantos héroes anónimos que no se cubrieron de oropeles ni llenaron recintos, pero tuvieron la valentía de cambiar su entorno.