Roldán Peniche Barrera
Yucatán Insólito
Ultimamente nos hemos ocupado de las “cosas de mi pueblo del Mtro. Abreu. Prosigamos:
Doña Endrina
“Doña Endrina salía a la calle con la cabeza descubierta, luciendo su mata de pelo negro. Las trenzas le caían sobre la espalda hasta la cintura. La gente se hacía lenguas del pelo de doña Endrina.
-Es puro azabache -decían los hombres.
-Es pura pintura -comentaban las mujeres.
Cuando en confianza doña Endrina hablaba de su pelo decía:
-“No les extrañe, en mi familia todos han tenido el pelo negro. Mi abuela que murió centenaria, nunca tuvo una cana”.
Mas por las noches doña Endrina con un cepillo se tenía que quitar el hollín que le ennegrecía el cogote.
El farolero
“¡Qué tristes eran los faroleros! A Eso de las seis de la tarde, con una escalera apoyada en la cabeza recorrían las calles y las plazas de la ciudad. Junto a cada poste, arrimaban la escalera y trepaban dos o tres peldaños; abrían el farol y encendían la mecha.
Por la mañana, antes de que saliera el Sol, volvía el farolero a recorrer la ciudad para apagar los faroles. A veces, en su prisa, olvidaba alguno y quedaba encendido todo el día.
* * * *
Nunca conocimos a los faroleros; son del tiempo de la niñez de don Ermilo, o sea pasados los cien años. Nosotros advenimos a este mundo ya con la magia de la electricidad en las calles. Pero dicen que el farolero a pesar de la tristeza que le imputa don Ermilo, eran tipos simpáticos que gustaban de echarse sus alipuses. Y esto nos hace recordar a Juan Legido cantando pícaramente con los churumbeles de España:
Farolero: tú que vas
Un poquito “alumbrado”,
Déjame ese farol apagao…