José Iván Borges Castillo*
Devociones Yucatecas
Al maestro Indalecio Cardeña Vázquez
Un antiguo canto sacro popular dice: “Con devoción tan rendida, en Tizimín se os venera…” infinidad de veces entonado por la piedad popular, y es evidente la antigua veneración a los Santos Reyes entre los yucatecos, su conservación actual es fruto de la primera evangelización realizada por las misiones franciscanas.
Las crónicas de antiguos religiosos, como Fray Antonio de Ciudad Real, refieren “La fiesta de los Santos Reyes”, bajo este patrocinio se colocaron escasas fundaciones de iglesias: en 1563 al erigirse el convento de Tizimín bajo título de convento de “Los Santos Reyes”, también existió otro convento que compartió la advocación, fue Ichbalché, pero se perdió en el siglo XVII, que se encontraba en la región conocida como “las montañas”.
Fray Diego López de Cogollado, en su Historia de Yucatán publicado a finales de XVII, refiere que hubo otras iglesias con este título de los Santos Reyes, como son Tabi, Kanasín, Timucuy y Pocboc. En la actualidad, solamente Tizimín y Pocboc conservan el patrocinio, las otras iglesias cambiaron en algún momento de la historia.
Tanto los españoles como evangelizadores, ambos conquistadores, tenían fincada la fiesta de los Santos Reyes, como fiesta solemne, pues profesaban una profunda devoción señalándola: “la festividad era tan grande como día de los Santos Reyes…”, refiere una crónica. El culto entre los españoles trajo la devoción a Yucatán, pronto quizá adquirió fundición con las prácticas mayas religiosas, comenzando un sincretismo. Las crónicas mayas coloniales, en este caso el Chilam Balam de Ixil, señalan el 6 de enero como “La Espifanía y la fiesta de los Reyes”.
En la Guerra de Castas, son célebres los novenarios a los Tres Reyes realizados por orden del líder maya Crescencio Poot en los pueblos de Tixcacalcupul y Tekom, en pleno auge del movimiento social armado. Según Robert Richard, en su obra La Conquista Espiritual refiere la fiesta de los Reyes como una devoción pedagógica, en la cual los misioneros tenían una “tendencia empeñosa a la enseñanza y edificación… la fiesta de la manifestación del Dios verdadero a los gentiles; la fiesta de los gentiles llamados a la fe”.
La devoción a los Santos Reyes, en Tizimín, se ha planteado en algunas investigaciones que su origen fue de un total sincretismo al ser colocados en tres pueblos que formaban una sola comunidad, “Están en aquel asiento los pueblos de Tizimín: Zonotchuil, Cacauchi y Tikay que todos tiene por iglesia la del convento, y ella por titular a los Santos Reyes”, esto lo escribe Fray Diego López. No es nada nuevo ni distinto a los planes que ejecutaron los evangelizadores, de reemplazar las antiguas deidades prehispánicas por santos católicos, que, iconográficamente, compartieran semejanzas con las antiguas imágenes. Así, cuando escribe el religioso López Cogollado, refiere a los tres pueblos nativos, dejando entrever el móvil seguido. En tanto el cronista William Brito Sansores, en su obra “Tizimín en la historia” (Ediciones Salettianas-1995), señala que se veneraba a los señores Yum Chaac, el Señor de la lluvia; a Yum Kaax, el Señor de campo, y a Yum Ik, el Señor del viento. La devoción en el Oriente entre los mayas se transformó, y continuó la religiosidad en torno a tres figuras sacras.
Pero es el Chilam Balam de Ixil, que nos revela un significado de lo vertido en estas imágenes católicas, cuando trata la enfermedad de mal de corazón expone por remedio un lavado con hojas de choo o pochote, “y si de verdad tiene consigo Ah Zac Cimi. Poco a poco se desgastara su oído, no oye cuando dicen su nombre Tres Ahua. Melchor, Gaspar y Baltazar.” Ah Zac Cimi es un bacab, los bacabes son deidades cuatripartitas, sostienen el cielo y derraman agua con vasos de boca angosta. La doctora Laura Caso Barrera señala sobre este asunto: “La mención de una deidad como Zac Cime y la descripción de sus atributos debió ser sumamente arriesgada, por lo que el escriba astutamente puso Oxtul Ahua, que significa tres reyes, y menciona a los tres reyes magos para ocultar el significado correcto del texto.”
