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Yucatán

Una santidad desbocada

Eliseo Martín Burgos

El célebre pintor francés Camille Corot no sólo fue un genio, sino que su bondad llegaba a santidad. Ayudaba a pintores pobres firmando sus obras como si fueran suyas, para que pudieran venderlas, pero un día mandó lejos a uno que le fue a pedir tres mil francos, porque estaba de mal humor y ya lo habían sableado antes. No tardó en arrepentirse y salió corriendo tras él con el dinero en la mano; cuando lo alcanzó le dio el dinero y le pidió perdón. El pillo le otorgó su gracia, pero le dijo que debía moderar su carácter.

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