Yucatán

Pilar Faller Menéndez

“Las cosas tienen un precio y éstas pueden estar a la venta, pero la gente tiene dignidad, la cual es invaluable y vale mucho más que las cosas”.

Papa Francisco

La dignidad, valor inherente al ser humano que adquiere por el simple hecho de serlo, no puede ser otorgada por nadie, fue probablemente uno de los pasos más trascendentales que se dio en la Edad Media, a partir del planteamiento de que ésta es inherente al ser humano, así como lo son sus atributos y características.

Los primeros pasos que se dieron para esta concepción provinieron de la filosofía griega en la corriente sofista, con Sócrates, Platón y Aristóteles, los cuales plantearon la existencia de la naturaleza y una ley natural. Cicerón, quien tomó estas ideas, fundamenta la dignidad como parte de la naturaleza humana, así como la valía más grande que existe en el ser humano, el cual le da un carácter de superioridad.

En el siglo XV, Giovanni Pico della Mirandola, conocido humanista y pensador italiano, inicia una tradición en el concepto de la dignidad humana, el cual posteriormente sería seguido y enriquecido por otros pensadores, al escribir su “Discurso sobre la dignidad del hombre”, en el cual explica la naturaleza especial y distinta que tiene el ser humano por ser parte de la creación divina.

A diferencia de los demás seres vivos, el ser humano tiene la capacidad de actuar autónomamente, guiar su futuro y tomar sus propias decisiones, y esta autonomía es precisamente la dignidad que tiene ya que es él quien para alcanzar sus propios fines adopta sus propias determinaciones en su manera de actuar.

Della Mirandola sostiene que la privación del ser humano de la capacidad de autogobernarse, provoca que éste no pueda entenderse a sí mismo, ya que posee la capacidad de identificar lo que es realmente importante en su vida de acuerdo a su propio proyecto personal, así como el papel que ha elegido desempeñar en la vida social.

Esta autonomía es la que nos diferencia de los otros seres vivos, por lo que representa la base de su dignidad, la cual depende de su condición humana.

Della Mirandola basa la dignidad en la autonomía y la libertad, ya que la autonomía puede expresar la capacidad de autodefinirse, así como autoconstruirse, al realizar diariamente los procesos de elección en los planes personales, y la autonomía es la esencia de la libertad.

En una evolución sobre el concepto de la dignidad, hemos de tomar en cuenta de que cualquier ser vivo, de acuerdo a sus atributos, merece dignidad por el simple hecho de estar vivos, y el hombre tiene el deber moral de respetar la vida, ya que es un deber moral que conlleva la dignidad.

Las teorías evolucionistas describen al ser humano como un simple animal más, con algunas cualidades superiores producto de la evolución, y la diferencia que tienen con los animales son consecuencias basadas en el desarrollo biológico.

Al reducir al ser humano a lo biológico, estaríamos negando la responsabilidad moral de éste y que son parte de sus características que lo hacen diferente al resto de los seres vivos. Hans Jonas, filósofo alemán, señala que es precisamente la responsabilidad que tenemos ante las cosas lo que nos empodera.

Kant nos brinda otra perspectiva sobre la dignidad, la cual está fundamentada en la naturaleza moral del ser, y su capacidad de discernir entre el bien y el mal, optando por el bien, aportando a la definición la voluntad que es la que construye la naturaleza moral de los seres humanos, y que es quizá la teoría filosófica más influyente en cuanto a lo jurídico, político y moral.

El ser humano es el único cuyos fines provienen de su propia naturaleza, ya que es dueño de sí mismo, de su propio ser, por lo que solamente puede ser tratado como fin y no como medio, siempre será sujeto y nunca objeto: las cosas se valoran con un precio, y los seres humanos son valorados por su dignidad. Esta dignidad moderna, Kant la desarrolla en su obra “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”.

Ronald Dworkin, filósofo estadounidense, ofrece un concepto de la dignidad, en el cual ésta es el conjunto de dos principios: la autenticidad y el auto respeto; lo cual nos lleva a una dignidad humana, la cual se da como producto del propio actuar.

La dignidad asumió una dimensión más amplia como producto del desarrollo de la modernidad y posmodernidad, y es entendida no solamente como un hecho, sino como un deber de respeto. Esta importancia social que tiene, ha constituido que sea deber del Estado el respetarla, así como crear normas jurídicas como los textos constitucionales, a fin de que sea respetada como parte de los derechos humanos, fundamental para que se dé la paz social.