Yucatán

Los niños mandan y…los padres obedecen

Ariel Juárez García

En una tienda comercial, Pepito de cuatro años se encapricha porque quiere un juguete. Su madre intenta convencerlo de que lo deje en el lugar donde lo tomó: “Pepito, ya tienes muchos juguetes… ¿para qué quieres otro más? Al instante la mamá se dio cuenta que se equivocó al hacer esa pregunta. Pepito empieza a lloriquear, hace su berrinche y dice: “¡Pero quiero este!”. Con miedo de que acabe como siempre, en una rabieta, la madre cede y lo complace.

Por otra parte, mandaron a llamar al padre de Juanito, de 10 años, a que se presentara a la escuela una vez más para darle otra queja pues le llamaron la atención al niño por su mal comportamiento al gritarle a la maestra y faltarle el respeto. Su padre se presentó a escuchar la versión de los hechos y se mostró muy molesto, pero no con Juanito, sino con la maestra. “Es que ya te trae de encargo —le dice a su hijo—. Voy a hablar con el director para arreglar este asunto de una vez.”

Estas situaciones basadas en la vida real, son sólo una pequeña muestra de la manera en que la vida de las familias de los países más adelantados ha cambiado muchísimo en las últimas décadas. Antes, los padres mandaban y los hijos obedecían. Pero ahora es común que los niños manden y los padres obedezcan.

La realidad de lo que sucede en muchos hogares es que ahora los padres toleran el mal comportamiento de los hijos, ceden a sus caprichos y los libran de las consecuencias de sus actos. “Es cada vez más común ver a padres que ceden su autoridad a los hijos [...]. No hace mucho, los niños sabían quién mandaba y tenían claro que no eran ellos”, señala el libro The Narcissism Epidemic (La epidemia del narcisismo), y añade que, los padres que actúan así “están nadando contra la corriente social”.

Hay quienes afirman que los padres empezaron a perder autoridad en la década de 1960, cuando los llamados “expertos” los animaban a no ser tan exigentes con sus niños. El rasgo sobresaliente de sus consejos era hacerles saber que más que padres, fueran amigos de sus hijos. También les decían que alabarlos era mejor que reprenderlos y que convenía aplaudirles lo que hacían bien en vez de empeñarse en corregirlos. Les daban a entender que, si regañaban a sus hijos, podían alterar su delicado estado emocional y hacer que en el futuro les guardaran rencor. No se le daba importancia al hecho de equilibrar los elogios con la disciplina.

Al poco tiempo, aquellos expertos comenzaron a promover la autoestima. Parecía como si hubieran descubierto el secreto de la educación infantil: hacer que los hijos se sientan contentos con ellos mismos. La recomendación para los padres enfatizaba que, al corregir a sus hijos, evitaran palabras negativas como no y malo.

Esa filosofía fue llevada al extremo. Inculcaba en los padres el deber de recordarles continuamente a los hijos lo mucho que éstos valían y que podían llegar a ser lo que quisieran. Parecía que lo más importante era ayudarlos a sentirse bien en vez de ayudarlos a hacer bien las cosas.

Hoy día, se ha dado tanto énfasis a la autoestima que ya los niños creen que lo merecen todo y que son los reyes del mundo. Esta tendencia ha hecho que muchos jóvenes “no estén preparados para las críticas y los fracasos que acompañan a la vida”, según cita el libro Generation Me (La generación Yo). “En el mundo laboral a nadie le preocupa tu autoestima —dice un padre citado en esta obra—. Si le presentas a tu jefe un informe mal hecho, no te va a decir: ‘Me encanta el color del papel que escogiste’.” De esta manera se ilustra que hacerles creer a los hijos que todo irá bien, hagan lo que hagan, “no les ayuda en lo más mínimo”.

Por supuesto, muchos padres ven la importancia de enseñar valores a sus hijos. Por eso procuran darles un buen ejemplo y corregirlos con cariño y firmeza cuando hace falta. Es evidente que los padres que son demasiado permisivos con sus hijos aún no perciben las consecuencias negativas que esto puede acarrearles más adelante. Además de debilitar su autoridad como padres, están privando a sus hijos de la guía necesaria para tomar buenas decisiones y enfrentarse a la vida con seguridad.

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