Frida Guerrera Villalvazo
Si jamás has pasado por algún tipo de violencia en tu vida, es muy fácil que en tu diario vivir lo grites al mundo entero y te digas a ti misma que nunca permitirías verte atrapada en un episodio de este tipo. Seguramente tu sentir es que si lo vivieras jamás permitirías que continuara. Estoy segura que eres de las que piensan, ¿pero por qué lo permite?, ¿por qué no sólo se aleja? Tal vez tú sí seas de aquellas que a la primera y sin voltear atrás se alejaría. Sin embargo, para muchas, dejarlo implica una serie de contextos que debemos entender para dejar de hacerlas sentir culpables.
Hace unos días estuve en Mérida, Yucatán, por segunda ocasión del año en curso, acudimos el Padre Alejandro Solalinde Guerra y quien escribe a buscar respuestas ante la falta de compromiso de las autoridades con Greta Martínez Corona, víctima de intento de feminicidio en más de una ocasión, historia que hace un mes compartimos en nuestro blog, (Greta: ¡Me quiero viva!). Decidimos acudir con el apoyo de grandes compañeras en Mérida, quienes nos albergaron en sus domicilios, para iniciar la solicitud nuevamente de entrevista con el Fiscal General del Estado y, en esta ocasión, también con la Secretaría de Gobierno, la Secretaría de la Mujer y otras dependencias.
En la mesa de aquel 29 de julio, nuevamente la revictimización a la víctima. Greta fue criminalizada frente a todos los que nos encontrábamos en el lugar, tratando una vez más las autoridades de justificar por qué no reclasificaban su carpeta como tentativa de feminicidio, además de porque no le otorgaban la seguridad que realmente necesitan Greta y su pequeño hijo, para evitar que H. C. V. se acerque a ellos. No estuvimos de acuerdo en lo que nos proponían porque estaban ventilando resultados de su psicodiagnóstico, realizado con el único fin de evaluar el daño que ha recibido por la violencia que vive.
Convenimos acuerdos, los cuales sólo han sido concretados dos: la custodia necesaria para Greta y el pago de la resonancia magnética que necesitaba para medir el daño causado a su cerebro por los golpes, el encierro, la violencia sistematizada en la que Greta vivía. Aún queda por reclasificar la carpeta, la custodia del pequeño hijo de Greta, y el castigo real al agresor. Sin embargo, nos mantenemos atentos desde este espacio para que, si es necesario, regresemos muy pronto a seguir luchando por ella. Hoy Greta y su hijo están más seguros y siempre vigilados por las activistas Ligia Canto Lugo, Rosita Canul Ricalde, la periodista Ana María Ancona Teigell, Olga Moguel, locutora de Radio Fórmula en Mérida, el Padre Solalinde y quien escribe.
Ya de regreso al DF el 13 de agosto, cuando estaba a punto de reiniciar mi transmisión de #FeminicidioEmergenciaNacional, y redactar mi columna en torno a los hechos que se vivieron en la Ciudad de México, con las feministas que salieron a marchar, donde el encabronamiento y el hartazgo de las mujeres explotó en gritos, en pintar, romper, arrojar brillantina morada, no rosa, mostrando la furia contra las autoridades que muchas tenemos como remolinos dentro del corazón. Porque sí, es real, estamos más que encabronadas por el alto nivel de violencia que se vive en el país, dónde hasta los policías nos violan y se quedan amparados en la impunidad. Pero de ese tema ya muchas grandes plumas han escrito. Me llega un mensaje: “Frida por favor ayúdame, soy Zali, si algo me pasa responsabilizo a mi pareja, el padre del hijo que estoy esperando”, y me dio su nombre. “Estoy en Tultitlán, Estado de México, corro peligro con él ya que hoy me volvió a golpear”.
De inmediato, ante una infinidad de detalles que me dio, me alarmé, le pregunté que si quería que fuera por ella, me suplicó que sí, eran las 21:42 minutos. Tomé mi chamarra, mi equipo fotográfico y me salí, no sin antes llamar a mi colaborador investigador y a un gran amigo para que me acompañaran a rescatarla. El trayecto era muy largo, estaba a casi dos horas de distancia, la mantuve en la línea y le pedí que si él se ponía más agresivo hiciera algo por salir del lugar. Eso sucedió, Zali salió como pudo del departamento, yo aún estaba lejos, ya no pude mantener el contacto con ella, su celular roto no respondía.
