Pilar Faller Menéndez
“Nunca deberías tener expectativas con respecto a los demás.
Simplemente sé bondadoso con ellos.” Pema Chodrön
En nuestra mente es inevitable tener expectativas acerca de alguien o algo, es un proceso automático, son suposiciones acerca de lo que creemos que debería ser, y muchas veces éstas se alejan de la realidad y provocan frustración cuando aquello que esperábamos no encaja con la realidad, y muchas veces provocan sufrimiento.
La mayoría de las expectativas son impuestas por la sociedad y la cultura que vivimos, ya que desde nuestra infancia nos dicen cómo debería ser nuestra vida, y nos pasamos ésta tratando de llegar a ese ideal. Estas creencias que nos vamos formando son las que construyen nuestro mundo y nuestra realidad.
Conforman un elemento clave e influyen en la manera en que nos relacionamos con los demás, así como la imagen que nos formamos acerca de nosotros mismos, pensando en cómo deberían ser las cosas que ocurren, encerrando nuestra mente en una sola posibilidad lo cual nos lleva a la frustración.
Para no quedar aislados o excluidos de la sociedad, tratamos de cumplir aquellas que comparte una sociedad, como aquello que es aceptado, bien visto o rechazado, y sin darnos cuenta vivimos en el intento de adaptarnos a lo que se supone que deberíamos hacer.
La imagen que hemos creado acerca de nosotros mismos se encuentra cargada de esas espectativas como de nuestros padres, amigos, familia, profesores, compañeros de clase, parejas, de lo que han esperado de nosotros y que nos ha influido para crear nuestro autoconcepto.
Estas creencias y expectativas acerca de las personas influyen en nuestro rendimiento y forma de comportarnos, y genera la creencia sobre aquello que podemos conseguir y lo que no. Es por esto que es importante el no condicionarnos a nadie ni a nosotros mismos con nuestras expectativas que buenas o malas, nos impiden lo que realmente queremos ser.
Muchas veces se convierten en imposiciones que arraigadas sobre lo que hay que cumplir sin podernos salir del patrón de tener que ser buenos trabajadores, un buen estudiante, una persona responsable, cuidar de la familia, ser simpáticos, alegres, no dar problemas, ser educados, amables etc.
Cuando nos salimos de lo que se supone que se espera de nosotros, aparece la frustración de las personas que siempre nos han concebido como cumplidores de expectativas, y cuando nos salimos de este patrón y decidimos comportarnos de otra manera, nuestras relaciones cambian y, por ende, nos sentimos culpables por haberlos defraudado.
Liberarnos de las expectativas que los demás tienen hacia nosotros es una tarea muy difícil pero no imposible, que requiere mucho valor, y si además logramos comprender que no hemos fracasado y que la decepción y frustración es de los demás, habremos aprendido que no podemos vivir constantemente usando una máscara y despertaremos de nuestro letargo.
Cuando tomamos esta decisión surge nuestro verdadero ser, ya que tomamos nuestras propias decisiones con base en lo que necesitamos y queremos, es cuando realmente comenzamos a elaborar nuestro propio recorrido por la vida, lejos de imposiciones sociales.
Es de esta forma como comprendemos la frustración que teníamos acerca de cómo creíamos que alguien era, ya que si no esperas no te defraudas y asumes la responsabilidad de aceptar la creencia que tenías, y entender que las personas están en su derecho de no corresponder a lo que esperábamos de ellas.
Cuando entendemos este proceso y mecanismo de nuestras expectativas, vamos restándole importancia y nos volvemos más flexibles aceptando a los demás como son, ya que al permitirnos ser según nuestras necesidades, permitiremos a los demás ser como necesiten y quieran ser.