Yucatán

Cristóbal León Campos*

I

Tantas veces, tantas noches, a lo lejos la estrella de lo fugaz observa, media la lejanía el recuerdo, ausencia de humo, repican campanas a lo lejos, tantas otras veces en que el silencio nos hizo suyos, en que la palabra dejó de nombrar para hacerse verbo, brazos que pierden su forma, contornos vacíos, el humo se diluye entre canciones, se busca hacer de la verdad una prebenda en tiempos de chacales, devorantes irrumpen la armonía, ¿si tantas veces hemos padecido por qué seguir haciéndolo?, impurezas en el blanco de la Luna, los soñadores miramos expectantes cada rayo y cada señal que nos haga seguir creyendo, y no es que la fe venga de fuera, es que ella se enraíza en esas pequeñas cosas que en el mundo dan sentido a los tiempos precarios que vivimos, la duradera concordia se construya del consenso de lo real, las imágenes en ocasiones son inexactas o falsas, el humo distorsiona los sentidos, se percibe de manera inacabada el todo universal, tantas veces, tantas largas noches como para seguir padeciendo aquello que desde el fondo sabemos nos hiere.

II

La interpretación de la vida como una serie de fragmentos esporádicos nos convierte en episodios disociados de nosotros mismo, partículas de un todo que se desarticulan y generan rupturas profundas en el funcionamiento social y personal, los actos son por tanto, como relámpagos en vez de huellas, el humo dificulta a la vista observar aquello que es evidente, la noche larga genera tal cansancio que es difícil mantenerse de pie, se adormecen los sentidos y se transforman los imaginarios, nos degradamos de nuestro propio ser por aquello que hemos creído como cierto, las imágenes se esfuman al ser cuestionadas, nada es tan irreal como una ilusión basada en falsos preceptos, palabras sin sentido recorren las habitaciones del prejuicio, los caminantes buscan refugio del Sol en el árbol abundante, el soberbio se escuda en la sombra falsa que genera la hipócrita caricia, el ser humano se confronta con su propio ser para negarse, miramos desde un punto de partida adverso a nuestra naturaleza, nos negamos, evadimos el compromiso que tenemos como seres vivos con la vida, morimos cuando hablamos de guerra en vez de amor, la crisis o las crisis se agudizarán mientras sigamos pensando como fragmentos y no como un todo que se articula y se llama humanidad.

III

Llueve en el camino, la tierra se renueva, el olor impregna la vereda, ese aroma tan especial vivifica al trabajador cansado, el viajero se alegra de poder presenciar ese instante en que reverdece el campo y la pradera, el ave canta como si volviera a nacer, ciegos los seres humanos dejamos de apreciar lo que nos rodea, perdiéndonos en un sinfín de conflictos en su mayoría irrelevantes, en otros casos, temerosos de lo peor cuando vemos a la soberbia a ponderarse del mando en la sociedad, vivimos amenazados por nuestros actos, cadenas que construimos con nuestras propias manos, y es que si bien la soberbia es de pocos, quienes enmudecen ante ella contribuyen a divulgarla, la conciencia sobre la humanidad y su condición se genera al percatarnos de los detalles simples que hacen tan compleja la existencia, si la hierba reverdece es porque el agua de la lluvia actúa sobre ella, ¿entonces por qué seguimos impávidos mirando cómo nos degradamos?, somos actores de la historia que a diario se escribe, nos falta asumir nuestro papel para interpretarlo, la mejora humana se concreta al deshacer la disociación fragmentaria y reunificar la esencia del ser, al devolvernos la dignidad y la memoria iremos recuperando la esperanza.

* Integrante del Colectivo Disyuntivas