A Demóstenes, un ladronzuelo se había apropiado de su manto y cuando lo tuvo detenido, el sujeto le dijo:
–Maestro, debería perdonarme, pues de haber sabido que este manto le pertenecía no lo hubiera robado.
A lo que el filósofo respondió:
–Muestras respeto y amistad hacia mí y te lo agradezco: es probable que ignoraras que la prenda era mía, pero estoy seguro de que tú sí sabías que no era tuya.