Yucatán

Ariel Avilés Marín

El pasado mes de febrero el Campo Deportivo “Salvador Alvarado” cumplió ochenta años de su inauguración. Este lugar, que por tantas décadas ha sido una verdadera catedral del deporte yucateco, ha visto escribir en sus instalaciones una incontable cantidad de páginas gloriosas de las más diferentes disciplinas deportivas que nuestra juventud ha practicado en sus veteranas, pero funcionales hasta hoy, instalaciones de toda índole, pues este añoso lugar cuenta con lo necesario para efectuar en él prácticamente todas las disciplinas.

El Salvador Alvarado, fue un proyecto concebido e impulsado por uno de los gobernadores más progresistas que ha tenido Yucatán, el Ing. Humberto Canto Echeverría; y he dicho concebido e impulsado, pues, como profesional que era el Ing. Canto de la construcción, participó activamente en el proyecto de su concepción y supervisó personalmente los avances en su construcción. La administración pública de Canto Echeverría coincidió con el período en la dirección de la Escuela Preparatoria, primero, y la rectoría de la Universidad Nacional del Sureste, posteriormente, del científico y educador de avanzada más brillante que ha tenido Yucatán, el Ing. Joaquín Ancona Albertos.

La Escuela Preparatoria de la “Universidad Nacional del Sureste” (hoy UADY), en el período de Ancona Albertos, incorporó a su plan de estudios materias tan avanzadas para la época, como “Higiene de la Pubertad”, impartida por el distinguido galeno, Dr. Humberto Sauri Cisneros, y “Estudio Comparado de las Religiones”, que impartía el propio director. En este contexto, se concibe y se pone al servicio de la juventud, el Campo Deportivo “Salvador Alvarado”.

Las fiestas de inauguración del campo deportivo fueron brillantes y memorables; en ellas participó una verdadera pléyade de atletas y deportistas yucatecos, representantes de la juventud deportista y estudiosa de la época, lo mismo participaron jóvenes preparatorianos de la universidad, así como estudiantes de la Escuela Normal Urbana “Rodolfo Menéndez de la Peña” y de las secundarias “Agustín Vadillo Cicero”, “Adolfo Cisneros Cámara” y “Eduardo Urzaiz Rodríguez”, también concurrieron estudiantes de las escuelas particulares destacadas en los deportes, como la Escuela Modelo, el Colegio Montejo y el Colegio Americano.

Del brillante contingente que desfiló en la jornada inaugural del Salvador Alvarado, contamos felizmente con una distinguida dama, deportista brillante en varias disciplinas y una pujante juventud a sus felices noventa y ocho años de edad, ella es Doña Milia Mirka Fajardo Mézquita.

Doña Mirka Fajardo es, a su avanzada edad, una afable dama, un espíritu jovial, y una claridad de pensamiento envidiable. Con una clara memoria, se remonta a sus más lejanos recuerdos, a su infancia. “Empecemos por mi nombre: Milia Mirka Fajardo Mézquita, fue mi tío, Rodrigo Fajardo, hermano de mi padre, quien escogía los nombres que se imponían en la familia, a mi hermana la llamó Zita Alicia, nombre que yo le puse a mi hija; mi tío era un autodidacta; pedía permiso para dormir en una bodega, donde colgaba su hamaca; ahí encuentra un libro de derecho y lo va estudiando profundamente, y posteriormente solicita su examen en la Universidad, donde sustenta un examen y se le otorga el título de Abogado”. Doña Mirka empieza a destacar en los deportes desde su niñez; cursa su educación primaria en la Escuela “Andrés Quintana Roo”, que se encontraba en el antiguo barrio de Santa Ana, exactamente frente a la iglesia del suburbio. “Yo vivía en el barrio de La Mejorada, en una media casa que rentaba mi madre a un señor Enrique Martínez, en el cruce de las calles 59 con 48, y desde ahí, me iba caminando hasta Santa Ana, picando la pelota en todo el camino; los vecinos ya lo sabían, al oír el retumbe del balón, decían: “Ahí está pasando Mirka” - y suelta una risa alegre, como su joven corazón le manda.

Desde la primaria, Doña Mirka Fajardo se integra como miembro de los equipos de básquetbol, sóftbol y vólibol. “Mi entrenador de básquetbol fue el maestro Eliseo Andueza, él me enseñó mucho y me hizo tener un sentido positivo del trabajo en equipo, y también a ser responsable, pues me confiaba la custodia del balón, por eso me iba picando la pelota todo el camino, porque yo tenía que llevarla para las prácticas”, declara con entusiasmo. Después, cursa su secundaria en la Escuela “Adolfo Cisneros Cámara”, donde llega a ser la capitana del equipo de básquetbol. Luego, cursa estudios para ser profesora, en la Escuela Normal Urbana “Rodolfo Menéndez de la Peña”, bajo la dirección del eminente pedagogo Don Artemio Alpizar Ruz. “La escuela normal estaba en una casona en la calle 62 con 45. Ahí, incorporo a mis prácticas el atletismo, bajo las enseñanzas de Ernesto Pacheco Zetina, el popular “Xándara”.

