Yucatán

Víctor Salas

Trova en el cementerio es un programa un poco necrófilo, pero interesante, especialmente porque tiene público que luce satisfecho. Pero no se vaya a pensar que tiene el sello de originalidad o unicidad. Para nada, Tórtola Valencia y otras divas de principios del siglo XX bailaron la danza macabra de Saint-Saenz en un camposanto, pero fueron a parar tras las rejas porque en aquellos tiempos estaban prohibidas esas manifestaciones en casa de los difuntos.

Pensando que el evento era a las ocho de la noche, me topé con que a esa hora había una visita guiada por la calzada de las tumbas. Muy sabroso escuchar las explicaciones del guía en algunos de los mausoleos como el de los masones, los burócratas, henequeneros, el del alma solitaria o el de la colonia china. Esa explicación nos descubre una cantidad de detalles informativos que uno pasa por alto aunque camine ciento de veces por ese lugar.

Los visitantes a ese paseo se convierten en los invitados de la trova en el mausoleo y la sincronización es muy atractiva, pues estando en la tumba de Alma Reed, se comienzan a escuchar los acordes de las guitarras troveras, entonces, el sitio se llena de manera inmediata y con esa dinámica inicia la función.

Ese programa trovero, según entendí, se repetirá en el parque de la Ermita de Santa Isabel, pues la idea del Alcalde es mover a Mérida con eventos de este tipo que son, a fin de cuentas, de cultura vernácula, aunque lo adjetiven como de arte.

Estos son eventos muy dignos y justamente por ello deberían de tener aspectos técnicos y de confort que los eleve a la altura de su concepción. Voy a dar algunos datos: Los mosquitos. Una fumigada cada quince días en ese sitio no estaría nada mal y brindaría comodidad a la asistencia. La iluminación para los trovadores es fundamental. En esta función inaugural, extrañamente colocaron a los músicos en un extremo del monumento, que era la parte oscura precisamente. Esto tiene un resultado adverso, significado en una especie de decaimiento en la interpretación de las canciones. Una o dos lamparitas de leds resolverían el problema en un santiamén. El audio no fue el suficiente para el lugar, que es abierto y escampado.

A la conducción del evento hace falta la vivacidad de la juventud, la energía para entregar un evento fuerte y lleno de alegría. Los años fatigan hasta a Manzanero y por eso él en sus conciertos se llena de trucos, de compañeros en el canto, de coros y de agua mineral para que no se le seque la garganta. Cronos no perdona. ¿No hay relevo generacional en la historia de la trova yucateca? Cuando el maestro Marín nos abandonó ya había detrás de él, algunos conductores que hoy, son los responsables de conducir las serenatas en Santa Lucia, la Vaquería en los bajos del Ayuntamiento y la Noche Mexicana en el Remate de Paseo Montejo. El futuro, también tiene destino, y éste, es apabullante.

El Ayuntamiento tiene gracia y tino para eventos de esta naturaleza, vale la pena que le afinen detalles para que se conviertan en eventos de verdadero placer.

No supe de quién fue la idea, pero ahí, vi a Julio Pérez y a Arturo Abreu. En todos los casos, son el Ayuntamiento y su Dirección de Cultura, oficialmente sus tutores.