TIZIMIN, Yucatán, 6 de enero.- “Que dios bendiga a Tizimín y que conceda a este pueblo todo lo que más necesita, que el Señor los colme de bendiciones, en la Navidad todos hemos renacido, sigamos celebrando este tiempo que dura hasta el próximo domingo con la fiesta del Bautismo del Señor y que los magos sigan atrayendo a mucha gente a este lugar para que sigamos disfrutando de su amistad, que alienten nuestra fe con sus buenos ejemplos, nuestra esperanza y caridad con su oro, incienso y su mirra”.
Este fue el mensaje del Arzobispo, Gustavo Rodríguez Vega en la solemne ceremonia eucarística de la Epifanía del Señor que ofició en el santuario de los Santos Reyes, abarrotado de habitantes y peregrinos que acuden año con año al encuentro con Gaspar, Melchor y Baltazar en el marco de su santoral.
Concelebrando con el párroco del santuario, Pedro José Echeverría López, y con sacerdotes del decanato XI, en su homilía el máximo líder de la Arquidiócesis de Yucatán expresó:
“¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?” cuestionó, para luego externar que este santuario quizá es el lugar del mundo donde hay mayor devoción, respeto e identificación por los tres Reyes Magos, porque se deposita en ellos tanta fe en su poder intercesor que la gente ha podido comprobar a lo largo de los siglos.
Explicó que para todos son misteriosos, pero para nosotros son familiares, misteriosos pero evangélicos, porque aparecen en el Evangelio donde se describen rasgos muy importantes de sus actitudes, de su manera de ser, de pensar y de creer, reyes porque estaba anunciado que vendrían reyes de otras naciones a adorar a Jesús, porque tenían poder, autoridad, medios para trasladarse, quizás acompañados por un ejército; recordando que el Evangelio dice magos y esta palabra significa científicos, sobre todo astrónomos, gran enseñanza de humildad, porque hay quienes, refugiados en la grandeza de un grupo de poder, de dinero, de ciencia, se alejan de Dios, mientras que estos hombres poderosos en lo humano fueron poderosos también en lo espiritual, en lo divino, porque dieron todo lo que tenían al servicio de su búsqueda de fe y siguiendo estos signos científicos y religiosos a la vez, llegaron a descubrir al hijo de Dios, al rey de los cielos nacido en la tierra. Sus vecinos, la gente de Judea, ni el rey, ni los sumos sacerdotes, nadie más supo del nacimiento del niño, solamente los pastores.
Dijo que ellos lograron por fin encontrarlos, y que la gente de Jerusalén se espantó, se asombró, no entendían, y el rey se puso a temblar viendo peligrar su autoridad, mencionando que si el rey hubiera aceptado al niño y lo hubiera adorado, su reino estaría tranquilo, no hubiera pasado nada, pero como quiso competir contra el rey que acababa de nacer, es que tuvo la suerte que tuvo.
“Cuánta gente quiere competir contra Dios en lugar de dejarse llevar por él, en lugar de ponerse en sus pasos, esta es la historia original, el pecado original”, puntualizó, señalando que nuestros primeros padres, primeras criaturas, quisieron competir contra Dios en lugar de ser lo que eran, se creyeron del demonio que les dijo “si comen de esa fruta no van a morir, serán como dioses conocedores del bien y del mal”, indicando que la gente de hoy –como de todos los tiempos– quieren competir, a un lado de la autoridad moral de Dios, de la Iglesia, a sacar los trapitos al sol de la Iglesia para prevalecer y ser jueces de nosotros mismos, “ancha es la astilla para hacer lo que queramos, somos dueños de nuestra conducta, de lo que queramos decidir y hacer, no nos sometemos a nada, ni a nadie, mientras aquellos hombres poderosos vinieron a someterse adorando a un pequeño nacido entre los pobres”, enfatizó, manifestando la gran enseñanza que nos dejan estos hombres, pues ellos siguen su camino, no se detienen, que mientras van caminando se alejan iluminados en lo alto para ver hacia adelante, mientras que tantas veces nosotros en vez de consultar hacia arriba consultamos hacia abajo, “lo que siento, lo que quiero, lo que deseo, lo que se acostumbra, criterios raseros, puramente terrenales, la mujer y el hombre de Dios va avanzando siempre confrontando su manera de pensar y de sentir con los criterios de lo alto, la estrella eso significa”.
Para finalizar, compartió que los magos tienen mucho que enseñarnos al traer su oro, su incienso y su mirra y aquí en Tizimín la gente pobre y los que vienen pobres de fuera encuentran su riqueza en esta devoción a los magos; el oro de la fe es aquí bien aprovechado, bien usado por la gente sencilla, pero también aquí la gente viene y encuentra su dignificación, que el incienso significa alabanza a Dios, pero también significa alabanza para el ser humano que se reconoce como hijo de Dios y entonces con ese incienso de Dios y el que nos dan los reyes podemos reconocer nuestra dignidad y la de los hermanos, honrándonos mutuamente. “¿Cuánta gente busca su honra en cosas superficiales, sienten que pierden su dignidad y llegan hasta la desesperación y al suicidio, en las cosas de la fe encontramos el incienso necesario para relacionarnos bien con el Señor, alabándolo, y bien entre nosotros alabándonos dando nuestro lugar y en la iglesia sobre todo a través de la pastoral social es como se puede dignificar al ser humano. Y el tercer regalo es la mirra que es una hierba que sirve para calmar los dolores y las heridas, este signo cercano que anunciaba la pasión de Cristo, recibamos esta mirra que los magos le ofrecieron al Señor y nos ofrecen a nosotros y tomémosla para que también podamos consolar, fortalecer y curar a todos nuestros hermanos que necesitan de esta atención”, concluyó.
En esta misa también estuvo presente la reina de la Feria de Reyes 2020, Pamela Guadalupe Arceo Gómez, el Alcalde, Mario González González, funcionarios municipales y el secretario de Desarrollo Rural del Estado, Jorge Díaz Loeza, en representación del Gobernador Mauricio Vila Dosal.
Desde su llegada, el Monseñor dirigió sus bendiciones sobre los creyentes y dio muestra de su sociabilidad y sencillez con la gente que se encontraba a su paso, ya que al finalizar la misa saludaba a las personas.
(Luis Manuel Pech Sánchez / Edwin Farfán)