Yucatán

Roldán Peniche Barrera

Yucatán Insólito

-¡Hola, don Juanjolín! -dice el médico al ver la cara de su visitante. ¿Qué te pasa?

-¿Qué qué me pasa? -exclama Juanjolín-. Pues verá usted, don Lara. Como pasarme, algo me tiene que pasar. Si no me pasara nada, no le vendría por aquí, “la ostia”.

-Desgraciadamente, así suele ser -repone el médico-. Conque tú dirás lo que sientes.

-¿Yo, don Larito? Y ¿qué estudios tengo yo para saber lo que siento? Lo único que yo le sé es que no me le encuentro nada bien -responde Juanjolín con esa amabilidad casi más que gallega, en virtud de la cual se le dedica al interlocutor todo aquello de que se habla.

-Sin embargo, Juanjolín, si no te encuentras bien es porque te duele algo. Vamos a ver. ¿Qué es lo que duele?

Pero Juanjolín no sale de sus evasivas. Y no es que el hombre tenga ninguna enfermedad secreta, sino que, ante el médico, quiere mantener a toda costa el secreto de su enfermedad.

-Usted míreme… -le dice a don Lara.

Y el razonamiento de Juanjolín es éste: “Si don Lara entiende, efectivamente, de la enfermedad que padezco, dará con ella en seguida, mientras que si yo mismo se la declaro, a lo mejor me cura en un dos por tres sin trabajo ninguno. ¿Es que cuando la vaca se pone mala el veterinario la va con preguntas? ¡Bueno tonto sería yo si, encima de pagarle por la consulta al médico, le dijese lo que me duele! Si él puede averiguarlo, bueno, y si no, que se fastidie…”.

Unos encontrarán, acaso, demasiado ingenuo el razonamiento gallego de Juanjolín. A otros, en cambio, quizá les parezca que, en su sencillez, está lleno de lógica. ¡Quién sabe! lo cierto es que Juanjolín vive en un mundo maravilloso. En su cerebro no existe distancia alguna entre los conceptos de ciencia, religión o política y el concepto de magia. El cura, para él es un torero, el diputado, otro, y el médico, si no es un taumaturgo a su vez, no merece que se le llame médico.

-Usted míreme… -dice don Lara. -Aquí no es. Vamos a ver si es en el pecho.

¿Respiras bien?

-Respiro, sí, señor. El aliento se lo tengo aún bastante fuerte -dice Juanjolín.

-¿Y el estómago? ¿Haces regularmente tus digestiones?

Con frecuencia, el cauto Juanjolín cae como un pazguato en una de estas preguntas y entonces se le receta una medicina de don Lara: un poco repugnante y poco cara que la medicina sea, y Juanjolín la toma con fe y no es extraño que cure. Otras veces, sin embargo, Juanjolín no cae, y en estas ocasiones hay que ver el aire triunfante con que sale a la calle como un torero.

-¿Te encontró don Lara la enfermedad? -le preguntan a Juanjolín sus amigos.

-¡Qué iba a encontrar! -responde Juanjolín. Lo que es ésta, la tengo bien escondida y que rabie don Lara. ¡Joder!

Jorge A. Mijangos H.