Lorenzo Salas González
Para que no quede duda, después de la intensa y extensa campaña pagada en todos los medios posibles –tradicionales y alternativos– en contra de nuestro actual Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, la ciudadanía salió por cientos de miles a refrendar su voto del 1 de julio del 2018 y le expresó un contundente y masivo respaldo al político tabasqueño, quien mientras más lo atacan, más crece el respaldo que le da el Pueblo.
Uno que otro analista se ha hecho la pregunta de tal fenómeno, pero así como hay muchas preguntas, hay cientos de respuestas: Que si el Pueblo siempre está con el más débil, que a López Obrador sí se le entiende, que es un hombre sencillo y accesible, que no es pesado, que ha roto los esquemas acartonados que envolvieron a los prianistas por muchos años, etc.
De todo esto, los partidos que son sus adversarios, sólo sacan una conclusión: Siguen perdiendo votos y no encuentran la manera de recuperar el rumbo victorioso.
De manera personal nosotros tenemos una hipótesis que no es muy agradable: Los partidos políticos le dieron mucho poder a Carlos Salinas de Gortari. Con amenazas de muerte llegó al poder presidencial. Recordemos que en una entrevista realizada meses después de las elecciones presidenciales, Cuauhtémoc Cárdenas confesó que Salinas lo había amenazado con asesinarlo si no aceptaba su “derrota”. O, peor, que bañaría de sangre la Ciudad de México si persistía en decir que él había ganado y no Salinas.
Además, eliminó a candidatos a gobernadores por el PRI dizque porque necesitaba su lugar para un panista, un perredista o un pepesista (¿recuerda el lector a Jorge Cruickshank García, del Popular Socialista?).
En breve, durante décadas, Salinas manejó al PRI a su antojo y conveniencia y no le importó que su partido perdiera prestigio, ascendencia en la ciudadanía y elecciones cada vez con más frecuencia.
Puede ser muy loable, encomiable y plausible que haya tricolores que ahora quieran revivir a su partido, pero ya son muchos millones de ciudadanos que no los quieren ni ver, sobre todo si arrastran una larga cola que les pisen.
El pasado ya se fue y no volverá. Carlos Salinas ya cumplió su cometido de desaparecer al PRI y no es necesario que gasten más dinero en mítines, reuniones, congresos y viajes. Al otrora poderoso partido sólo le queda un camino: La diáspora.
Así podrán coincidir con muchos migrantes que tuvieron que irse a vivir a Estados Unidos o a otro país.