Jorge A. Franco Cáceres
Con relación al Tren Maya y demás megaproyectos regionales del Gobierno Federal, llama la atención esa actitud opositora que exige la elaboración de infinidad de documentos de impactos especializados: sociales, culturales, económicos, políticos, ambientales, ejidales, etc., para terminar diciendo siempre que “no” a las obras de las autoridades centrales, por cosas que no aprueban los especialistas.
Sucede eso porque, lamentablemente, no se cumple con la Ciencia Avanzada del Desarrollo Sostenible desde diagnósticos integrales de cuatro aspectos: económico-patrimoniales, espacio-territoriales, socioculturales y medio-ambientales, para luego proceder a la planificación avanzada en términos de desarrollo sostenible. Esto significa que no pueden dejarse de lado en ningún megaproyecto las actuales condiciones regionales de explotación mercantil, violencia criminal y cambio climático. Veamos porqué se padece esta situación.
Para comenzar a entender la cuestión, procede decir que, en las costas de la Península de Yucatán, está ocurriendo una etapa agresiva de crecimiento urbano-metropolitano y desarrollo turístico-inmobiliario de interés mercantil sin precedentes en la historia moderna. Esto puede asumirse de modo promisorio para la población más necesitada y también para el avance económico en general, pero también puede rechazarse bajo múltiples argumentos que pueden ser ideológicos, pero también sectoriales y tecnocráticos.
Sin embargo, sea que interese que el crecimiento urbano-metropolitano y el desarrollo turístico-inmobiliario ocurran en Yucatán, Quintana Roo y Campeche de modo sostenible con los respaldos de los mega-proyectos regionales de las autoridades centrales o, de plano, nadie quiera nada con ellos debido a los impactos múltiples que ocasionan en las localidades, los científicos y los humanistas -a favor o en contra de la Transformación Republicana (TR)-, deben intentar responder las siguientes preguntas:
1) Si las inquietudes que tienen están respondiendo a los problemas inmediatos que se presentan debido a los mega-proyectos desde soluciones tácticas que pretenden ser bien intencionadas, pero que son carentes de los requerimientos básicos para vislumbrar las consecuencias perjudiciales, es decir, ¿sí tienen las bases científicas y humanísticas que justifiquen o descarten la racionalidad de los procesos instrumentados? Y si ello fuera el caso.
2) Las ciencias disponibles en la región peninsular son capaces de lidiar con los daños económico-patrimoniales y espacio-territoriales, además de responder a los reclamos socioculturales y medio-ambientales que ocasionan los mega-proyectos del Gobierno Federal, pero ¿también los que corresponden a los mega-proyectos a corto, mediano y largo plazo de las empresas transnacionales y los negocios extranjeros?
Acá, procede advertir que corresponde a los científicos y los humanistas estar atentos de lo que ocurre en la vida pública con los patrimonios culturales y los recursos naturales. Y que no les corresponde afanarse tanto en sentido positivo o de modo negativo ante los mega-proyectos de infraestructura que impulsan las autoridades centrales.
Nadie puede negar que estas obras van destinadas a una región que es tan periférica y marginal, que carece de leyes e instituciones que impongan la sostenibilidad a todos los niveles. Tampoco puede rechazarse que se trata de una situación estructural e histórica que es causante también de que la Península sea una zona vulnerable a las violencias sociales y las amenazas ambientales advertidas una y otra vez por los investigadores.
Resta señalar que el reconocimiento federal del potencial urbano-metropolitano y turístico-inmobiliario de la península yucateca inició una nueva era de cambios económicos y sociales de interés mercantil desde el extranjero. Correspondió este reconocimiento al crecimiento turístico costero de Cancún, cuyo impacto socioeconómico a nivel global resultó ser una muestra de su potencial turístico costero.
Este modelo urbano-metropolitano y turístico-inmobiliario se transfirió en distintas escalas a todo el litoral costero de la región caribeña, a pesar de que se realizó sin bases científicas de sostenibilidad y sin leyes federales de integralidad que sancionaran la pertinencia de los procesos impuestos a los paisajes culturales y los recursos naturales. Se llevó cabo según los cánones de las obras portuarias y los servicios urbanos de otras regiones de los Estados Unidos y de Europa.
Hoy, el Tren Maya del Gobierno Federal pretende llevar este proceso a otro nivel desde la TR. Muy poco útil será la Ciencia de la Sostenibilidad para la Península de Yucatán si no logra que prevalezcan sus criterios y sus métodos avanzados para respaldar el crecimiento regional ante los problemas específicos que reclaman los especialistas opositores para impedir que algo ocurra o nada se intente al respecto.