Y con esto, entendemos cuando Fray Diego de Landa, en su Relación, señalara que el remedio a las miserias del año Ix, que regía el bacab Zac Cimi era hacer una estatua a Kinich Ahua, advocación de gran Itzama, patrono de la medicina en el pueblo maya.
Como hemos expuesto, desde la primera evangelización y cuando se erigió en capítulo el convento franciscano, se dio por título “Los Santos Reyes”, es evidente, entonces, que en algún momento de la historia, en la época de la dominación española, se adquirieron a algún imaginero o estofador las preciosas imágenes de los Santos Patrones, y surgieron entre el pueblo el discurso que legitima. Desde mediados del siglo pasado, se recoge la tradición oral que dice las imágenes aparecieron un día en las playas de Yucatán mirando hacia los pueblos del oriente, y fueron trasladados y llegando a Tizimín, se hicieron muy pesados, y tomando esto por señal divina fueron conducidos a la iglesia principal. Al seguir este mismo desenlace, otras versiones dicen que fueron encontrados en un banco de construcción llamados sascaberas, otros refieren que aparecieron en un gruta los llamados aktún.
Las sagradas imágenes han permanecido en su iglesia desde su llegada, floreciendo en su entorno piedad y devoción popular que pronto trascendió las fronteras del oriente extendiéndose a toda la península, y ahora más allá de cualquier punto fijado en la geografía. En la llamada persecución religiosa de 1916, ante el temor de una destrucción, el cura párroco Eutimio Arce Rejón, en pagos de oro a los soldados, logró sacar las sagradas imágenes y las condujeron fuera de Tizimín, las regresaron el 28 de diciembre de 1917, por el ferrocarril, convirtiéndose en una solemne procesión el traslado. Las imágenes fueron devueltas, gracias a las garantías de seguridad que ofrecieron personas de poder y los acaudalados ricos y comerciantes de la entonces villa del oriente que fueron destacados devotos de los Santos Reyes. En el libro “Los Adoradores adorados…”, de Camilo de Jesús Otero Rejón (UADY-2000), señala que dicha procesión estaba encabezada “por uno de los hombres más ricos de Tizimín, don Alberto González, quien con los brazos en cruz y un puñado de 6 velas en cada mano iba montado en su precioso caballo blanco”.
El auge del culto por los Reyes de Tizimín comenzó en el siglo XIX, al unirse el comercio a la fiesta, y a la prosperidad que alcanzó la entonces villa. Es probable que en la segunda mitad de ese siglo, se imprimiera la famosa “Novena en obsequio a los Tres Santos Reyes”, que contienen versos de arte menor que refieren la cimentada devoción entre los yucatecos los regios Señores de Tizimín.
Así como Izamal no puede concebirse sin su hermosa Virgen, Señora de todo Yucatán, tampoco Tizimín concibe su historia e identidad sin sus milagrosos patronos. Casi puedo asegurar que no existe municipio en Yucatán donde no se realice un novenario a los Santos Tres Reyes, en alguna casa particular, en un barrio o aun en una comisaría de las más pobres, éstas en muchos casos, a imágenes realizadas a semejanza de los de Tizimín.
Termino este artículo con un párrafo de los Gozos en la Novena, en obsequio a los Tres Reyes Gaspar, Melchor y Baltasar, de Tizimín, de autor anónimo.
Con devoción tan rendida
en Tizimín se os venera,
que de hallar eterna gloria
aquí nadie desespera,
ante Dios nuestra valía
todo lo podrá lograr.
*Escritor comunitario
Los Santos Reyes de Tizimín