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Yucatán

Las Preciosas Ridículas, con la CNT en el Peón Contreras

Víctor Salas

En su estreno, realizado en 1659, la obra de Moliere, Las Preciosas Ridículas, tuvo el patrocinio del Rey Sol, Luis XIV, y se efectuó en el teatro Petit-Bourbon.

El tema es sencillo y tiene vigencia hasta nuestros días. Dos jóvenes mujeres arribistas quieren tener de consortes a dos refinados cortesanos. Desprecian a dos pretendientes y creen haber encontrado a sus ideales en otros dos galanes, disfrazados de ilustrados, pero que resultan ser los criados de los primeros. La burla, a través del engaño, es su temática principal.

La Compañía Nacional de Teatro, que representó la obra, es de esas agrupaciones artísticas que parecen estar, de manera natural, en la memoria del colectivo social, es decir, registrado en la mente de las multitudes, formando parte de los valores cognoscitivos de toda la sociedad. Con ella sucede como cuando se dice el Bolshoi, el Ballet Folclórico de México de Amalia Hernández, o el de la recién fallecida Alicia Alonso y el Ballet Nacional de Cuba, que quizá no todos han visto esas agrupaciones, pero saben de ellas. La prueba de estas analogías estaba expuesta anoche, jueves 9 de enero, con la multitud que se arremolinó en los alrededores del Peón Contreras con el deseo de ver a los artistas de la Compañía Nacional de Teatro.

Karla Camarillo y Astrid Romo dieron vida a Cathos y a Madelón, respectivamente. Lo hicieron parlamentando, mientras ejecutaban movimientos danzados o con trazos de expresión corporal. A ambas actrices, esa propuesta actoral les quedó muy bien, porque tienen un cuerpo con soltura y fineza de líneas. Sin embargo, esa manera de actuar me recordó mucho al trabajo de Martha Luna, realizado con Los Tirantes, en el mismo Peón Contreras, hace algunos años.

Resulta maravilloso que una obra teatral que tiene 360 años, sus chistes todavía surtan el mismo efecto que en los tiempos de su estreno.

La escenografía son dos muebles de sala, que llama poderosamente la atención el poco uso que se hace de ellos. Y son los dos únicos objetos escenográficos.

Todos los actores hicieron tarea escénica entre el público, actividad también muy recurrida en la escena yucateca, hace más de veinte años.

Si a esta obra le pusiéramos a dos mujeres actuales de la pequeña burguesía yucateca, nos encontraríamos con la misma realidad. Ese es el valor de ella, esa es su universalidad. El cuadro de actores tiene un buen peso escénico, aunque en muchos de sus parlamentos no se les entendía bien.

La presentación de la Compañía Nacional de Teatro, tuvo un éxito rotundo que debe haber dejado muy satisfechos a los organizadores del Festival de la Ciudad de Mérida. Ojalá una mayor cantidad de veces pudiéramos disfrutar de eventos de este corte profesional. Felicitaciones a Irving Berlín Villafaña, Director de Cultura del Ayuntamiento de Mérida.

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