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Yucatán

Un triste capítulo en una larga historia

Ariel Avilés Marín

“Toma el camino derecho,

No es siempre el camino fácil,

No es siempre fácil ni llano,

No es siempre fácil ni llano”

Nicolás Guillén.

Hoy, de nueva cuenta, ha vuelto a florecer el conservadurismo, los criterios retrógrados, la oscuridad de las voces de los mensajeros del desamor. Hoy, de nueva cuenta, quienes deben velar por el bienestar de todos los ciudadanos sin distinción alguna, han vuelto a atropellar los Derechos Humanos. Y esto, es muy lamentable; es muy lamentable para ellos mismos, para los legisladores cobardes que, ocultos en la sucia capucha del anonimato, segregaron a un sector de la sociedad que también los llevó a ocupar un lugar en esa soberanía que se llama Poder Legislativo del Estado de Yucatán, y que debe ejercer su facultad de emitir leyes que incluyan y garanticen a todos los ciudadanos sin excepción alguna.

Hay una verdad indiscutible: ¡En los Estados Unidos Mexicanos, es legal el matrimonio entre personas del mismo sexo! Es legal, porque así lo ha declarado un mandato constitucional como lo es una Jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y la propia Corte ha declarado como inconstitucionales todas las leyes que no se atengan a este mandato superior. Así que, con esta votación innecesaria, viciada, vergonzosa, la legislatura ha puesto en estado de desacato al Estado Libre y Soberano de Yucatán. Y esto es muy grave.

Los Derechos Humanos, son una materia de la más profunda trascendencia en la vida de los pueblos; es una materia que debe prevalecer por encima de cualquier criterio religioso, político o de cualquier otra naturaleza, son un bien superior de todos los ciudadanos sin excepción alguna. Los derechos de las minorías, no pueden ser materia de discusiones, votaciones, acuerdos, ni ninguna componenda; el derecho de una minoría se analiza, se llega a la conclusión de si procede o no y, acto seguido, se reconoce y punto. Este es el campo al cual pertenece el asunto de los matrimonios entre personas de un mismo sexo.

Desde el punto de vista jurídico, el matrimonio entre dos personas de un mismo sexo no causa agravio a nadie, por tanto, nadie tiene derecho de emprender acciones encaminadas a impedir el reconocimiento de este derecho. Su aprobación y ejercicio no excluye a nadie, su existencia no restringe ni pone impedimento alguno para que todas las personas heterosexuales sigan contrayendo matrimonio de la forma convencional y vigente en estos momentos, por tanto, lo reitero, su aprobación y ejecución, no causa agravio alguno a nadie.

La situación jurídica del Código Civil y la Ley Estatal de la Familia no tienen por qué sufrir alteraciones sustanciales; el asunto es tan simple como modificar el concepto que restringe este derecho expresamente, a ser entre un hombre y una mujer, y adecuarlo estableciéndolo como la unión entre dos personas, pura y simplemente.

Además, estas fuerzas obscurantistas y retrógradas, deben tener en cuenta que sus acciones son causa perdida, no impiden, no pueden impedir que en el Estado Libre y Soberano de Yucatán dos personas del mismo sexo se casen, de hecho se están casando y no son pocos los que lo han hecho, los que lo hacen, y los que lo seguirán haciendo, pues no es ilegal hacerlo. No es racional ni comprensible el afán de someter a las parejas del mismo sexo a invertir tiempo y recursos económicos para llegar a fin de cuentas al fin anhelado: contraer matrimonio. Me pregunto ¿qué ganan con estar fastidiando a la gente para impedir que sea feliz?

Las razones que esgrimen no son de observancia universal. “Dios creó hombre y mujer”, “debe prevalecer la familia natural”, “estamos protegiendo a la sociedad”. Ninguno de estos enunciados es de carácter universal ni de observancia general. Son principios religiosos, muy respetables, pero que no pueden ser tomados como fuente de derecho. Las leyes, son leyes para todos, para los creyentes, de cualquier religión, pues la religión cristiana no es la única y no es la verdadera para todos, y para todos los demás, las leyes son normas jurídicas de observancia general y, por tanto, tiene que contemplar a todos los individuos sin distinción alguna.

Es muy lamentable que, los legisladores de Yucatán hayan actuado ahora con una parcialidad fuera de ley, habiendo consumado un hecho jurídico y legislativo que es excluyente para un amplio sector de nuestra sociedad.

El haber vuelto a recurrir al voto cerrado, es una prueba concluyente de su conciencia de estar actuando fuera de la ley. El que está en el camino correcto lo recorre a la vista de todo mundo, no necesita antifaces, capuchas, ni embozos. ¡Da la cara con toda franqueza! ¡Mira de frente y sin bajar la vista! Señoras y señores diputados, se han visto muy mal con haber repetido la pifia ya descalificada anteriormente. ¡Han mostrado su absoluta carencia de valor civil!

Se han ocultado en el anonimato para cometer un desacato a la jerarquía de leyes vigentes en la República Mexicana. Han huido de la mirada juzgadora de quienes han sido afectados por su felonía; pero no podrán huir del peso de su propia conciencia, del reproche de su yo interno que sabe que su proceder ha sido incorrecto. Se han congraciado con cosas tan lamentables como el fanatismo, el conservadurismo, que son causas perdidas per se. El carro de la historia no se detiene nunca, la gente retrógrada, conservadora, al final de todas las historias, son siempre los perdedores, los derrotados. El devenir del mundo avanza cada día, los conceptos cambian con la rapidez del pensamiento, y quienes no se suben a este carro vertiginoso y cambiante, se quedan anclados en su triste y conservadora ficción que está siendo rebasada por realidades dinámicas y pujantes.

Tarde o temprano esta comunidad segregada, excluida, discriminada, de la diversidad sexual, verá reconocidos universalmente los derechos que le asisten; y quienes han atentado en su contra, lucirán el negro crespón que los condena por sus actos y omisiones. Esta ha sido una triste batalla con un revés. ¡La guerra está ganada de antemano! Saludos, señoras y señores legisladores. ¡La vergüenza les ha cubierto!

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