Roger Aguilar Cachón
En muchas ocasiones, los amigos de nuestros hermanos se convierten en los nuestros, eso es por la afinidad en algún aspecto de la vida o bien por la empatía que se presenta entre ambos. De manera particular, en esta ocasión se hará referencia a uno de los amigos de mi hermano Carlos (conocido en el ambiente hospitalario como Charly), mismo que conocí en una de las visitas que le hacía para aliviar alguna de mis dolencias, de manera particular de mi hombro. Ahí estaba, recuerdo la primera vez que lo vi, me pareció uno de los típicos doctores (médicos) que tenemos como estereotipo. De camisa a cuadros que se cubría con una bata. Alto, de barba y tez blanca, al preguntarle quién era, me dijo: “Es el Dr. Masqueff”, también anestesiólogo.
En mis siguientes idas y venidas al O’Horán, ya su figura era inevitable de no ver, siempre me lo topaba, en la mayoría de las veces con sus uniformes de quirófano (siempre de color verde), nos saludábamos y platicábamos de manera corta de cosas sin trascendencia.
Se fue convirtiendo poco a poco en un referente en las pláticas con mi hermano, que si el Dr. Masqueff por aquí, etc. Siempre atento y preocupado por la salud de mi mamá. Recuerdo la vez que el 24 de junio de 2014, lo volví a ver la noche que acudió a darnos el pésame por el fallecimiento de mi mamá.
A partir de ese encuentro, donde mi interactuación con él fue de respeto y lo trataba de usted, hasta la última vez que lo vi en la iglesia de Lourdes en una misa dedicada a un aniversario más de mi mamá, al saludarlo y tratarlo de tú, mi hermano me reprendió delante de él, “por qué lo tratas de tú, no ves que es mayor que tú”, y el interfecto solamente sonrió de manera tímida.
Al igual que mi hermano, trabajaban, como he dicho antes, como anestesiólogos en el O’Horán, él tenía la especialidad en Ginecología y mi hermano en Pediatría, pero siempre estaban los fines de semana y días de guardar. Al igual que Carlos, ya se habían prejubilados y esperaban comenzar a cobrar como jubilados en enero, fecha a la que no logró llegar, ya que para fin de año se le presentó una dolencia en las arterias cercanas a su corazón lo que hizo necesario su ingreso a la UMAE del IMSS. En esos días, mi hermano estaba en Veracruz visitando a los primos y tías, y tuvo que acortar su estancia, ya que le había dicho el propio Dr. Masqueff que lo operarían antes de finalizar el año.
El año nuevo llegó y su intervención se atrasó para el miércoles 8 de enero del presente año, fecha en la cual fue llamado ante la presencia de Dios y en el momento de la cirugía su corazón ya deteriorado no aguantó más y falleció. Golpe fuerte para su familia, amigos y, por supuesto, de mi hermano, con quien platiqué para saber un poco más de la historia del Dr, Masqueff que, como muchos de los anestesiólogos, pasa “agachado” en las cirugías y no salen a relucir, pero eso no quiere decir que su trabajo no sea tan importante como la de los cirujanos.
El Dr. Masqueff fue vecino del suburbio de Santiago, su mamá se dedicó a la docencia y su papá trabajó en Ferrocarriles. Comentaba que de no haber sido médico se habría inclinado a la construcción, posiblemente en el área de la ingeniaría u otra afín. Cabe mencionar que era aficionado al béisbol y le gustaban mucho los coches. Estudió la carrera de Medicina en la Universidad de Yucatán (1964-1970) y posteriormente realizó sus estudios de especialización en la ciudad de México, en el Hospital Gabriel Mancera del IMSS, donde fue residente.
Trabajó en Ciudad de Carmen en 1979, en Campeche y ejerció también en Motul. A su regreso a la ciudad de Mérida, trabajó en el Hospital Juárez (1981) donde fue Jefe de la sección de Anestesiología durante dos épocas y posteriormente lo hizo en la T1 en el turno nocturno, donde trabajó hasta su jubilación. Fue anestesiólogo del Hospital O’Horán, donde fue maestro de muchos residentes que estudiaban su residencia en ese hospital, y trabajó como anestesiólogo alrededor de 40 años.
Hablar del Dr. Masqueff es referirnos a una persona institucional, merecedor del respeto de todos sus colegas y alumnos, fue también compañero en el trabajo y no en muchas ocasiones cambiaba sus guardias en el O’Horán con el hermano del de la letra, cuando se requería por algún problema ya sea familiar o institucional.
Además de trabajar en instituciones como el Instituto Mexicano del Seguro Social y el Hospital Escuela O’Horán, practicó también la medicina (anestesia) particular en la Clínica de Pensiones durante buen tiempo. En la práctica, siempre fue responsable y se sabía ganar el afecto de sus compañeros que siempre acudían a él cuando tenían alguna duda respecto a su trabajo.
Es poco difícil que los pacientes se acuerden de quién fue su anestesiólogo, pero lo conocen antes de ser intervenidos quirúrgicamente, son los médicos que permanecen en la sombra, trabajando en ocasiones horas más de lo normal y con una tensión porque está en sus manos la vida de los pacientes. Labor callada y puntual de los anestesiólogos que, como él, dedican su vida en pro de la salud, sin importar clase social, edad ni sexo.
Desde esta tribuna, el suscrito hace llegar a su familia, a su esposa Eliza González y a sus hijos, la abogada Elisa y a su hijo médico anestesiólogo Jaime, nuestro sentido pésame y resignación, y decirles que tengan la seguridad que el Dr. Masqueff ejerció su trabajo con responsabilidad y seguramente que, desde donde se encuentre, velará por ellos y por sus amigos.