“Me vuelvo competidora en las especialidades de disco y jabalina, y destaco más en esta última, en la que llego a ser seleccionada, es por ello que participé en la ceremonia de inauguración del Salvador Alvarado; recuerdo que la abanderada fue la Mtra. Perla Aguilar”, exclama con genuino orgullo. Ya inaugurado el Salvador Alvarado, se iba caminando de la normal al Salvador Alvarado, y por el camino, iba bajando tamarindos a pedradas desde los árboles. “Xándara, llega a ser una profunda amistad en mi vida, aún ya de casada, con él, mi esposo y yo escogimos esta casa que compramos en la colonia Alemán, y luego él decide todo lo que sembramos en el patio, el limón, la naranja y las bugambilias, que aún están ahí de pie, como yo”, dice con fuerza. En su paso por la escuela normal obtiene excelentes calificaciones, por lo que al egresar le asignan una plaza en una primaria en Izamal, donde inicia dando integrados los grados tercero y cuarto; muy pronto destaca y llega a ser directora del plantel, donde realiza labores de ampliación y mejoras del mismo; además, los sábados, en su casa, enseñaba a los niños trabajos manuales. “Los alumnos me lo agradecían llevándome huevos o leche”, recuerda.

Además de su destacado paso por el deporte, como pionera del básquetbol y el atletismo, Doña Mirka llevó a cabo una profunda labor social en su colonia. En la década de los 70’s, del siglo pasado, se desata en la juventud el flagelo de las drogas, el inolvidable sacerdote Antonio Pech Navarro enfrenta el problema y lleva a cabo una profunda labor para erradicarlo de la colonia Alemán y, por ello, fue víctima hasta de agresiones a su persona. Un grupo de damas, resueltas y templadas, hacen causa común con el presbítero para luchar codo a codo junto a él; Doña Mirka al frente del grupo. “Durante dieciocho años di pláticas en la colonia López Mateos, de este grupo nace la construcción de la iglesia de la colonia; organizamos a las mujeres para conseguir el terreno y luego empezar la construcción”, recuerda con cariño.

Como madre de familia también tuvo una vida activa junto a su esposo Don Ramón Vallado Galaz. Seis hijos dan testimonio de su fecunda labor: Emilio, Zita Alicia, Ramón, Mirka, Miguel e Iván. “Los varones fueron modelistas, y las niñas fueron a estudiar al colegio de Consuelito Zavala”, precisa. En la Escuela Modelo, fue integrante y presidente de la Asociación de Padres de Familia, en su gestión se fomentó el atletismo y promovió la construcción de la pista de la escuela, que hizo realidad el Dr. Rafael Cobos Navarrete. Su laboriosidad fue proverbial, en su gestión organizaba kermeses para reunir fondos, elaboraba personalmente kibis que donaba y vendía, para lograr sus objetivos.

De la Escuela Modelo, guarda gratos recuerdos. “Los domingos se acostumbraba caminar por Paseo Montejo, y luego nos íbamos a bailar a las famosas tardeadas del Club Escuela Modelo. En los carnavales, mi esposo Ramón y yo siempre participamos en los concursos de disfraces, en los bailes, y varias veces ganamos el primer premio”, relata con fluidez y claridad.

También hay en su haber la publicación de dos libros: “Cartas de Amor a Dios” y “Lecturas para Bellas Mujeres y Gentiles Caballeros” (Experiencias, sentimientos y pensamientos) en dónde ha volcado su fe religiosa y sus experiencias de vida. Doña Mirka es una gentil dama antigua, que no vieja, que comparte sin ningún egoísmo sus experiencias, sus conocimientos, que tiene a flor de labio el consejo preciso, en el momento certero, su pensamiento claro y ligero le lleva a vivir una digna y soberbia vejez. Ha abrevado mucha de su filosofía del libro de Erich Fromm, “El Arte de Amar”. Con una gracia sin igual, nos da una genial conclusión de vida que le lleva a disfrutar su longevidad: “La vejez es una dura dictadura, hay que aprender a vivir con ella”, exclama con una amplia y profunda sonrisa.

Platicar con Doña Mirka Fajardo Mézquita viuda de Vallado, ha sido un verdadero privilegio de esos que no se tiene todos los días. Nos despedimos de ella, en su casa de la colonia Alemán, con la promesa de volver para disfrutar una grata y profunda conversación con ella.