Yucatán

Al hablar ayer sobre la Eucaristía y su proyección social, el Pbro. y Lic. Rogelio Narváez Jiménez, Secretario Ejecutivo de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social y director nacional de Cáritas Mexicana, afirmó ayer que sí existen los pecados sociales y que por ellos Dios nos va a pedir cuentas en el Juicio Final, pues más allá de que si rezamos o no rezamos, más allá de que si soy devoto del rosario, más allá de que si ayuné o no ayuné, el Evangelio tiene una dimensión social que tiene que ver con que si me asististe o no me asististe cuando tuve hambre, cuando tuve sed, estuve desnudo, fui forastero, estuve enfermo y encarcelado. O sea, el Juicio Final es en realidad sobre la dimensión social de la vida.

También hizo un reclamo a los que reconocen la presencia de Cristo en la Eucaristía, pero no reconocen su presencia en el hermano, sobre todo en el más necesitado.

Y recriminó a los sacerdotes que se han quedado mucho con el ejercicio sacerdotal vinculado a los sacramentos, y se han olvidado en primer lugar de profetizar, anunciar y denunciar aquello que no está bien.

Cuatro conceptos

Lo dijo así al ser entrevistado en el Polifórum Zamná, en el marco del 7o. Congreso Eucarístico Nacional:

–En la conferencia “La Eucaristía y su proyección social” vamos a manejar 4 conceptos importantes que están vinculados a la vida social. Primero como sacramento de la presencia, segundo como sacramento del banquete, tercero vamos a hablar acerca del sacramento del sacrificio, y cuarto vamos a hablar acerca del sacramento que debe proyectarse hacia la vida cotidiana, el apostolado, el envío.

Esos 4 elementos son vinculados a la vida social, porque sucede que, en el caso del primero, reconocemos la presencia de Cristo en la Eucaristía, pero no reconocemos la presencia de Cristo en el hermano, sobre todo en el más necesitado, en el que tiene más carencia. O sea, somos buenos para ver a Cristo en el templo, pero no fuera del templo. Entonces es esa presencia de Cristo que nunca nos deja solos, pero resulta que tenemos también que tener fe para percibir a Cristo en el más necesitado.

En el segundo hablamos del sacramento de Cristo en el banquete, Cristo se ofrece en alimento y lo que se nos pide a nosotros también es que podamos ofrecer alimento a los demás, que no tan sólo nos alimentemos nosotros, sino vayamos con el que tiene hambre, con el que está preso, con el necesitado.

Y viene el tercer elemento que es la Eucaristía como sacramento del sacrificio. El amor lleva a dar la vida por el hermano. Hoy desgraciadamente, en lugar de dar la vida, se le quita la vida al hermano. Entonces si queremos ser realmente cristianos no debemos tenerle miedo a dar la vida por aquellos que Dios nos envía en la familia, pero también en la sociedad.

Doble moral

Y viene también un desglose sobre el envío, sobre el apostolado: Es curioso que vemos a Cristo en la hostia, pero no lo vemos en el rostro del más necesitado. Es curioso que revestimos el altar con las mejores telas, pero no le damos una camisa a quien está desnudo. Es curioso que le ofrecemos a Cristo el incienso, el aroma, pero no somos capaces de percibir en aquél que no huele bien la presencia del Señor.

Hoy, por ejemplo, con las caravanas de migrantes que se han vivido, se piensa que nuestro pueblo tiene una especie de xenofobia y, más que xenofobia, lo que tenemos es lo que se llama aporofobia.

La aporofobia es miedo o repulsa al pobre, al que huele mal. A ese es al que le tenemos repulsa; no es tanto al extranjero. Porque este Estado bendito de Yucatán, y esta Península junto con todo nuestro país, es favorecida con mucha gente extranjera que viene y hace una derrama económica. Es cierto que en el 2012 dejamos de ser una potencia turística por la situación de la violencia, y México se posicionó como el lugar número 12 entre los países que atraían turismo. Pero el año pasado, el 2018, pasamos del 12 a ser el quinto país que atrae turismo, o sea, que aún con la situación inestable de violencia, de inseguridad, el país ha vuelto a ser atractivo para el extranjero, pero hay extranjeros a los que les ponemos la alfombra y a quienes les servimos la mesa, en cambio hay otros extranjeros que son los más pobres, a los que no nos gusta atender, a los que no vemos.

No es que seamos xenofóbicos, porque le reitero: esta Península es muy amable con tanto turismo, con tantas personas que vienen del extranjero, pero que no venga alguien que no huele bien, porque entonces a esas personas las hacemos a un lado, y pensamos que vienen a invadirnos, las vemos como enemigos, no queremos que vengan migrantes cuando un turista es un migrante, a final de cuentas está moviéndose, y todos nosotros nos movemos, entonces ahí hay una incoherencia.

No caer en la hipocresía

–¿Qué les pediría usted a quienes actúan así?

–La invitación es a que seamos congruentes. Si tenemos ojos de fe para ver a Cristo en la Eucaristía, tenemos que tener ojos de fe para verlo donde El dijo: Tuve hambre, me diste de comer. Tuve sed, me diste de beber, estaba desnudo, me vestiste, fui forastero, me hospedaste. Estuve encarcelado, estuve enfermo, y me asististe. O sea, tenemos que tener ojos de fe para verlo también ahí, que no caigamos en la hipocresía.

–Padre Rogelio, con frecuencia escucho las homilías de las misas, pero muy pocas veces he escuchado una exhortación para que la gente busque la justicia social. Se van por aspectos teológicos muy profundos, o a veces por cuestiones de autoestima, y se olvidan de las realidades cotidianas de la necesidad, de los bajos salarios producto de la sobre explotación de la fuerza de trabajo que tanto afecta a las familias, se olvidan de la gente que vive marginada y a la que nadie atiende. ¿Así debe ser?

–Pues mire, son dos cosas: En primer lugar hemos reducido los mandamientos prácticamente al quinto y al sexto: El quinto no matarás, lo cual es fundamental, y el sexto no fornicarás. Entonces nos volcamos mucho hacia esos elementos, pero nos olvidamos del séptimo mandamiento que es no robarás, que es el elemento de la justicia, y el octavo en torno a la verdad. La verdad y la justicia como elementos fundamentales de la vida cristiana. Entonces nos acusamos si lastimamos algo, o nosotros no nos tomamos un medicamento, pero no nos acusamos de que hubo alguien que necesitaba de que yo lo apoyara económicamente y lo dejé a la desventura.

(Roberto López Méndez)