Víctor Salas
Kandinsky decía que el dibujo es una línea cuyo producto es la fuerza aplicada en una determinada dirección. Ella puede ser expresión de tensión o de calma, y siempre es energía que se traduce visivamente.
Cada vocablo de la prospectiva anterior se articula a la perfección a la serie de dibujos picassianos expuestos en el Centro Cultural Olimpo, con cierta arrogancia de parte de los organizadores, al poner los identificadores en idioma francés, dejando sin entender el nombre de la obra a quienes no han tenido contacto con ese idioma. No es mi caso porque, gracias al ballet, entiendo un poco de ello. ¿No podría haberse puesto un identificador bilingüe, u otro adjunto con los títulos en español y maya? La era que vivimos exige tridimensionalidad lingüística.
No hay que ser sabio o especialista de la plumbagina o el buril para darse cuenta inmediata del extraordinario dibujante que fue Pablo Picasso. En las obras expuestas en Mérida, demuestra su grandísima habilidad para dar vida a lo que se le ocurriera con un único recorrido del lápiz sobre el papel, sin levantar nunca la mano para dar marcha atrás y corregir.
Además, el dibujo, los de Picasso en este caso, crean cercanía, voluntad de poner los ojos sobre las obras, por lo esquemático de ellas. El dibujo son formas que se componen de pocas líneas esenciales y que cobran vida propia, son como la escritura y su destino. Y todos escribimos. Y tenemos un destinatario. Probablemente por eso sus dibujos son un placer a la vista y una forma de comprender las posibilidades del dibujo. (Otra vez establecería conexión con la mecánica escritural de cada uno de nosotros).
En lo inmediato, me llamaron la atención unos dibujos titulados en el taller, en el que quien detenta los pinceles y enfrenta al caballete, está, o desnudo, o en calzoncillos, como le encantaba andar a Picasso. Pero, además, se habla del taller como un espacio de reflexión sobre la pintura y sus vínculos o esencialidades entre el motivo del artista y la modelo. ¿Qué sugieren estas palabras? ¿Es una insinuación sobre la realidad erótica de un taller? Así me lo parece, ya que algunas de sus modelos fueron algo más que eso y se convirtieron en arquetipos que habitaban su producción en determinado tiempo. Es decir, la intimidad del taller huele a unturas, a fluidos y no del tubo de la pintura de óleo, precisamente.
Por el contrario, la serie de dibujos dedicados a Carmen, me parecieron un bacilongo del artista malagueño, un ejercicio manual para él, más que una producción coincidente con el marchante de obras o el espectador acostumbrado a las exposiciones en las galerías.
Tampoco hubo catálogo, entonces, no nos dieron la oportunidad de tener un souvenir, un recuerdo de la exposición.
Una pregunta final, ¿Son obras originales o copias?
La exposición se titula como uno de los temas predilectos del pintor: el taller como espacio de reflexión sobre la pintura.