Víctor Salas
El sábado 18 de enero, un día anterior a su presentación en el teatro Armando Manzanero, los integrantes del grupo Sankofa Danzafro, bajo la dirección de Rafael Palacios, impartieron un taller de su estilo de danzar, en el Centro Municipal de Danza, al que acudió mucha gente joven deseosa de aprender una manera de expresión corporal basada en la negritud, a la que nuestro continente le debe mucho en asuntos culturales.
Los visitantes no dejaron de halagar las instalaciones del Centro Municipal de Danza, en el que desarrollaron su trabajo, por todas las condiciones que reúne para el perfecto desarrollo del entrenamiento del cuerpo danzable y por el cabal sentido organizativo y de funcionalidad de ese ámbito de la expresión corporal. Los integrantes de Sankofa, bailarines acompañados de percusiones, actuaron con gran animosidad e inculcaron a todos los asistentes esa manera africana de mover el cuerpo, consistente en la desarticulación corporal.
El domingo 19, a las siete de la noche, en el teatro Armando Manzanero lleno en su totalidad, presentaron un espectáculo con un sentido coreográfico muy particular, porque tanto los bailes como la narrativa coreográfica tenían, más que un sentido coloquial, un esquema diseñado en la tradición coreográfica.
Es atendiendo al diseño de luces y a la canción que narra cómo los remolinos los llevaron a distintos lugares, que uno se va encontrando que la obra cuenta el devenir de los negros que fueron llevados a distintos países, donde adquirieron dolor, y pese a ese sentimiento, ellos dejaron un bagaje cultural, quizá, solo comparable con el español, que fue impuesto a hierro y fuego. La trama nos explica los alcances de la influencia africana en los bailes modernos como el brake dance, hip-hop, el jazz y demás.
Como escenografía utilizan solamente unas sillas, que significan el establecimiento, la detente en cada lugar, y después de ellas, el andar, la confusión, el shock cultural, hasta encontrar la paz y las condiciones para el desarrollo de una nueva forma artística, surgida de la nostalgia y la extrañeza, del despojo, hasta de los sentimientos elementales e indispensables al ser humano.
La fuerza de la raza negra, su capacidad de resistencia, sus valores espirituales sobrevivieron a todo, pero a todo y a lo peor. Y fue construyendo de manera inadvertida lo que es hoy, la presencia exitosa en el teatro, el cine, la cinematografía, la canción popular, la política, el ballet, la danza moderna, Broadway, los negocios y no sé dónde más, pero lo cierto es que hoy es una fuerza visible en todo lugar.
La obra termina de una manera propositiva: suspendiendo en el aire a una pareja de ellos mirando hacia el horizonte, que es el mismo futuro.
El público aplaudió de pie, con silbidos y bravos. Lo hice también, porque creo en la novedad, en las propuestas profundamente humanas y en el futuro del hombre. Y si este es de los agredidos por el hombre mismo y plantea la expansión de su obra y carga humana, más aplausos, todavía.