Yucatán

Ana María Ancona Teigell

“Que la paz que anuncian con sus palabras esté primero en sus corazones.”

San Francisco de Asís.

Nuestra ciudad se vistió de gala con los hermosos colores de los ternos que portan las mestizas para bailar la jarana y que con tanto amor bordan las manos de nuestras artesanas.

Las estrellas comenzaron a brillar para recibir a los Premios Nobel de la Paz que iluminaron con su presencia el cielo de Yucatán.

Nuestros corazones se unieron al de ellos en un abrazo fraternal y de hermandad para darles la bienvenida a esta hermosa Tierra del venado y el faisán.

Nuestras voces como la de ellos se escucharon para clamar ¡Paz para toda la humanidad! Porque hoy más que nunca el mundo necesita volver a reencontrar el amor, ese amor que con su fuerza nos hace humanos, sensibles, tolerantes, pacientes, misericordiosos, y que nos impulsa a amar, a servir, a dar sin esperar nada a cambio, a levantar al desvalido y perdonar al enemigo.

Que la luz de esperanza brille en todos los rincones del Planeta, llevando mensajes para acabar con la violencia y la miseria que tanto daño nos causa y que ha destruido la vida de millones de personas que hoy yacen en un cementerio porque el poder, la ambición, la maldad y el odio, les robaron la belleza de un mañana.

Esperamos que todos ellos sean seres humanos comprometidos con la verdadera Paz, porque ya no existe la armonía y fraternidad. Ya nos hemos acostumbrado al dolor, al sufrimiento, a la injusticia y lo vemos como algo normal cuando es antinatural. Porque el mundo se agita en medio de una tempestad y ha perdido el rumbo.

Las guerras, la violencia contra mujeres, hombres, adolescentes y niños, les han quitado la hermosa etapa de la infancia, los han dejado huérfanos de madre y padre, los han lanzado a un desierto de terror y silencio, de soledad y abandono que ha endurecido sus corazones y que llenan sus más tiernos sentimientos de dolor, tristeza y rencores.

Se atenta contra la vida todos los días que es el don más preciado, que es sagrado, dejando millones de hogares enlutados. La Tierra está inundada de lágrimas derramadas por todos aquellos que han sido víctimas del mal que se ha multiplicado, siendo cómplices los poderosos que hoy nos gobiernan y que se rigen por el dinero y la ambición que nos han dejado en la pobreza económica, del alma y del espíritu, robándose la riqueza de la Paz y la hermandad.

La humanidad sufre estas consecuencias, porque a través de los tiempos ha desoído la voz de la conciencia alterando la ley y la justicia, en su forma de pensar, actuar y vivir. La tristeza de esta humanidad se ha convertido en un clamor que ha llegado a lo alto del Universo, esperando que resurja el cariño y amor a todo ser viviente de la creación.

De una manera u otra, todos directa o indirectamente somos responsables de este caos. Por lo que quién no es causante de la guerra, la violencia, es responsable de la Paz como único camino para reconstruir a la humanidad.

Que los Premios Nobel de la Paz que vinieron al Estado de Yucatán se comprometan una vez más a luchar para que vuelva a reinar de nuevo el amor y la Paz, la igualdad de derechos para todos los habitantes del Planeta, incluyendo la comunidad LGBTI, que en todo el mundo sufren agresiones por la persona a la que ama, por como viste y, en último extremo, por quién es. Son víctimas de una discriminación que va desde el hostigamiento en la calle, golpes y a veces hasta la muerte. Ellos tienen los mismos derechos que todos los demás y muchas veces son los mismos gobiernos quiénes atizan este odio e intolerancia, cuando deberían protegerla.

Todos soñamos con un mundo mejor para nuestros niños y todos los seres vivos, para que la luz, la Paz y el amor sean el camino a seguir, para que juntos seamos la fuerza que nunca permita que nos demos por vencidos.

¡Deseamos que hayan sido verdaderos emisarios de la Paz y que hayan dejado una huella profunda en toda la humanidad!