El miedo me atacó pensando que ya no la encontraría en el lugar, mi ubicación en tiempo real estaba compartida con ella para que supiera que ya iba en camino, pensaba mil cosas. No sé si fue un gran milagro, pero Policías de Investigación del Estado de México que se encontraban indagando otro delito de género, pasaban por el lugar cuando vieron que Zali era golpeada por el sujeto, gritó pidiendo auxilio y se lo dieron.
Ya no sabía dónde buscarla, 30 minutos después me llamó para decirme cómo habían sucedido las cosas, que ya estaba en el Centro de Justicia para la Mujer en Cuautitlán. Cuando llegamos la acompañamos hasta el último momento. El proceso fue el mismo como en todos los casos, la revisó la médica en turno, fue atendida por psicólogas, tomaron su declaración. A las ocho de la mañana del 14 de agosto del año en curso, la dejé en un lugar donde está segura y será protegida junto con su bebé. El sujeto puesto a disposición porque fue encontrado en flagrancia. (Se entiende por flagrancia a la detención de un individuo que es sorprendido y capturado justo en el momento que comete un delito).
Como estos casos hay millones en México, es una realidad. Nos violan, asesinan de norte a sur. También aquellos que se suponen deberían de protegernos (policías). Puede ser la hija que sale a la escuela, el ama de casa, la empleada que sale a trabajar, la niña que se le perdió a su mamá o aquella que salió a comprar dulces. ¡El agresor que sin consecuencias actúa abrazado de la impunidad y sus derechos laborales! Dicen las autoridades y parte de la sociedad que pintar, romper vidrios, prender fuego, arrojar diamantina es violencia y que así no se puede dialogar.
Nos están asesinando, nos dejan violadas, descuartizadas, calcinadas, arrojadas como pañuelos desechables inservibles. Aniquiladas, y piden prudencia. Gracias a aquellas mujeres que el 12 y el 16 de agosto de 2019, sacaron la furia de todas y que muchas nos reprimimos para no vernos mal.
No es fácil salir del círculo de violencia en el que viven millones de mujeres en México, por eso, dejemos de juzgarlas, dejemos de llamarlas “tontas”, “dependientes”. Porque sólo favorecemos el aislamiento y que el agresor las aniquile, ayudemos a que encuentren justicia, a que las autoridades dejen de revictimizarlas, de culparlas, y celebremos cada vez que una de ellas salga victoriosa, para que cada vez sean más Gretas, Zalis, Clarissas, Verónicas, gritando en la calle que son felices y libres.
Ayudar a qué #NIUNAMÁS sea una realidad es uno de los principales objetivos de por qué nació mi trabajo para redactar las historias de mujeres y niñas que han sido asesinadas en este país. En mi libro #NIUNAMÁS lo señalo una y otra vez, aquí una parte del epílogo.
“Aquí nos asesinan porque al hombre no le gusta cómo vistes, porque no le gusta que tengas amigos, porque no le gusta que le pongas reglas, porque estás embarazada, porque te cela, porque lo tienes harto, porque saliste al antro, porque tú mamá no te cuidó, porque te quedaste cerca de él, porque le gustas a otros, porque dices NO, porque se le antojó, porque somos putas, alcohólicas, por salir, por quedarnos, por gritar, por callarnos… ¡sólo porque somos mujeres y aquí no contamos!
Tenemos que dejar de ser una sociedad ególatra, indolente, pasiva. No justifiquemos más los delitos, abusos y feminicidios, pues lo único que estamos creando y reforzando es que, en este país, los feminicidios no existan.
Estamos en el momento exacto y necesario de darle vuelta a la realidad, abrir la puerta y detener esta barbarie; de dejar de ver a nuestros gobernantes como “papá gobierno”, de informarnos, salir a la calle, buscar feminicidas, niñas desaparecidas o niñas sin nombre, voltear a vernos porque al redactar estas líneas tal vez yo o usted sea la siguiente”. (#NIUNAMÁS, Editorial Aguilar).
¿Eres madre, padre, hermana, hermano, hija, hijo, de una mujer víctima de feminicidio, desaparición, o intento de feminicidio? Búscame, ayúdame a visualizarlas y a contar su historia en Voces de la Ausencia.
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