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Yucatán

Beatriz Peniche Barrera, socialista, feminista y destacada poeta yucateca

Ariel Avilés Marín

Recuerdo con profunda satisfacción las amables y amenas tardes en la terraza delantera de la bella casa de Beatriz Peniche y Miguel Ponce, en la Avenida Colón. Balancearse gratamente en las pequeñas mecedoras de medallón, aliviando el calor con deliciosos vasos de té helado con limón, y con una rica plática en la que las anécdotas históricas, los temas de la cultura local y, por sobre todas las cosas, la poesía, hacían que el tiempo pasara sin sentir. El objeto de estas gratas y memorables visitas fueron las largas y sustanciosas entrevistas que Rubén Reyes hacía a Beatriz para hacer una amplia ficha de su vida y obra. La amabilidad y gentileza de Yolanda, su hija, completaba el cuadro, pues era ella quien iba y venía con los vasos de té, las galletitas de mantequilla, y demás parafernalia para la ocasión.

Con Beatriz y Miguel, además, aprendimos mucho de obras de arte; el maravilloso “glassoné”, delicada creación oriental, específicamente china, que consiste en la fabricación de piezas de bronce, talladas a mano, y coloreadas con esmalte vidriado, que formaba hermosos ramos de crisantemos y de flores de cerezo; exquisitas piezas de marfil, tanto de elefante como de morsa, monjes orientales, graciosas geishas, pescadores con el producto de su labor, y hasta elefantes con las largas trompas apuntando a las alturas; unos paisajes en miniatura, tallados en madera de caucho, de una detallada exquisitez que se antoja increíble. Cada visita a Beatriz y Miguel era una experiencia maravillosa y enriquecedora. Una de esas tardes de mecedoras, Beatriz nos dijo a Rubén y a mí: “Hijos, en este mundo, existe tres clases de aristocracia; la aristocracia de la sangre; esa se tiene o no se tiene, y tiene poca importancia; la aristocracia del dinero, esa la puede tener cualquiera que tenga éxito en los negocios, tampoco es trascendente; y la aristocracia del talento, esa, es la que verdaderamente vale”; esto está consignado en el libro de Beatriz. ¡Ella, era una aristócrata del talento, del arte!

En esas inolvidables charlas, Beatriz nos puso al corriente de su cercanía y afinidad con Felipe Carrillo Puerto; en tono casi confidencial, nos dijo: “Felipe, me pedía que yo acompañara a Alma a muchos lados, reuniones, juntas, exposiciones; fui como una dama de compañía de ella”. Con mucho entusiasmo, nos platicó anécdotas de un líder de los trabajadores, un convencido socialista, de origen italiano, de apellido Rabacholi. “En la casa, decir Rabacholi, era decir socialismo, decir ser rojo, tanto que, Miguel, cuando sentía que estaba tomando posiciones muy extremas, me decía: <Hoy estás muy Rabacholi>”, y reía con una risa discreta y cristalina.

Beatriz Peniche tenía varias facetas en la vida por las que ha merecido pasar a la historia, y ser reconocida como una de las grandes mujeres de Yucatán. Su presencia en la vida pública del estado se inicia a la llegada del Ejército Constitucionalista, al mando del Gral. Salvador Alvarado. Siendo muy joven aún, es nombrada directora de la Biblioteca Central del Estado “Manuel Cepeda Peraza”, y le encomienda, además, la creación de un programa de bibliotecas públicas populares. Tiene una destacada participación en el Congreso Pedagógico que promovió el Profr. Rodolfo Menéndez de la Peña. En 1916, junto a Consuelo Zavala, Raquel Dzib y Rosa Torres, es organizadora y promotora del I Congreso Feminista de Yucatán. Probablemente, el hito histórico que reafirma la participación destacada de Beatriz Peniche en la vida pública de Yucatán, es que, en las elecciones locales de 1923, fue postulada y electa, diputada al Congreso de Yucatán, por el segundo distrito electoral. La acción política de Felipe Carrillo Puerto, en materia de reconocimiento a la mujer, se adelantó muchas décadas a la historia nacional de la democracia, pues fue hasta la década de los 50’s, del S. XX, que le fue concedido el voto a la mujer en forma efectiva y definitiva. Históricamente, en Yucatán, fueron votadas y electas, las primeras tres diputadas de este país, y fueron, Elvia Carrillo Puerto, Raquel Dzib Cicero y, desde luego, Beatriz Peniche Barrera. En 1920, se había afiliado al Partido Socialista del Sureste, en el que militó en forma muy destacada.

Mantuvo contacto con la intelectualidad cubana de aquella época, y cultivó una abundante correspondencia con figuras como Mariblanca Sabas Alomá, Aída Peláez de Villanueva, y la inmortal novelista, Caridad Bravo Adams. Hizo varios viajes a Cuba y fue recibida en el seno del Ateneo Cubano. Ya en la década de los 40’s, con las poetas Sara Molina Font y María Cristina Ceballos Gutiérrez, funda la Sociedad Literaria “Juana de Asbaje”. Colaboró con casi todas las revistas literarias locales, tales como Castálida, Cervantes, Regeneración, La Voz de la Revolución, La Revista de Yucatán, Tierra, Adelante, Fémina y el Diario del Sureste, en cuyas columnas sostuvo durante mucho tiempo una sección titulada Prismas. Fuera de su tierra, colaboró con el Diario de la Marina, la revista Mujeres, y con la revista cubana Bohemia.

En el año de 1999, en el Congreso local, la diputada perredista Noemí Avilés Marín presentó una iniciativa para que la biblioteca del Congreso del Estado de Yucatán llevara el nombre de Beatriz Peniche Barrera, por ser una de las tres primeras diputadas de la república, pero esta iniciativa fue rechazada, y se optó por otro nombre, cometiéndose con ello una gran injusticia.

Su obra poética está constreñida a dos libros, su poemario “Lámpara Encendida”, editada en los Talleres Díaz Massa; y en el tomo IV de la colección La Huella del Tiempo, antología de Rubén Reyes, y producto de las memorables conversaciones con ella, su esposo y, años después, enriquecida por su hija Yolanda, y editada por la Universidad Autónoma de Yucatán.

Beatriz Peniche Barrera, dama gentil, poeta sensible, socialista vertical, feminista sin aspavientos ni estridencias, una mujer de primera línea en el panorama de la historia de Yucatán. Es muy plausible que, al cumplirse cien años de su afiliación al Partido Socialista del Sureste, el Patronato Pro Historia Peninsular haya colocado una placa conmemorativa en la hermosa casa, la de las amables tardes de mi memoria, en la que vivió y murió esta yucateca ejemplar. Beatriz Peniche Barrera, fue, es y será, un ejemplo para todas las mujeres de Yucatán.

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